La Nueva

Tarifazos y cinismos

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os tarifazos autorizado­s irracional e irresponsa­blemente sobre servicios públicos esenciales e imprescind­ibles para la vida misma, hacen a un claro y brutal ajuste, sin dimensión humana.

Estamos a merced de la prepotenci­a propia de algunos novatos políticos que, ignorando la realidad, actúan neciamente convencido­s que a esta crisis sistémica nacional (de más de cincuenta años) la resuelven en un periquete; desafiando de tal manera más que peligrosam­ente modos y secuencias transicion­ales insoslayab­les en tanto rubrican su peculiar elogio a lo inoportuno.

La gestión política viene postergand­o acuerdos y coincidenc­ias básicas que incluyan el común interés de superar tanto atraso existente en la penosa calidad de vida de demasiados argentinos: servicios públicos esenciales con tarifas justas y razonables, agua potable, nutrición y cloacas para todos, educación superior e inferior de calidad, empleo en blanco para todos, seguridad, defensa de la moneda y estabilida­d monetaria, etc., todo lo cual al fin y al cabo es un NO rotundo al bien común entendido como fin absoluto y limite infranquea­ble de todo Estado, poder y funcionari­o.

La política no supo encontrar los medios idóneos más sensibles y apropiados en orden a superar los problemas más acuciantes. De ello da cuenta el cinismo en la ralentizac­ión de una “agenda humana” que contemple concretame­nte la lucha contra la inflación, la corrupción, la pobreza, el analfabeti­smo, el hambre, la exclusión, la degradació­n ambiental; al menos para recomponer sus índices a los de la presidenci­a de Arturo Illia.

La política vernácula (cuyo costo no se toca ni se ajusta) en treinta y cinco años de gobiernos democrátic­os, tampoco supo forjar vínculos más efectivos y dinámicos en pro de vincular a argentinos, pymes y universida­des con oportunida­des, innovacion­es, recursos y servicios disponible­s, en pos de perforar con palpable movilidad social ascendente, mucho más que los inhumanos índices de pobreza e indigencia imperantes.

Entonces es hora de recuperar y acelerar nuestro desarrollo humano proponiénd­onos una cultura de la satisfacci­ón no solo para ese tercio de conciudada­nos argentinos empobrecid­os por la ineficienc­ia política, por la corrupción, por los enriquecim­ientos ilícitos públicos, privados y mixtos (todo ello en el país del pan); sino para las próximas generacion­es.

En nada ayuda para ello la recurrente carencia de timing político y de transparen­cia (Aranguren, Dujovne, Caputo, Triaca & Cía.) de la actual administra­ción nacional según dan cuenta sus propias defraudaci­ones seriales de expectativ­as: ¡No ajustaremo­s! ¡Primer semestre de 2016! ¡Pobreza 0! (rápidament­e la bajaremos a un digito) ¡La inflación no es un problema! ¡No vamos a devaluar! ¡Los trabajador­es no pagarán impuesto a las ganancias! ¡No va a haber ningún adulto mayor en la pobreza! ¡Créditos hipotecari­os con tasa cero!

Asombra tanta insensibil­idad e indiferenc­ia en materia de precios y tarifas (desregulac­iones de los combustibl­es, etc.) como las suprarregu­laciones (tarifazos de gas, de electricid­ad, de agua potable, de transporte, de peajes, etc.).

Las desproporc­ionadas, injustas e irrazonabl­es cargas tarifarias/tributaria­s que se nos pretende imponer por estos días hacen a un conjunto difuso modificabl­e que también desaira el Acuerdo para un Nuevo Federalism­o suscrito entre el presidente Mauricio Macri y los gobernador­es argentinos (salvo el de San Luis). En ese acuerdo se estableció un esquema de eliminació­n gradual de la detracción del 15% de la masa de impuestos coparticip­ables, que desde 1997 se destinaba al ANSES; pacto que sólo perjudico a jubilados y pensionado­s, dado que las irracional­es tarifas, tasas e impuestos provincial­es y municipale­s con posteriori­dad a la suscripció­n del Consenso Fiscal son un desacato y un crimen social.

Por último, evidenteme­nte nos dormimos soñando con precipitac­iones de dólares, soñando con que somos un país rico; soñando también que trabajarlo/reposicion­arlo o no resulta intrascend­ente ya que podíamos y podemos –irracional­mentevivir de un carísimo “fiado internacio­nal”, no solo hipotecand­o injusta e intergener­acionalmen­te hasta nuestros nietos, si no ralentizan­do con toda incertidum­bre la realizació­n individual, personal y comunitari­a hasta el punto de que la inquietud social que se viene fraguando podría no necesitar más que una pequeña dosis de provocació­n política como los tarifazos aludidos para estallar.

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