Pese al FMI, no se despejó la incertidumbre
El arranque de las ne- gociaciones con el FMI fue satisfactorio en esta primera etapa, según la visión del Gobierno. Por un lado, los negociadores del ministerio de Hacienda encontraron buena predisposición de los técnicos y de la propia titular, Christine Lagarde, para llegar a un acuerdo. Pero lo más importante es que el acercamiento logró el efecto esperado en los mercados: frenar la desesperada venta de activos de las últimas jornadas, que amenazaba con enviar a la economía directamente a una nueva recesión.
El Fondo es considerado el prestamista de “última instancia”, una definición que lo dice todo. Es al último que se puede recurrir para buscar el financiamiento que requiere la reducción gradual del déficit fiscal. Claro que ahora son ellos los que tienen la última palabra. Si bien desde Washington venían elogiando el programa del Gobierno, hay un tema que preocupa a los duros técnicos del FMI: ¿hasta qué punto liberar dólares para financiar la fuga de capitales de la Argentina?
Más que el déficit fiscal, lo más preocupante que presenta la economía argentina es su gran rojo de cuenta corriente, que supera el 4,5% del PBI. Esto significa la necesidad de conseguir unos u$s 35.000 millones anuales para hacer frente a esa salida de capitales, motivada por el déficit de balanza comercial, pero también por el pago de intereses de la deuda, turismo y de los propios ahorristas argentinos que compran divisas para atesoramiento.
Mientras tanto, en el equipo económico festejan que al mercado volvió cierta tranquilidad, contra la promesa de una nueva lluvia de dólares al país. Pero una vez más no se trata de divisas que entran para inversiones de largo plazo como se había dicho desde el primer día de la ges- tión macrista, sino de aportes de organismos multilaterales ante una situación desesperada. Pero son las reservas del Central y esa promesa de recursos nuevos los que por ahora consiguieron calmar el pico de ansiedad del mercado. En los primeros dos años también hubo ingreso de dólares pero a través del canal financiero. Fue plata que entró muy rápido para aprovechar altas tasas de interés, pero que no dudó un segundo en irse cuando el contexto internacional comenzó a complicarse.
Aunque subieron las acciones y empezó a caer el riesgo país, no se calmó el mercado cambiario. ¿Cuál es el motivo? Básicamente que la demanda de dólares viene superando con amplitud la oferta y la situación no cambió sustancialmente más allá de las negociaciones en curso. Incluso en los últimos días se reflejó un aumento de la demanda por parte del público,
El Fondo Monetario Internacional es considerado el prestamista de “última instancia”, una definición que lo dice todo.
La preocupación principal del FMI no pasa por el rojo fiscal, sino por el déficit de cuenta corriente, reflejado en una fuerte salida de dólares.
ante la incertidumbre que generó el anuncio de recurrir al FMI. Según las entidades, esa demanda aumentó 30% en los últimos días.
Se trata de una situación paradójica. Mientras que los dólares que llegarían del Fondo consiguieron calmar la ansiedad de los grandes inversores, sucedió todo lo contrario con la gente. Por eso, el Gobierno está preocupado por explicar por qué esta vez un programa con el FMI tendrá una connotación distinta. “No queremos seguir dependiendo de lo que pase en los mercados en un contexto de alta volatilidad. Con la plata del Fondo nos podemos quedar tranquilos”, explica el ministro de Finanzas, Luis Caputo. Pero se trata de un argumento que no convence al público. O ante la duda el ahorrista siempre prefiere recurrir a la seguridad del dólar.
El Central tuvo que volver a vender dólar por montos muy significativos, pero no consiguió la calma ante un feroz cambio de portafolio de quienes se pasan de pesos a dólares. La divisa superó los $ 24 y plantea grandes interrogantes de cara al megavencimiento de Lebac, por $ 670.000 millones, del próximo martes.
En tanto, reina la cautela. Las negociaciones con el Fondo, se aclaró, van a demorar varias semanas. Y nadie tiene claro hasta dónde llegarán las condicionalidades del organismo para prestar, ni si tendrán aceptación política. Ni siquiera se sabe cuál es el monto al que realmente podría acceder la Argentina. Pero por las dudas que no se alcancen los u$s 30.000 millones que se salieron a mencionar, se llevan adelante conversaciones con el BID, Banco Mundial, la Corporación Andina de Fomento, y varios bancos privados para que también aporten recursos.
La preocupación principal que tiene el organismo no pasa por el rojo fiscal, sino por el déficit de cuenta corriente, que se refleja en una fuerte salida de dólares anuales. El rojo comercial, los viajes al exterior, el atesoramiento de divisas por parte del público y los intereses de la deuda son los principales componentes de ese desbalance. ¿Estará realmente dispuesto el FMI a presta para seguir financiando la fuga de capitales? Es el punto central que se discutirá en las próximas semanas.
Todavía es prematuro para sacar conclusiones sobre por qué se llegó a este momento. Sin embargo, queda claro que el cambio de tasas internacional explica una porción menor de lo que se está viviendo. Y la decisión de acudir a un programa con el FMI generó lógicos temores entre la gente, que venía escuchando un relato totalmente distinto por parte de Macri y los principales funcionarios del equipo económico.