La Nueva

El verdadero desafío de la baja del gasto

- info@idesa.org (*) Instituto para el Desarrollo Social Argentino.

Se dieron a conocer los resultados del Sector Público Nacional correspond­ientes al primer semestre del 2018.

El déficit fiscal primario (antes del pago de intereses) bajó respecto a igual período del año anterior desde 144 mil a 106 mil millones de pesos.

Esta reducción es casi equivalent­e al incremento en los pagos de intereses de deuda que pasaron desde $ 111 mil a $ 145 mil millones. Así, el déficit fiscal total bajó levemente desde $ 256 mil a $ 251 mil millones entre el primer semestre de 2017 y el primer semestre de 2018.

En el marco de la alta inflación prevalecie­nte, que el déficit fiscal no crezca nominalmen­te implica una importante reducción medida en términos de moneda constante.

Es prematuro sacar conclusion­es debido a que se trata de medio año y en parte se puede explicar por una mayor propensión a diferir pagos.

Pero es auspicioso el cambio de tendencia. Desde el 2010 que no se registraba una reducción nominal del déficit fiscal.

Otro punto importante para analizar es cómo se logró este incipiente pero alentador proceso.

De acuerdo con la informació­n publicada por el ministerio de Hacienda, se observa que:

En 2016 los ingresos públicos crecieron a una tasa 35 por ciento anual mientras que el gasto público total lo hizo al 40% anual, muy similar a la inflación (41%).

En el 2017 los ingresos públicos crecieron a razón del 23% anual mientras que el gasto público total creció al 25% anual, igual que la inflación (25%).

En los primeros 6 meses de 2018 los ingresos públicos crecieron al 26% interanual mientras que el gasto público total lo hizo al 20%, por debajo de la inflación (26%).

Estos datos muestran que el quiebre de tendencia del déficit fiscal se explica fundamenta­lmente por una fuerte desacelera­ción del gasto público.

Mientras que en el 2016 y 2017 el gasto público creció a igual ritmo que la inflación, en el primer semestre del 2018 fueron los ingresos los que aumentaron como la inflación mientras que el incremento nominal del gasto público fue unos 6 puntos porcentual­es inferior.

La austeridad estuvo concentrad­a en los subsidios económicos, las transferen­cias discrecion­ales a provincias y, especialme­nte, en la inversión pública.

La contención de estos gastos alcanzó para más que compensar el incremento del gasto en jubilacion­es y

Parte de los impactos negativos sobre la recaudació­n deberían ser compensado­s con adecuacion­es de otros impuestos.

Por la magnitud de los fondos involucrad­os el punto central es que la Nación no administre ni subsidie los servicios públicos.

pensiones que sigue creciendo muy por encima de la inflación.

Para que este cambio de tendencia sea financiera, social y políticame­nte sostenible es fundamenta­l reactivar la producción.

Por eso, es clave sostener el cronograma de reducción de impuestos distorsivo­s.

Parte de los impactos negativos sobre la recaudació­n deberían ser compensado­s con adecuacion­es de otros impuestos (como fortalecer los tributos patrimonia­les y eliminar exenciones, entre otros) y bajas en la evasión. Pero lo más importante ahodel ra es profundiza­r y darle sustento a la reducción del gasto.

El congelamie­nto de las transferen­cias discrecion­ales a provincias es apenas un paso preliminar frente al desafío de institucio­nalizar la decisión de que el Estado nacional deje de interferir en funciones provincial­es y municipale­s.

Por la magnitud de los fondos involucrad­os el punto central es que la Nación no administre ni subsidie los servicios públicos de la región metropolit­ana.

Por esta razón, resulta indispensa­ble acordar con el resto de las provincias la eliminació­n de los programas nacionales a través de los cuales se distribuye­n discrecion­almente insumos y reparacion­es para escuelas, centros de salud, calles, cordón-cunetas y ayudas asistencia­les en provincias y municipios.

Es que Nación financia programas en las jurisdicci­ones nacionales que representa­n, en total, alrededor de un quinto del déficit fiscal primario (suma alrededor de $ 80 mil millones).

Más allá de las cifras, la injerencia de Nación en funciones que son potestad de las administra­ciones provincial­es colisiona con el régimen federal, que establece que son las provincias las responsabl­es de administra­r sus propios servicios.

Sin embargo, dichas erogacione­s se han justificad­o como herramient­as tendientes a promover el desarrollo social y corregir brechas entre regiones.

Pero si se produce este necesario replanteam­iento del rol del Estado nacional aparecerá el espacio fiscal para que el nivel central recupere la inversión pública que le correspond­e ejecutar en su función interprovi­ncial como las rutas nacionales, el transporte ferroviari­o, los puertos y las hidrovías, y el transporte aerocomerc­ial.

El otro gran desafío de la Nación es darle sustentabi­lidad a la seguridad social.

Para esto es necesario eliminar regímenes previsiona­les de privilegio y la regla de pensión que lleva a la duplicació­n de beneficios cuando fallece un jubilado.

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ARCHIVO LA NUEVA. Análisis económico

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