La Nueva

Milagro: Gabriel Gomiz cuenta cómo logró salir de una grieta de ocho metros.

Gabriel Gomiz pudo salir de una cavidad de 8 metros de profundida­d, en la superficie helada del cerro Tronador.

- Ricardo Sbrana rsbrana@lanueva.com

Cuando vas a la montaña sentís que vas a otro planeta. Es vivir una aventura. Algo fuerte. Dependés de lo que llevás en la mochila.

Gabriel Gomiz empezó escalada como todos. Primero con algo de treking en nuestra región serrana. Después se probó en el cerro Tres Picos. La adrenalina hizo el resto. Hoy, con 40 años, ya coronó 6 de los 10 picos de más de 6.500 metros de nuestro país, entre ellos el Aconcagua en 2013. Los últimos, en febrero pasado: el monte Pissis (tercero en el ranking nacional, 6.793 metros) y el volcán Walther Penck (6.660).

“Cuando vas a la montaña sentís que vas a otro planeta. Es vivir una aventura. Algo fuerte, porque dependés de lo que llevás en la mochila. Nos gusta esa sensación de estar desconecta­dos sin señal de celular, sin nada. Pero tiene sus riesgos. Y hasta esta oportunida­d, `riesgo´ era sólo una palabra”.

Con ese espíritu aventurero y los conocimien­tos técnicos requeridos, el domingo 1 de abril a las 4 de la mañana Gomiz y otras tres personas dejaron la carpa e iniciaron el ascenso a la cumbre del cerro Tronador (3.491). La ruta incluyó un breve descenso, de unos 150 metros, por un sector llamado Filo de la Vieja. Literal: un filo, dos caras de hielo...

Afrontaron esa etapa a las 9. Mañana serena y soleada, como pocas a esa altitud. “¡Un día ideal para escalar”, pensaron los cuatro. “Fuimos por la ruta normal con el equipo que hay que llevar. Todo lo necesario para el tránsito sobre glaciar, como el equipo de rescate en grieta. Caminamos encordados, para asegurarno­s todo el equipo (integrante­s). Hemos hecho cerros de mucha más altura en el país, pero la dificultad del Tronador tiene que ver con los glaciares que contiene. Presenta abundante tránsito en el hielo. Es bastante más técnico que las rutas normales de otras montañas”, explicó Gomiz.

Pero en ese lento descenso sobre la nieve helada y con la vista enfocada en la pendiente, al llegar a un desnivel o “resalte”, quien iba primero (Alex Ronda Parenti) se cayó. El latigazo arrastró a los demás en una caída libre de unos 200m. hacia una grieta.

“No sabemos si resbaló o le falló el grampón. Perdió la estabilida­d y nos arrastró para abajo por una pendiente de unos 60 grados. Justo se había dado vuelta para hacer lo que llamamos destrepar, que es bajar de espaldas al incrementa­rse la pendiente. Hizo dos o tres pasos y se fue abajo. Yo iba segundo detrás de Alex. Después la mujer de Juan Pablo (Eliane Rousillo) y último Juan Pablo (Barone)”, dijo Gomiz.

El que sigue es su relato. Un relato de superviven­cia.

Los salvó el que no cayó

-¿La hilera descendió formada de acuerdo con algún patrón técnico?

-Juan Pablo iba último por ser el guía y el de mayor experienci­a entre los cuatro. Veníamos de cinco horas de transitar el glaciar por distintos lugares en los que el piso parece firme, pero todo glaciar tiene grietas abajo que uno no ve. Esas grietas están tapadas por puentes de nieve, que se endurece en la noche y se ablanda de día. No sabés ni donde está, ni qué estabilida­d y espesor tiene. Lo clásico en un glaciar es que alguien en algún momento se caiga en una grieta porque el puente cede. Por eso se va encordado, sinó no hay chance de sobrevivir si uno cae. Pueden ser 3 metros o 100 de profundida­d. Una cordada de cuatro está muy bueno porque quedan tres personas para sostener el peso del que va primero si cae. Y el último es el de mayor experienci­a porque es menos probable que caiga. Es quien tiene las técnicas y sabe los procedimie­ntos para asegurar la cordada al hielo y cómo armar un sistema de poleas para sacar a la persona de la grieta.

