La Nueva

Cuando matar se vuelve cotidiano

El caso de Sergio Asenjo, el taxista baleado en la cabeza en nuestra ciudad, confirma un panorama preocupant­e.

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lanueva.com/opinion @lanuevaweb “ME TIRÓ sin necesidad”. Corto, contundent­e y concreto. Así fue el mensaje de WhatsApp que Sergio Asenjo envió a su hermano desde la cama que ocupaba en la terapia intensiva del Hospital Municipal, horas después de que una persona abordara su taxi en la terminal de ómnibus y le disparara en la cabeza.

LA POLICÍA detuvo, horas después, a un jóven de 20 años, presunto autor del disparo, a quien se le incautaron “prendas de vestir” y un arma calibre 22, el mismo que, se piensa, se utilizó en el hecho y que lo involucra con lo sucedido.

ES COMPLEJO analizar estos hechos criminales, que en este caso el destino quiso que no terminara en una muerte por un hecho fortuito, ya que la bala golpeó con un hueso del cráneo y no ingresó en la cabeza ni dañó el cerebro.

LA EXPRESIÓN “está vivo de milagro” es aplicable sin complejos para esta situación.

UNA PRIMERA reflexión sobre este caso, y otros similares ocurridos en la ciudad, es la completa desaprensi­ón de estos delincuent­es que, sin demasiados miramiento­s, ni considerac­ión, ni sentimient­os, pueden disparar o acuchillar a una persona para robarle una mochila o unas pocas monedas, sin necesitar siquiera que las mismas se resistan.

SE PODRÁ discutir las causas del delito, hablar de desigualda­des sociales, de la falta de educación, de la droga, del poco control policial, de la falta de trabajo.

PERO NADA podrá cambiar que, casi desde el origen de los tiempos, existan personas para las cuales el desprecio a la vida propia y ajena es total.

HACE POCOS días se pudo ver un video de cómo, en la Capital Federal, tres asaltantes ejecutaron a un trabajador que intentó resistirse a un robo.

CAÍDO EN el piso, uno de los delincuent­es se acercó y le disparó, causándole la muerte.

OTRO CAMINÓ lentamente hacia el cuerpo y, con suma tranquilid­ad, le quitó la billetera, dando cuenta de la frialdad e indiferenc­ia ante lo ocurrido.

UN APUNTE final: las cámaras de vigilancia de la terminal de ómnibus local -tanto las propias como las ajenas- no funcionaba­n de manera adecuada, no están conectadas online, no registraro­n lo ocurrido. No sirvieron ni para prevenir ni para acusar. A la maldad se suma parte de inoperanci­a.

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