La Nueva

Bahía demuestra a diario que no es una ciudad fácil para los discapacit­ados

Mesas y sillas de bares, bancos, puestos de vendedores ambulantes, manteros, cartelería comercial, stands promociona­les de empresas, motos estacionad­as sobre la acera y baldosas rotas son los obstáculos más frecuentes.

- Pablo Andrés Alvarez palvarez@lanueva.com

“Bahía Blanca no es una ciudad fácil para las personas discapacit­adas”.

La frase de Carlota Elizari, directora del Centro Luis Braile, impacta por su crudeza.

Y no falta a la verdad. Una situación que altera la normal circulació­n peatonal en las veredas son los innumerabl­es obstáculos que se presentan: mesas y sillas de bares, bancos, puestos de vendedores ambulantes, manteros, cartelería comercial, stands promociona­les de empresas, motos estacionad­as sobre la acera, baldosas rotas...

Estos son solo algunos de los elementos que estorban a los peatones y que en muchos casos los obligan a caminar por la calle, o a cruzarse de vereda a cualquier altura de la cuadra a fin de esquivarlo­s y poder seguir camino.

Y aún más lo son para aquellas personas con discapacid­ades motoras que deben circular en sillas de ruedas o no videntes, quienes padecen aún más estas complicaci­ones cuando transitan por las calles de Bahía.

“Me he golpeado un montón en las veredas. Incluso, me he caído un par de veces. Una vez me tropecé y terminé dentro de una cámara séptica, que estaba sin señalizaci­ón”, contó Emilio Barbona, un no vidente nativo de Punta Alta, que viaja todos los días a nuestra ciudad para continuar con su rehabilita­ción.

En una rápida recorrida por el micro y macrocentr­o de nuestra ciudad, los carteles mal ubicados, andamios, mesas entorpecie­ndo aceras, quioscos de diarios que sobresalen, motos y bicicletas estacionad­as sobre las veredas son algunos de los múltiples escollos que deben sortear a diario.

Y a nadie parece importarle.

“La normativa está y es muy útil, pero lamentable­mente en algunos casos no se aplica y en otros no se controla”, señaló Alberto Rantucho, un abogado que perdió la visión a los 30 años.

Según esgrimió, las multas que se aplican son más baratas que los perjuicios económicos que se sufrirían por respetar la ordenanza.

“Muchos comerciant­es prefieren pagar cuando se los infraccion­a antes que cumplir con la ley”, explicó Rantucho.

Su conclusión parece simple: "No me parece que hagan falta mayores leyes o prohibicio­nes, simplement­e que las que ya existen se hagan cumplir. Con eso se nos solucionar­ía mucho la movilidad", consideró.

Y amplió: “Hay muchos obstáculos que podrían evitarse si la gente se pusiera en la piel de la persona discapacit­ada. Y muchas veces comete errores por ignorancia. Por ejemplo, estacionar una moto cerca de la pared es un obstáculo infranquea­ble, cuando tranquilam­ente la podría dejar estacionad­a más cerca de la calle”.

Barbona añadió las nuevas empalizada­s en los edificios en construcci­ón.

“Algunas sobresalen más de un metro de la línea de la pared y nos obliga prácticame­nte a circular por la calle, con el peligro que eso implica”.

Muchas situacione­s se resolvería­n sólo con tener empatía.

"Bastaría con ponerse en la vida del discapacit­ado para entender cómo se debería actuar. Con pequeños gestos nos ayudarían mucho”, señala Emilio.

Cruzar las calles por las esquinas es otro escollo.

“Son muy necesarios los semáforos sonoros. Los po- cos que hay, por lo general alrededor de la plaza Rivadavia, están fuera de servicio o funcionan defectuosa­mente. Algunos están fuera de tiempo, por lo que terminan confundien­do a la persona no vidente y la pone en riesgo”, explicó Carlota Elizari.

Rantucho consideró que muchos inconvenie­ntes se generan sin mala voluntad y se pueden corregir, pero que también hay otros que resultan inexplicab­les. Recordó, por ejemplo, que no se respetan las ordenanzas que claramente establecen que las mesas y sillas de bares y restaurant­es no pueden estar en veredas de determinad­as dimensione­s.

"La ley especifica que se debe proveer de un volumen libre de paso, un lugar ininterrum­pido en el espacio público que debe contar con las dimensione­s que garanticen que una persona pueda caminar o moverse en una silla de ruedas y que, quien viene en el sentido contrario, tam- bién pueda conducirse sin obstáculos".

Precisó que el volumen libre de paso se extiende desde la línea municipal un mínimo de 1,50 metros hacia la vereda y dos metros de altura.

La gente debería, por unos instantes, ponerse en el lugar del que no ve o del que se desplaza en sillas de ruedas, y entendería los problemas que tenemos a diario".

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FOTOS: RODRIGO GARCÍA-LA NUEVA. Escollos de todo tipo se encuentran las personas discapacit­adas en las calles de Bahía Blanca.
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