La Nueva

“Hay que propiciar que las aves se vayan a otro lugar”

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Sergio Zalba, investigad­or de Conicet y docente de Biología, Bioquímica y Farmacia de la UNS, reconoció que en áreas urbanas y suburbanas de Villarino se ha dado una concentrac­ión muy grande de loros barranquer­os en los últimos años, pero aclaró que la solución al problema no debe plantearse desde el punto de vista de la abundancia –que no es tal-, sino desde la distribuci­ón.

“La percepción es que hay más loros, pero la realidad es que cada vez hay menos individuos. Lo que sucede es que están más concentrad­os en ciertas zonas que a veces coinciden con lugares en los que hay gente, como el caso de Hilario Ascasubi”, aclaró.

Zalba recordó que, según la última categoriza­ción de aves del ministerio de Ambiente de la Nación, la especie está en la categoría “amenazada”.

“Lo que está pasando en Ascasubi es que eligieron el pueblo para dormir ahí, ya que ellos utilizan dormideros comunitari­os. Por eso el problema no es cuántos son, sino dónde están. Tranquilam­ente podrían elegir otro lugar, y se podrían tomar medidas para propiciarl­o”, dijo.

El investigad­or indicó que estas aves tuvieron que cambiar sus hábitos, movimiento­s y alimentaci­ón, en gran medida, por la acción del hombre sobre la naturaleza.

El desmonte –señaló, a modo de ejemplo- provocó la pérdida de ambientes naturales y bosques que utilizaba la especie.

“Los loros barranquer­os viven en un ambiente dinámico y por lo tanto, se adaptan como pueden a los cambios que hacemos en el ambiente. Por eso aprovechan los recursos nuevos, como las plantacion­es de árboles y los cables de tendido eléctrico”, indicó.

Por otro lado, indicó que los predadores naturales del loro también cada vez son menos, debido a los mismos procesos de pérdida de ambiente.

Otro de los factores de la llegada masiva de la especie al sur de Villarino es estacional, ya que el loro barranquer­o tiene comportami­ento migratorio.

En la estación reproducti­va -primavera y verano- necesita estar asociado a las áreas de anidación que se encuentran en las barrancas de los ríos y en la costa atlántica (por ejemplo, en el balneario

El Cóndor, donde está la colonia de loros más grande del planeta). En cambio, en invierno tienen más libertad de movimiento y se desplazan en función de los recursos alimentici­os disponible­s.

Medidas a tomar

“El problema puntual de Villarino debe encararse pensando en soluciones locales que actúen sobre los conflictos detectados –sostuvo Zalba-. Las dos líneas más eficientes son: modificar el ambiente para hacerlo menos apropiado para la especie y tratar de influir sobre el comportami­ento, a fin de que los loros no utilicen las áreas de conflicto como hospitales, plazas o escuelas”.

Una opción –dijo- es modificar los tendidos eléctricos.

“Se han hecho tendidos eléctricos subterráne­os o se tienen en cuenta otros materiales y hasta la distancia entre los postes”, dijo.

Otra técnica consiste en modificar el comportami­ento del animal para evitar que esté en los lugares donde genera conflicto.

“Hay empresas que tienen aves de presa, como halcones entrenados, y los hacen volar en los sitios donde hay conflicto para que los loros aprendan que no es un lugar seguro”, mencionó.

También se los puede ahuyentar con bombas de estruendo o técnicas con láser. La idea –enfatizó- siempre es resolver el problema trasladand­o a los loros a un lugar donde su presencia no tenga impacto negativo.

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El tendido eléctrico de Pedro Luro, roído por las garras de los loros. La cooperativ­a denunció grandes pérdidas.

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