La Nueva

Economía.

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Fue una verdadera se- mana de furia para el dólar. Probableme­nte la peor desde que asumió Mauricio Macri. Se juntaron varios factores que llevaron a una inédita presión cambiaria, obligando al Banco Central a llevar adelante la intervenci­ón más abultada desde que existe un mercado único y libre de cambios. En un solo día, el miércoles, tuvo que vender casi u$s 1.500 millones, pero desde que tomó la decisión de intervenir para estabiliza­r la divisa fueron casi u$s 6.000 millones.

Fueron factores internos y externos los que gatillaron la gran demanda de esta semana. El hecho más notorio fue la aplicación del impuesto a la renta financiera para inversores extranjero­s, que arrancó justamente este miércoles. Esto llevó a un fuerte desarme de posiciones por parte de inversores con tenencia de Lebac. Además, también impactó en el mercado

Para calmar la presión sobre el tipo de cambio, el Central optó por una receta tradiciona­l: reacomodar el dólar a niveles de $ 21 pero acompañado por un incremento de la tasa de interés, por encima del 30%. De esta forma, se busca atraer a quienes optaron por dolarizars­e a pasarse a pesos atraídos por un rendimient­o muy atractivo.

El incremento de tasas de 300 puntos generó rápidament­e el efecto deseado. Calmó al tipo de cambio y también provocó un fuerte aumento de las acciones. El mercado también lo interpretó como un signo de independen­cia del Central, aunque se trata de una lectura discutible: en realidad era la medicina obligada para contener la fuerte presión compradora.

De esta forma, en el Gobierno piensan que la presión cambiaria debería aliviarse. En primer lugar, porque el Central mantiene un gran poder de fuego con reservas que rozan los u$s 60.000 millones. Pero además porque subieron las tasas de interés, volviendo más atractivas las apuestas en moneda local. Este incremento de tasas también envía otra señal al mercado: Federico Sturzenegg­er conserva poder de decisión aún cuando el aumento había sido desaconsej­ado por el “ala política”, o más específica­mente por la jefatura de Gabinete.

La colocación de un bono en dólares por parte de TGS en el mercado internacio­nal fue recibido como una gran noticia en el gobierno. Fue la

Claro que el episodio de la última semana dejará sus secuelas. Por lo pronto, se quebró la tranquilid­ad del tipo de cambio, por lo que en el mercado ya comenzaban a recalcular los pronóstico­s para 2018: ahora se espera un dólar en el entorno de $ 24 para fin de año, lo que al mismo tiempo podría gatillar mayor inflación. Y la suba de la tasa de interés tendrá efectos negativos para el mercado financiero, lo que podría generar una mayor desacelera­ción económica. Así y todo, el incremento de tasas fue la mejor opción ante la fuerte salida de dólares que, de no frenarse, también tendría un efecto fuertement­e recesivo.

Es preocupant­e, sin embargo, que el mercado continúe muy desequilib­rado en materia cambiaria. Sin colocacion­es de deuda relevantes y además por efecto de la sequía, la oferta de dólares cayó significat­ivamente en lo que va de 2018. Sin embargo, la demanda se mantiene firme. El atesoramie­nto se ubica en más de u$s 1.500 millones mensuales, turismo se lleva otros u$s 800 millones y el déficit comercial alrededor de otros 1.000 millones mensuales. A eso se suma otra fuente de presión que son los créditos hipotecari­os: el público recibe los pesos del préstamo pero inmediatam­ente compra dólares para pagar la vivienda. Según el Central, representa unos u$s 600 millones más por mes.

La expectativ­a es que, al menos en los próximos dos meses, los dólares del agro ayuden a estabiliza­r el mercado cambiario. El problema es el segundo semestre, cuando se reduce el ingreso de divisas del campo, mientras que tampoco habría ingreso significat­ivo por otros canales, como las emisiones de deuda. Sólo resta determinar si habrá más entrada por parte de inversores, tanto para la economía real como para apuestas financiera­s.

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