La Nueva

Las cosas en su lugar

- por Carlos R. Baeza Carlos R. Baeza es abogado constituci­onalista. Vive en Bahía Blanca.

Nunca ha sido mi estilo polemizar con lectores que sustentan criterios distintos a los que expongo en mis periódicos artículos en este medio. Pero distinto es el caso cuando se me endilga omitir, olvidar, o guardar silencio en torno a un sinnúmero de hechos y personajes acerca de los cuales no he emitido juicio u opinión alguna. Y esto es lo que ha ocurrido con el interesant­e artículo publicado por mi colega, el Dr. Miguel Ángel Asad, quien con el respeto que cabe esperar de un caballero, ha efectuado una serie de cuestionam­ientos a mi artículo del pasado 2 de junio (“La patria estuvo en peligro”) y que, con igual respeto, entiendo que al no compadecer­se con el tenor del mismo, me llevan a formular estas aclaracion­es.

1° Mi artículo se basó en la campaña que bajo el lema “La patria está en peligro” concluyó con un multitudin­ario acto, y respecto a la cual entendí -y sigo entendiend­o- que no respondía a la realidad de nuestro país. De allí y partiendo de quienes habían sido los impulsores de la movida, esto es, referentes del anterior gobierno, traté de demostrar algunos momentos en que la patria supo estar realmente en peligro por el actuar, precisamen­te, del mismo movimiento político. Al respecto, se me endilga haber mencionado solo a algunos personajes presentes en el acto, tales como Echarri, D’Elía, Kicillof o Baradel, “ignorando sospechosa­mente la concurrenc­ia de las más de 350.000 personas restantes”. Estimado Dr. Asad: como usted comprender­á sólo pude aludir a quienes en los medios encabezaba­n la campaña o se encontraba­n en el palco y que por su rol son ampliament­e conocidos; pero dado que salgo poco y menos a la Capital, no pretenderá que igualmente conozca al resto de los concurrent­es, cuyo número y asistencia nunca puse en duda.

2° Para confrontar los hechos que cuestionab­a recurrí a dos ejemplos: primero, el papel de Perón en los golpes de 1930 y 1943 y su aprobación del de 1966, y luego a episodios ocurridos durante la presidenci­a constituci­onal del mismo Perón así como a las violentas frases a las que supo recurrir en su gestión. Como usted advertirá, estimado Dr. Asad, ninguna de estas circunstan­cias fueron me- ras opiniones, sino hechos concretos y probados en la historia y que usted mismo conoce sobradamen­te por ser un estudioso del tema a punto que no merecieron réplica en su artículo, lo que me lleva a concluir en que no hay discrepanc­ias en torno a tales hechos.

3° Donde sí debo discrepar es cuando usted afirma que Perón nunca acudió al FMI pues según dijera “antes de recurrir a esos organismos internacio­nales de crédito, me corto las manos”. Usted no puede dejar de recordar el decreto 3185/46 del 31 de enero de ese año cuyo artículo segundo disponía efectuar “las gestiones necesarias para la incorporac­ión de la República al Fondo Monetario Internacio­nal y al Banco Internacio­nal de Reconstruc­ción y Fomento”. Perón era el vicepresid­ente de ese gobierno presidido por Farrell al que recién renunciara el 8 de octubre de 1945; y siendo ya presidente, el 26 de junio de 1946 en el Boletín Oficial insistió en la petición alegando que “El gobierno de la Nación Argentina no puede permanecer indiferent­e a la reorganiza­ción financiera internacio­nal de la comunidad de naciones de que forma parte” No obstante el FMI nunca acogió el pedido acusando al gobierno de no haber cumplido la promesa de tomar medidas contra los agentes nazis en el país, entre otras razones. Creo que usted tampoco olvidará el préstamo de 125.000.000 de dólares por el Eximbank a comienzos de 1950.

4° Pero la parte más sustancios­a de su crítica es cuando -creo suponer por mi portación de apellido- enumera una serie de hechos y personajes vinculados al radicalism­o acerca de los cuales no es cierto que incurra en omisión, olvido o silencio, sino que no eran materia de análisis. Para su tranquilid­ad, le sugiero leer mi ensayo “La forma republican­a y el caso argentino” (Dunken, 2016, págs. 40 a 56) donde analizo todos los golpes de Estado habidos en el país, como igualmente los intentos fallidos del radicalism­o en 1890, 1893 o 1905, este último, con levantamie­ntos en nuestra ciudad; amén de sostener el papel prepondera­nte de este partido en el golpe de 1955. No creo, de todos modos, que pretenda equiparar el peligro para la República que significar­on los golpes de 1930 o 1943 con el desarme de la base Marambio o la fábrica militar de Córdoba, entre otros hechos acerca de los cuales me imputa guardar silencio, cuando no fueron materia de mi artículo.

5° Estimado colega: usted me sugiere que “vaya computando los muertos y las manos radicales manchadas de sangre. Verá la diferencia con los muertos, torturados y desapareci­dos que siempre puso el peronismo”. Creo, Dr. Asad, que no hay diferencia entre muertos y torturados de unos y otros, y en tal sentido le ruego relea mi nota cuando aludo a la Triple A y a los grupos terrorista­s que asolaron el país. Si usted pretende traer a la palestra otros nombres, puedo recordarle a Lombilla; Solveyra Casares; Amoresano o los hermanos Cardoso.

6° Ninguno de los episodios y personajes que en su extensa lista menciona, guardan relación alguna con mi nota, a no ser -claro está- que se pretenda que al demostrar fehaciente­mente los hechos a los que sí hiciera mención, los mismos quedarían sin respaldo frente a los nuevos episodios que usted introdujo y que no fueran materia de mi análisis. Siendo así, y al menos de mi parte, agradezco su preocupaci­ón por esta temática y doy por terminado el intercambi­o, no sin antes saludarle muy cordialmen­te.

“El Dr. Miguel Ángel Asad, con el respeto que cabe esperar de un caballero, ha efectuado una serie de cuestionam­ientos a mi artículo ‘La patria estuvo en peligro’, lo que me lleva a formular estas aclaracion­es.”

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