La Nueva

Juana Patrono celebra sus 100 años con una numerosa familia

Vivió la aparición del auto y la llegada del hombre a la Luna. El paso de la radio al televisor y luego, a la computador­a. Se queja por la “falta de memoria”, pero reconoce que no tiene dolores, que camina y se cambia sola.

- Laura Gregoriett­i lgregoriet­ti@lanueva.com

Juana Paulina Patrono nació en Cipolletti un 28 de julio de 1918, cuando el dinero no existía y el único medio de transporte para moverse de chacra en chacra eran los carros con caballos. Allí conoció a Pompeo Pompei - italiano nacido en Corridonia, provincia de Macerataqu­ien con el tiempo se convertirí­a en el padre de sus dos hijos, Alcira y Horacio.

Luego la vida y el trabajo trajeron a los Pompei a Bahía Blanca, donde con el tiempo se escribiría la mayor parte de la historia de Juana y su numerosa familia, que hoy a la tarde le festejará a lo grande sus 100 años en el club Sportiva.

La primera parte de las celebracio­nes por el cumpleaños de Juana comenzaron ayer en el Hogar Abuela Antonia, la residencia donde vive desde hace apenas tres años. Allí festejó su centenaria vida junto con sus compañeras y personal del lugar, además de gran parte de su familia que está llegando desde diversos lugares del país.

Juana recibe a las visitas sentada, pero si necesita pararse lo hace sola y también se cambia de ropa sin ayuda.

"Hasta cuando pueda lo seguiré haciendo, pero el que manda acá es el corazón", dice señalandos­e el pecho con algo de resignació­n.

Eso sí, la memoria de Juana ya no es la de hace unos años, y se enoja porque los recuerdos se le escapan. Pero con la ayuda de su hija Alcira y sus nietos Lucas y Valentina, “arranca” a contar.

"Viví en una chacra de Cipolletti y estudié pupila en el colegio María Auxiliador­a de General Roca. Y uno de mis hermanos era sacerdote, Luis Patrono. Quien, según agrega Alcira, estuvo gran parte de su vida en Pedro Luro y después se fue a trabajar con los mapuches a El Malleo.

Los recuerdos siguen y Alcira le pregunta por su infancia en las chacras de Cipolletti, donde creció.

"Había manzanas y viñedos. Si tenías ganas de comer una fruta te servías directo del árbol", cuenta.

Por cuestiones laborales, se instalaron en Bahía Blanca. "Don Pompeo" trabajaba en el negocio de la refrigerac­ión, en el frigorífic­o San Martín, pero cuando el gobierno lo nacionaliz­ó perdió todo y empezó a trabajar en un taxi.

A pesar de todo, sus hijos estudiaron y se recibieron. Horacio es Ingeniero Industrial (vive en Rosario, tiene 6 hijos) y Alcira, profesora de Inglés del Juan XXIII (vive en Bahía, tiene dos hijos, uno en La Plata).

"Rezo todas las noches, agradezco que tengo salud y que no me duele nada. Pero no sé cuánto más voy a vivir. Espero que el ángel me avise cuando sea tiempo de partir", agrega.

Dice Juana que extraña las charlas con una pariente suya que vivía con ella en el Hogar y que se aburre porque ya no disfruta tanto de la televisión. No puede tejer ni salir a caminar como lo hacía antes, cuando vivía en calle Beltrán, una "cortadita" de calle Brown.

Los domingos por la tarde son para tomar el té en familia y hablar vía skype con su hijo Horacio, que vive en Rosario.

Son sus nietos Valentina y Lucas los que le sacan varias sonrisas. La miman y le aseguran que tiene un estado de salud "que es la envidia de muchos".

Valentina la desafía a cantar y le asegura que hay cosas que recuerda muy bien.

"Es que la memoria tiene un tiempo y no graba más. Ya lo van a comprobar ustedes", responde al terminar de cantar de manera completa el tema "Mañana por la mañana", cuya protagonis­ta se llama también Juana.

"Viene una caravana de gente a verte, abuela. Estás muy bien, fuerte y cuidada", le dice su nieto Lucas, quien en pocos meses será padre nuevamente y llegó desde La Plata con sus hijos Vicente y Francisca Vagnoni, de 12 y 19 años.

"Nosotros la disfrutamo­s cinco años a la abuela, cuando por el trabajo de mi papá nos mudamos a Diadema Argentina, un pueblo en el kilómetro 33 cercano a Comodoro Rivadavia", dice Valentina, de 40 años.

En ese momento se filtran unos recuerdos más: los malfatti de verdura caseros que hacía la abuela, el perro "Bitik", un samoyedo blanco que parecía un lobo y los dulces caseros de higos, manzanas y peras.

"La verdad, no me acuerdo y no me quiero acordar de eso justamente porque no me gustaba para nada cocinar", agrega Juana despertand­o las risas de todos.

Valentina la trae a la mente una imagen que Juana completa.

¿Te acordás de la chacra, cuando nos decías que te tirabas al sol en el pasto húmedo cuando las acequias desbordaba­n?

"Y corríamos a sacar fruta de los árboles. Capaz que la vida sana me dejó llegar hasta esta edad. Nunca fumé, no tomé alcohol, la comida era toda casera".

Lucas agrega reflexiona­ndo que su abuela presenció la aparición del auto, el paso de la radio al televisor y a la computador­a, entre otras cosas.

"Y todo lo viviste, abuela. No te lo enseñaron en ningún colegio. Te recorriste de punta a punta uno de los siglos más revolucion­arios, eso es vivir", concluyó.

Capaz que la vida sana me dejó llegar hasta esta edad. Nunca fumé, no tomé alcohol, la comida era toda casera y sana", contó Juana.

¡Un familión!

Desde Rosario y Buenos Aires llegaron Horacio y su mujer Lidia, con sus 6 hijos y 10 nietos, más uno en camino. Ellos son Luciano, con María Milagros, María Mía y Juan Pedro; Ignacio con Felicitas y Guadalupe; Juan Pedro con Manuel; Sebastián con Catalina y Sara; María Eugenia (embarazada) con Cosme y Santos y Ana Laura.

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EMMANUEL BRIANE-LANUEVA 8 nietos, 12 bisnietos y dos más en camino. Llegó a los 100 años lúcida y sin dolores a pesar de la poca memoria.
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Con su hija Alcira y la familia que vino de Rosario y Buenos Aires. Los festejos continúan hoy en un club.

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