-Cayó esta persona y vos, inmediatam­ente detrás de él.

-Sí, nos voló de la montaña, de la ladera. Caímos deslizando unos 150 o 200 metros, porque eso me lo marcó el altímetro. Caímos descontrol­ados, a pesar que llevábamos una piqueta o piolet, que es como un hacha de hielo. En general se la lleva en la mano derecha y preparada para que, en el caso de caída, girar y con todo el peso del cuerpo clavarla para detenerse. A Alex se la voló de la mano inmediatam­ente. A mí la montaña me sacó hacia adelante y me hizo caer de boca. En esa caída, cuando choqué con las manos me voló la piqueta. Tampoco pude internar la maniobra. Y los chicos que nos seguían de arriba me contaron que vinieron toda la caída haciendo la maniobra de autodetenc­ión, con la piqueta intentando clavarla. Pero nunca pudieron porque la nieve estaba muy dura. Esos cien metros fueron de caída descontrol­ada. Yo iba mirando hacia adelante y apenas vi la grieta, pensé que nos matábamos.

-Una película interminab­le.

-Es el terror en este tipo de montañas: caer en las grietas. No sé a qué velocidad caíamos, tal vez 60 kilómetros por hora. Pero sentí el terror al ver que la misma pendiente nos iba llevando hacia la boca de una grieta gigante. De hecho íbamos gritando... Alex no la veía porque iba cayendo mirándome a mí.

-En el video del rescate se ve la grieta como una cavidad, más que como algo angosto y abismal.

-Era muy grande, diferente a las grietas clásicas de los glaciares que son más finitas y profundas. Pero desde arriba no lo sabíamos. A parte la ví sólo un segundo en la caída. Una flash. Pensé que caeríamos y no habría chance. Pero pasó que la grieta, a unos 10 o 12 metros de profundida­d, tenía un piso de nieve endurecido y había hecho como un base, en la que caímos. Porque la grieta seguía para abajo, por los bordes. Como una formación de nieve que con las avalanchas del invierno se ha ido pegando a las paredes de la grieta y acumuló ahí y generó un piso. Con tanta suerte que lo generó a una profundida­d suficiente como para no rompernos todo. Ni tan a poca profundida­d como para pasar de largo. La caída nos fracturó a todos. Yo sufrí fractura de la quinta vértebra dorsal, sin desplazami­ento. Elián, la chica, se quebró el tabique y no recuerda cómo. Caímos sobre la nieve, que estaba dura como el hielo. Que es como caer sobre asfalto.

-¿Cómo fueron esos primeros momentos al caer en la grieta?

-Yo golpeé con la espalda y quedé tirado en el piso. Nunca en mi vida sentí un golpe así. Pensé que no me levantaría más... Me dolía mucho el pecho y me costaba respirar. Pero a los segundos intenté

mover brazos y piernas y las moví. Me arrodillé y vi a Alex que había caído en un lugar menos profundo, de unos cuatro metros. También la vi a Elián. Apenas le vi la pierna me di cuenta que la tenía fracturada. Su cara estaba llena de sangre. Pero lo que más me desesperó fue no ver a Juan Pablo. No estaba en la grieta. Intenté pararme pero me maree y caí al piso. Cuando pude levantarme, me acerqué a Alex y revisamos a Elián. Empecé a gritar hacia afuera de la grieta para ver si lograba comunicarm­e con Juan. No oíamos nada. Hasta que en un momento nos gritó él. Nos dijo que se había fracturado. Cayó afuera de la grieta y quedó colgado de la cuerda porque al caer nosotros en la grieta le actuamos como ancla, frenamos la cordada. El pegó contra un borde de la grieta que actuó como rampa y cayó del otro lado. Quedó a unos cinco metros, colgando de la cuerda. -¿Cómo salieron?

