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los de estilo cervecería.
Hubo mucha limpieza, retiro de basura y mampostería desprendida.
Hubo mucho de entender que el lugar era potencialmente aprovechable.
Se respetó la fachada y el estilo, una "cabaña" de líneas simples, más cercanas a ser un granero que un edificio industrial.
No se reconstruyó revoque alguno del frente: se respetó su estado, con los ladrillos a la vista y sus modestos ventanales, con su ajustada estética.
En el interior se sacó provecho del subsuelo, con sus bóvedas y techos bajos.
Allí se colocó un piso acorde y se montó el restaurant del hotel: cálido e intimo.
Hubo una obra de hormigón para dividir el espacio en altura y establecer las habitaciones en los pisos superiores.
Hubo además un hecho enriquecedor del proyecto: mantener las partes existentes de las maquinarias. Crudas y expresivas. Dando cuenta clara de la vieja fábrica. Apareciendo como elementos decorativas con una fuerza única, contundente. Apenas se ingresa al hotel, el lobby, es la fábrica, sin atenuantes, sincera.
Las habitaciones tienen pisos de madera, originales, combinados con obra nueva, equipadas, con muebles de madera y toda la tecnología de los nuevos tiempos.
Poco tiempo ha sido suficiente para tan valiosa transformación. La ciudad ha recuperado un bien propio.
Es un excelente ejemplo de cómo intervenir en este tipo de edificios.
Bahía Blanca tiene varios modelos equivalentes que se miran como si fueran ruinas. Algunos galpones del que fuera ferrocarril Noroeste, el castillo de White, ex usinas y otros modelos similares.
Hacen falta buenos ojos, que sepan reconocer su valor y potencial.
Su ubicación ayudaría además a potenciar lugares hoy están degradados y que manifiestan su gran potencial.