La Nueva

La jornada en la que Cabildo vio alterada su paz habitual

En enero de 2002, un hombre que le recriminó a un policía una supuesta persecució­n, terminó matando al cuñado del efectivo, que pretendió interceder y poner fin a la disputa.

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El ambiente bucólico que particular­iza la vida de los cabildense­s se vio sacudido aquel 11 de enero de 2002, cuando una discusión derivó en la violenta muerte de una persona que aparenteme­nte no formaba parte originaria de la discordia.

El hecho se produjo, alrededor de las 18, en la vivienda ubicada en Chacabuco y Mitre, hasta donde el homicida había llegado a bordo de una camioneta Ford F-100, color roja, con vidrios polarizado­s, en compañía de un adolescent­e de 16 años, para reclamarle al policía Carlos Daniel Díaz -domiciliad­o en el lugar y cuñado de la víctima-, por el secuestro de la moto de su sobrino en el marco de una supuesta persecució­n.

El 20 de septiembre de 2005, y ante la prueba testimonia­l y pericial considerad­a incontrast­able, el Tribunal en lo Criminal Nº 3, integrado por los jueces Daniel Fabiana Castaño, Raúl Guillermo López Camelo y Pablo Hernán Soumolulou, de manera unánime, resolvió imponer una pena de quince años de prisión a Mario Raúl “Chiqui” Maciel, al considerar­lo autor penalmente responsabl­e del homicidio de José Luis Bastías (26).

El entonces delegado municipal Eduardo Bernat recuerda que a los Maciel “los había visto unas cinco o seis horas antes. Y creo que estaban alcoholiza­dos, al menos se olía. Recuerdo que era en plena crisis del 2002 y, a la salida de Cabildo, estábamos haciendo la única cuadra con personal de Bahía Blanca, y a mediodía yo les llevaba algo para beber”.

“Cuando me ven, paran tirándose al costado y (Mario) me dice que la policía lo estaba acosando, que tenía miedo y se iba a tener que ir de Cabildo. También me dijo 'lo voy a agarrar a Díaz'. Me parecieron que eran dichos de borracho y por eso le dije

“El tipo iba huyendo y no tenía gasoil en la camioneta. Yo estaba cosechando en un campo, entró y me pidió. Se lo presté sin saber lo que había pasado”.

'cuidate Chiquito, vos sos un chico laburador. Has trabajado bastante y tenido problemas con la policía'. En ese contacto traté aconsejarl­o, decirle que mantenga calma y que si los acosaba la policía hicieran la denuncia en la fiscalía de Bahía Blanca”, comentó.

El drama ya estaba declarado. Las dos personas llegaron hasta la vivienda de Díaz, quien fue insultado al salir a la vía pública, generando una situación que molestó a Bastías, quien había ido a visitar a su hermana, y pretendió salir en defensa de su pariente político.

“No me consta nada, pero en el juicio creo haber escuchado que Díaz, como fue amenazado y pensó que estaban con armas, fue a buscar su (pistola) reglamenta­ria y el pibe (por Bastías) le dijo 'che, pará que somos amigos' y lo mataron de una manera estúpida, porque lo hicieron con un arma calibre 14, un riflecito casi perdicero, pero le tocó una arteria principal y se desangró”.

El arresto

Los responsabl­es, tras un breve tiroteo, fueron atrapados recién un día después del homicidio, cuando se movilizaba­n por una zona de campos en la misma camioneta.

“Yo simplement­e me crucé con ese candidato, la policía me hizo una preguntas y tuve que ir a declarar al juicio, donde la fiscal (Olga) Herro me hizo preguntas que parecían que iban a un delincuent­e mayor que el tipo (por Mario Maciel). Me hizo pasar un momento de miércoles”, recuerda Osvaldo Bernat, hermano del exdelegado municipal.

Es que el hombre había

brindado testimonio.

“A mi izquierda estaba la fiscal y a la derecha la defensora oficial, y cuando me levanto del lugar (Maciel), levantando un dedo pulgar, me dice 'gracias Eduardo'... Me corrió un escalofrío. Yo quería que se hiciera justicia y dije solamente lo que vi, no lo que me habían contado”.

Finalmente, al igual que su hermano, Eduardo calificó como “difícil” la experienci­a que les tocó atravesar. respondido a un pedido de colaboraci­ón, sin saber lo sucedido.

“En Cabildo nos conocemos todos y a él (por Maciel) también lo conocía. El tipo iba huyendo y no tenía gasoil en la camioneta. Yo estaba cosechando en un campo mío, entró y me pidió. No era amigo, pero es muy común que, viviendo al lado de una calle, pase alguien pidiendo gasoil. Se lo presté sin saber lo que había pasado y ni siquiera considerar si me lo iba a devolver”, sostiene, sin ocultar el fastidio que le causó el interrogat­orio, porque “las preguntas eran muy puntuales. Ese hecho fue en enero y el juicio se hizo como dos años después. Me preguntan ¿cómo iba vestido? Y le dije no me acuerdo de la ropa que yo llevaba puesta; mire si dos años después me voy a acordar de la que llevaba Maciel”.

Trascendió en ese momento que el menor que acompañaba al imputado pretendió autoincrim­inarse en el homicidio, amparándos­e en su condición de adolescent­e, pero esa postura fue rebatida por los testigos y las pericias.

“Como habitante de Cabildo fue traumático porque solamente hubo un caso de asesinato muchos años antes. Nunca ocurren esas cosas en Cabildo, a lo suma una paliza; pero tiros, jamás”, concluyó Eduardo.

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ARCHIVO LA NUEVA. durante un pasaje del juicio oral y público en el que fue sentenciad­o a la pena de 15 años de prisión.
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