-Lo primero fue asegurar al grupo al hielo, con un tornillo y una estaca de hielo. Aseguró la cuerda porque él no veía dónde estábamos. No sabía que la grieta tenía un piso. Creyó que estábamos colgando de la cuerda. Cuando logró comunicars­e con Alex, le tiró una cuerda y fue el primero que salió. Con el kit de rescate en grieta Alex armó un sistema de polea para sacar a Elián, que por sus heridas no podía colaborar. Me tiró la cuerda, encordé a Elián y la sacamos. Después salí yo escalando con una piqueta. Pero complicado porque iba subiendo por la grieta y la pared de la grieta se iba cayendo a pedazos. Había que tener mucho cuidado. Cuando salimos, armamos dos sistemas de anclaje al hielo. En uno pusimos a los dos fracturado­s. En otro seguro nos encordamos Alex y yo, a unos 5 metros. Dos grupos por la dudas que el hielo cediera o algo. Mientras pasaba todo esto, Juan contactó con guardaparq­ues y dio aviso de lo ocurrido.

“Pudimos evitarlo”

El operativo de rescate se organizó en 3 horas. Y, desde que cayeron en la grieta hasta que el helicópter­o los dejó en Bariloche, pasaron 9 horas. Una curiosidad fue que a Gomiz lo subieron primero. “Sacan a quienes más probabilid­ades tienen de vivir”, dijo Gabriel.

-En el estado de tu perfil de Whatsapp se lee “Resucitado”.

-Je, me siento así desde ese día. Estoy viviendo en bonus... Mientras esperábamo­s a los rescatista­s se vivían momentos muy tensos. Sabíamos que venían pero estábamos rotos ahí arriba. Yo sentía mucho dolor interno y mi miedo era tener alguna hemorragia por dentro que no supiera y que me estuviera actuando. En un momento tiramos un chiste, porque la noche previa habíamos estado hablando que los cuatro éramos ateos y que estábamos ahí el domingo de Pascua. Mientras esperábamo­s el helicópter­o les dije: “Domingo de resurrecci­ón”. Me salió así. Fue un momento muy gracioso, pero sabemos que algo pasó ahí. -¿Hoy creés en un ser superior?

-No, no es que crea en Dios, pero algo puso esa plataforma en la grieta para que no nos matemos. Porque si esa grieta no hubiera estado, hubiéramos caído mil metros más hasta el fondo del glaciar. No había chance. Esa grieta nos terminó salvando. En general la grieta te mata, pero a nosotros nos salvó. Aparte, en un día ideal. Si vos tenés que elegir un día para ir a la montaña, por condición climática era ése. Y la montaña no nos hizo nada. En otros lugares, la montaña te ataca, te genera una avalancha, el piso se te cae, vas pasando por un roquero y cae un pedazo de piedra o un bloque de hielo. Acá fue nuestro error. Pero en ese momento, algo o alguien nos salvó.

-¿Te vas a tomar un tiempo para reflexiona­r o mirás para adelante en búsqueda de nuevos desafíos?

-Por ahora quedé muy shockeado. El problema es lo anímico. El riesgo está siempre y lo sabemos. Quiero dejar pasar un poco el tiempo y ver si me pasa como antes, que pasaba meses sin hacer montaña y sentía esa necesidad ir. O no.

-¿Volvieron a hablar entre el grupo después del accidente?

-Sí, charlamos. No hablamos todavía de las causas del accidente, de nuestros errores, que los hubo. Eso quedará para hablar en algún momento cuando los demás estén recuperado­s. Porque fue como dicen en la aviación, que los accidentes ocurren por un encadenami­ento de errores. No por uno solo. Donde cortés la cadena del error lo antes posible, mayores chances de evitar el accidente. Y nuestro accidente ocurrió por un encadenami­ento de errores. Pudimos evitarlo. Ahora gracias a que la vida nos dio otra oportunida­d, tendremos que aprender de ellos si queremos seguir en la actividad.

Tal vez caíamos a 60 kilómetros por hora. Sentí terror al ver que la misma pendiente nos iba llevando hacia la boca de una grieta gigante.

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Gabriel, tras el intento en el cerro Tronador. En los últimos días le dieron el alta médica.
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Después de esta selfie, sobre el Filo La Vieja, se produjo la caída (hacia la derecha de la foto).
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FOTOS: LA NUEVA Y GENTILEZA GABRIEL GOMIZ Alex, minutos antes de caer, al descender sobre la pendiente a su izquierda, y arrastrar al resto.

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