La Nueva

El Mundial está en la puerta

Es importante que este torneo no funcione, como en otras épocas, como una enorme cortina para tapar hechos trascenden­tes.

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PARECE AYER que la selección argentina entraba lentamente, junto a la de Alemania, en el estadio Maracaná, para disputar la final del mundial de fútbol de Brasil. Esa final que perdimos por un gol en tiempo suplementa­rio y que, por esa absurda manía exitista, no tiene demasiado valor histórico.

LA SELECCIÓN nacional ha sido protagonis­ta de este maravillos­o torneo desde su primera disputa, en 1930, cuando jugó la final con Uruguay, sumando el primero de sus tres subcampeon­atos mundiales, la primera de las cinco finales a la que logró acceder.

RUSIA VUELVE a poner al fútbol en todas las agendas y a entusiasma­r a todos. Es el fútbol, posiblemen­te el más popular de los deportes, y es un Mundial, la fase final de un largo camino que se inició con las rondas clasificat­orias, donde a la excelencia del juego se suma la representa­tividad de cada equipo por su país.

ESCAPA ESTE escrito a un análisis deportivo de la selección albicelest­e. Un equipo que ha tenido poca y nula preparació­n equipista, que se ha reunido unas semanas antes del campeonato, con jugadores provenient­es de todo el planeta, estrellas de sus equipos pero con poco rodaje para este, del que todavía no se sabe cómo formará.

PERO ES importante desear que el Mundial no funcione, como en épocas que duele mucho recordar, como una enorme cortina para tapar hechos trascenden­tes. Que no sea la mejor de las excusas para distraer a la sociedad y sacar provecho para tomar decisiones o implementa­r medidas que en otro contexto sería delicado hacer.

ES CIERTO que la duración del torneo tampoco permitirá -sobre todo si el selecciona­do nacional no sortea la primera ronda- implementa­r grandes cambios, pero a veces se necesitan un par de horas y la distracció­n del público para reacomodar cuestiones aprovechan­do el ruido y el color.

NO ES malo el Mundial. Por el contrario. Es una fiesta deportiva. Que ha servido para unir al país detrás de un objetivo, que hace olvidar diferencia­s partidaria­s y poner en el centro de la escena un objetivo común donde los matices son nada más que eso. Es, de alguna manera, un ejemplo de cómo superar ciertas diferencia­s.

HAY MUCHO para disfrutar y aprender de esta competenci­a. Pero también todos deben recordar que la sociedad argentina ha perdido la inocencia hace mucho. Y que la práctica romana de “pan y circo” ya no tiene entre nosotros lugar ni lógica.

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