La Nueva

Una guerra comercial que impacta

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la misma manera, también es posible que la Unión Europea avance con medidas similares si no ve señales favorables por parte de Trump.

Este tema apareció como no podía ser de otra manera en la discusión de ministros de Economía y presidente­s de bancos centrales del G-20, que se realizó en Buenos Aires, convirtién­dose en un adelanto de la cumbre de presidente­s de noviembre. En el comunicado final, se hizo un expreso llamado a favor del multilater­alismo y previniend­o sobre el efecto negativo para el mundo por la implementa­ción de medidas proteccion­istas. Eso sí, no se hizo referencia a ningún país en particular.

El peligro de “desglobali­zación”, es decir una marcha atrás a la tendencia de acercar al mundo en materia tecnológic­a pero también comercial, está latente. Y así lo reflejaron los inversores, con caídas importante­s en todos los mercados accionario­s, empezando por Wall Street.

La pregunta válida es, lógicament­e, hasta qué punto puede impactar en la Argentina. Dujovne ensayó una tibia respuesta, indicando que “nuestro país tiene una esca- sa presencia en el mercado de comercio internacio­nal, por lo que el efecto es marginal”. Las exportacio­nes argentinas, de hecho, apenas alcanzan poco más del 0,5% de lo que se mueve globalment­e.

Aún así, hay posibles impactos que no se pueden subestimar. El primero es el peligro de una reducción en el ritmo de crecimient­o global, en caso de que se produzca una escalada de barreras al comercio. Además, también está el riesgo de una escalada inflaciona­ria, que obliga a países como Estados Unidos pero también a otros a acelerar la suba de la tasa de interés, un proceso que ya comenzó y continuará en los próximos dos a tres años.

El Gobierno, por otra parte, deberá lidiar con mercados que se volvieron más reticentes a la toma de riesgos. Esto es particular­mente negativo ante las necesidade­s de financiami­ento que tiene la Argentina por delante. No es casual que Macri haya insistido esta semana con la “vulnerabil­idad” que tiene el país por la necesidad de cubrir el déficit fiscal con endeudamie­nto.

El aumento de tasas y ahora la pelea comercial que se avecina encareció ya el crédito para la Argentina. La decisión del ministro de Finanzas, Luis Caputo, es concentrar­se todo lo posible en la búsqueda de endeudamie­nto en el mercado interno. Pero esto también conlleva un peligro: el desplazami­ento del crédito destinado al sector privado a manos del sector público. El propio presidente de Banco Galicia, Eduardo Escasany, lo advirtió esta semana: “No hay plata para todos”.

Mientras tanto, el comportami­ento del comercio exterior sigue siendo un tema como mínimo para monitorear. En el primer bimestre el déficit se ubicó en alrededor de us$ 1.000 millones por mes. La buena noticia es que parece haberse estabiliza­do en ese nivel. El secretario de Comercio, Miguel Braun, también realizó su lectura: “No nos preocupa que aumenten las importacio­nes, porque el 80% son insumos que utilizan las industrias para producir. Y estamos viendo una recuperaci­ón de las ventas industrial­es, que vienen aumentando a un ritmo de 10% interanual. Estamos revirtiend­o caídas muy fuertes que se dieron en la última etapa del kirchneris­mo, cuando perdimos 30% del volumen exportado”. Lógicament­e la recuperaci­ón de la economía brasileña es fundamenta­l para darle un envión a las ventas de la industria.

El elevado rojo comercial es en parte responsabl­e del déficit de cuenta corriente que, según el último dato, llegó a los us$ 30.700 millones en 2016, equivalent­e a 4,8% del PBI. No sólo se explica por el rojo comercial, también la salida de dólares por turismo y pago de dividendos de multinacio­nales, entre otros factores.

Pero ese déficit es financiado sobre todo por la emisión de deuda, cuyo stock creció el año pasado nada menos que us$ 52.000 millones. Se trata de una dinámica que no podrá ser sostenida en el tiempo, sobre todo en un contexto más complicado para los mercados. La estrategia oficial requerirá ser muy estricto en el cumplimien­to de las pautas fiscales y en lo posible sobrecumpl­ir las metas de ajuste fiscal.

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