La Nueva

El emergente más vulnerable

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Según el ministro de Finanzas, Luis “Toto” Caputo, el Gobierno se había preparado para un contexto internacio­nal más complicado, marcado por una tendencia al alza de las tasas en Estados Unidos y el fortalecim­iento del dólar a nivel global. Es cierto que el Gobierno salió a colocar deuda por u$s 9.000 millones en la primera semana del 2018 para cubrir una parte sustancial de las necesidade­s financiera­s del año. Pero nadie imaginó, sin embargo, el nivel al que llegaría el ataque especulati­vo que azotó al mercado local en las últimas dos semanas.

La liquidació­n de Lebac por parte de inversores extranjero­s que no quisieron pagar el impuesto a la renta financiera fue apenas la llama que desató un verdadero incendio. El Banco Central intentó apagarlo prendiendo la canilla, con tímidas subas de la tasa de interés, pero no alcanzó. Como tampoco las enormes cantidades de reservas vendidas para abastecer el mercado y tratar de controlar al dólar.

Mauricio Macri ya había vaticinado lo que vendría a fines del año pasado, cuando reconoció que la economía argentina era “muy vulnerable”. Aludía así a los altos niveles de déficit fiscal y la necesidad de acceder al financiami­ento externo para hacer frente al rojo de las cuentas públicas. Pero poco hizo para cambiar esa realidad. Se optó por continuar con un plan extremadam­ente gradualist­a, que recién elimina el déficit primario para el 2021, mientras al mismo tiempo aumentan los intereses de la deuda.

Se trata de una política sostenible en la medida que no se complique el “frente externo”, es decir mientras las tasas permanecen bajas y los inversores están dispuestos a sostener el financiami­ento para países emergentes. Pero esta realidad comenzó a revertirse en los últimos treinta días. Y esto se reflejó en la devaluació­n de las principale­s monedas de este bloque de países, como el real, el rublo y la lira turca. Todas perdieron entre 6% y 9%.

Argentina no fue la excepción, con un agravante: cualquier movimiento del dólar genera rápidament­e una fuerte reacción de los consumidor­es y también de los inversores. Este cambio de contexto internacio­nal encontró al Gobierno además mal parado. El Central había decidido desde marzo intervenir en el mercado para evitar un salto del tipo de cambio. Y defender al mayorista en $ 20,20 le hizo perder millonaria­s reservas, que obviamente no se recuperan con facilidad. Recién esta semana dejó que el dólar se deslice, equiparand­o lo sucedido en otros mercados.

La suba de la tasa de interés por parte del BCRA desde el 27% al 40% es una acción desesperad­a pero al mismo tiempo inevitable en medio de un ataque especulati­vo, expresado en una fuerte corrida cambiaria y venta de activos financiero­s como acciones y bonos argentinos. Así se hizo en el 2002, cuando a la salida de la Convertibi­lidad el dólar llegó a valer $ 4.

En ese momento, el Central a cargo de Mario Blejer puso la tasa en el 100% hasta que logró calmar al mercado. Pero no se vendió un solo dólar, sencillame­nte porque el BCRA no tenía reservas. Ahora, en cambio, se venía optando por un camino intermedio que no dio el resultado: subir las tasas muy gradualmen­te pero al mismo tiempo vender dólares. Esa indecisión fue percibida por el mercado. Grandes bancos y fondos internacio­nales comenzaron a especular y forzaron la devaluació­n del peso aún en medio de la intervenci­ón del Central.

Con un alto déficit fiscal, Argentina quedó muy expuesta y con altos niveles de incertidum­bre. El acceso a los mercados quedó clausutidu­mbre.

Macri ya había vaticinado lo que vendría a fines de 2017, cuando reconoció que la economía argentina era “muy vulnerable”. La incógnita es cómo sigue el segundo semestre. Tras semejante cimbronazo segurament­e entrarán menos dólares o no entrarán.

rado segurament­e por varios meses. Y ahora todo dependerá de seguir buscando financiami­ento local, pero claramente a niveles de tasa mucho más altos. El propio Central deberá refinancia­r millonario­s vencimient­os de Lebac el 15 de mayo, por más de $ 650.000 millones. Y deberá pagar una tasa bien superior al 30% para refinancia­r. Lo mismo le sucederá al Tesoro cuando salga a buscar dinero fresco para cubrir el bache financiero en lo que resta del año.

Ahora el Gobierno deberá cumplir con el compromiso de achicar el déficit fiscal ya no a 3,2% del PBi sino a 2,7%. Ese medio punto adicional implica menos necesidade­s de financiami­ento de alrededor de u$s 3.000 millones para el 2018. El ajuste es bienvenido pero llegó recién después de una corrida cambiaria que obligó a elevadas suba de tasas, que compromete­n el crecimient­o económico en lo que resta del año.

Está claro que esta crisis cambia el panorama del 2018. El primer trimestre fue excelente en términos de actividad, con una expansión superior al 4%, aunque con un nivel inflaciona­rio alto. Este segundo trimestre mostrará sobre todo los efectos de la sequía, por lo que el crecimient­o estará cercano a 0.

La gran incógnita es cómo sigue el segundo semestre. Luego de semejante cimbronazo segurament­e entrarán muchos menos dólares o directamen­te no entrarán. Será difícil que se concreten muchos planes de inversión, ante el aumento de la incer- Y por lo tanto no será fácil que la economía sostenga la recuperaci­ón que venía manteniend­o desde principios del año pasado.

Por supuesto también habrá que seguir con atención el contexto externo. Hasta qué punto la suba de las tasas de interés en Estados Unidos sigue impactando sobre las economías emergentes. O si los inversores recuperan el apetito por activos más riesgosos y vuelven a elegir a la Argentina. Pero difícilmen­te se aleje mucho la volatilida­d que afectó a los mercados en las últimas semanas. La única receta posible en esta circunstan­cia es insistir con la baja del déficit, animarse a dejar flotar el tipo de cambio y reducir la dependenci­a del financiami­ento internacio­nal en lo que resta del mandato de Macri.

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ARCHIVO LA NUEVA.
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