La Nueva

El Villa Mitre oculto: entre aulas, libros, ladrillos, camillas y oficinas

¿Qué hay detrás del plantel que -a pesar de la derrota- cerró con el "1" la fase regular? El desafío de afrontar dos torneos con jugadores semiprofes­ionales.

- Fernando Rodríguez ferodrigue­z@lanueva.com

El Colo Martínez llega a su casa después de trabajar en la construcci­ón, se saca la ropa de fajina, arma el bolso y sale para el club.

Como si fuera poco, después de cargar con los ladrillos, la pala y el pico, algunos días le toca combinar físico y básquetbol.

“Es un esfuerzo grande. Al principio me costó, me fui adaptando. Los días de partido trato de no trabajar de tarde y dormir la siesta”, cuenta uno de los rústicos del plantel.

Villa Mitre se quedó con el número 1 de la División Patagonia del Federal -volverá a jugar el 18 de abril-, cerrando anoche la fase regular de un torneo exigente, básicament­e por tratarse de equipos conformado­s -en su mayoría-, por jugadores que desarrolla­n paralelame­nte otra actividad.

“Los días que viajamos me bajo del micro en la avenida Colón, me van a buscar, voy a casa y entro a las 7 a trabajar”, detalla el técnico Ariel Ugolini.

El tricolor ya recorrió unos 5.500 kilómetros, jugando en Cinco Saltos, Santa Rosa, Plaza Huincul, Neuquén, Cipolletti, Viedma, Patagones y Puerto Madryn.

“Dormir en el colectivo, llegar y jugar a la noche es pesado. No sé cuánto tiempo más lo haré, pero no quiero -a futuro- arrepentir­me de haberlo dejado”, dice José Gutiérrez.

El base, de 30 años, acomoda su agenda en la medida de las posibilida­des, para desarrolla­r su actividad como martillero.

“Cuando estuve estudiando busqué algo que me permitiera manejar los tiempos y acomodar los horarios para jugar al básquet. Por ahora voy mechando, pero cuesta”, admite Picachu.

Otros dos que amoldan sus trabajos a la exigencia deportiva son Ramiro Heinrich y Franco Amigo, quienes eligieron el mismo camino profesiona­l: kinesiolog­ía.

“Trabajo todos los días de 8 a 12 y a la tarde hago domicilios”, puntualiza el tornquiste­nse Heinrich.

“Yo -comenta Amigo- me recibí hace poco y tengo en trámite la matrícula para poder ejercer. Mientras tanto, Ramiro, con quien somos amigos y estudiamos juntos, me va marcando el camino. La idea es seguir jugando una vez que pueda trabajar”.

Heinrich, justamente, explica la forma de manejarse.

“Nuestra profesión nos obliga a estar bastante tiempo parados; además, trabajamos con el cuerpo atendiendo al paciente. Por eso, en mi caso trato de administra­r los horarios, comer bien y tirarme (sic) un poquito a la siesta, aunque a veces hacemos malabares”, comenta.

En este contexto, los viajes de regreso son, generalmen­te, contrarrel­oj.

“Tratamos de apurar un poco para llegar lo antes posible. A veces queremos pisar el acelerador del colectivo, je”, bromea Ramiro.

De todos modos, el sacrificio vale la pena por una actividad que se lleva adentro y, máxime, cuando se dan los resultados como en esta fase regular.

“Para mí el básquet es un trabajo, aunque tengo la suerte que me gusta bastante, en cambio algunos lo padecen más. Yo, cuando no lo tengo, lo sufro”, aclara Heinrich.

Matías Monteoliva es profesor de Educación Física, aunque trabaja como preceptor en el colegio San Francisco. En algunos viajes hasta arrastró a su familia para poder llegar a tiempo.

“En la gira por Plaza Huincul tuvo que ir a buscarme mi papá (Edgardo) y en la última me llevó hasta Cipollet- ti”, cuenta.

Claro que por momentos esto genera algún sentimient­o de culpa.

“A veces me lo planteo, porque uno no puede dedicarse con exclusivid­ad. Y, cuando me dejan a mí, tienen que volver a la ruta, con lo que eso significa”, confiesa Mati.

Algo más descomprim­ido, aunque no menos responsabl­e, es el ritmo de Federico Harina.

“Cuando coincide el básquet con mis horarios de trabajo, busco reemplazo y después devuelvo las horas”, apunta el nativo de Villa Regina, quien trabaja como instructor en el gimnasio de Andrés Iannamico, DT de 9 de Julio.

“Si bien la acumulació­n de partidos a veces te destroza, hay otros que están mucho peor que yo”, admite Federico.

A Cristian Miguel -23 años- se le complica el cursado de Tecnicatur­a en Operacione­s Industrial que se dicta en la Universida­d Nacional del Sur.

“Hay varias materias de noche y esas estoy obligado a hacerlas libre. Hasta ahora, con los viajes, sólo falté los viernes, aunque aprovecho para estudiar el sábado, que generalmen­te lo tenemos libre, más allá de resignar tiempo de descanso”, comenta Cristian.

En definitiva y por encima del sacrificio, el trabajo desarrolla­do le permitió al plantel de Villa Mitre sortear una instancia de playoffs y asídisfrut­ar, desde anoche, de un premio que no tiene precio: el descanso...

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FOTOS: EMMANUEL BRIANE-LA NUEVA. El plantel tricolor, ya podía festejar antes del partido. Anoche estuvo lejos de sus mejores produccion­es. Acaso, tener el "1" asegurado lo relajó.
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En lo alto, Matías Monteoliva (Villa Mitre) intenta robarle el rebote a Zabalardo, de All Boys.

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