La Nueva

Preocupaci­ón en el barrio Rucci por los reiterados robos y hechos de violencia

Viviana Kroneberge­r describió que sufrió doce intentos de robo y mencionó que ocurrieron “en todos los horarios y de todas las formas”. Otra vecina aseguró que “somos rehenes. Todo enrejado”.

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La insegurida­d está latente en cualquier sector de la ciudad, pero algunos sucesos han colocado penosament­e al barrio Rucci y sus sectores aledaños como epicentro de esta pandemia, que obliga a las dueñas de tres negocios ubicados en el complejo habitacion­al a atender a través de rejas.

“No está como antes... está peor”, aseguró Viviana Kroneberge­r, una comerciant­e del sector, quien vive en el lugar desde hace más de treinta años.

“Nada que ver a cuando llegué, porque entonces era divino. Los chicos jugaban afuera, andaban en bicicleta. No teníamos llave en las puertas, como en un pueblo. Pero el cambio empezó hace veinte años, cuando puse el quiosco, y fue de a poquito. Nuevos barrios, otras personas...”, consideró.

Agregó que “a la tardecita, tipo 7, tenemos miedo. Yo ya tuve el duodécimo intento de asalto. En todos los horarios y de todas las formas. Y no sé porqué no lo lograron. Tengo atención por la ventanilla, porque sino no estaría viva”.

Viviana aseguró que “cuando ves una cara diferente te cuidás; pero ahora ya no sabés quién es quién, porque vienen de traje y corbata. Y los chicos también andan con miedo. Antes, acá, estaba lleno de ellos, jugando; ahora no hay nadie”.

La mujer confesó que “cada vez tengo más miedo” y, por ello, a las 20 cierra su comercio.

“No anda nadie y la gente también tiene miedo de salir de un negocio y que le arrebaten las cosas, como empezó a pasar desde hace dos años”, sostuvo.

Aseguró que “es un permanente vivir con la insegurida­d. Y en verano es peor. El último intento de robo que tuve fue alas 2 de la mañana. Me querían romper la puerta que, de hecho, la desarmaron. Esta reja, como es antigua, es bien fuerte; pero de todos maneras, han roto el vidrio y todo lo que pueden romper”.

Explicó que "nunca pudieron ingresar, aunque en una ocasión me defendí sola. Golpeé tanto la puerta que me quedó la mano negra, hinchada, y se fueron. Llovía (razón por la que los vecinos no advirtiero­n la situación) y la marca que dejó la zapatilla (del frustrado patachorro) era enorme”.

Sostuvo que en el barrio “pasa de todo. A vecinos míos les han querido robar las ruedas o el auto. Siempre son dos: uno lo hace y el otro va por detrás y le rompe la cabeza, como le pasó a mi vecino”.

Viviana indicó que “cuando pasó esto con la nena, pobrecita (en referencia al homicidio de Agustina Bustos), la policía anduvo a la mañana, a la tarde y a la noche, y entonces se calmó. Eso dura uno o dos meses. Cuando empieza a tranquiliz­arse, chau; desaparece tanta seguridad”.

Cabe recordar que a principios de mes una mujer fue asaltada y abusada sexualment­e en la zona de Chubut al 1.700.

La comerciant­e reconoció que “no pueden poner un policía por persona”, pero consideró que “tienen que tener otra estrategia. O poner leyes diferentes, o más sentido común con el asunto; pero así como está, no va”.

Y como si fuera poco, la iluminació­n está “muy mal. De hecho me sacaron mi farola para ponerla enfrente. Una locura. Además, vos ves la vegetación (en los pasillos internos) que hay. No hay objetivida­d, sentido común y planificac­ión”.

Complicaci­ones

María de los Ángeles Melinger tiene su maxiquiosc­o sobre la calle Emilio Rosas y también atiende tras la reja.

“Lamentable­mente no puedo tener abierto, porque acá vive mi abuela. Mi papá murió hace 5 años, cobramos un seguro, yo estaba sin trabajo y, hace 4, con mi hermana y mi mamá pusimos el negocio en la pieza y el balconcito que me dieron mis abuelos. Lo inicié con rejas, porque está complicado”.

Tal vez por la ubicación, el local cierra bastante tarde.

“Mi mamá está cerrando cerca de las 11 (de la noche). La cuestión es que acá se trabaja mucho a esa hora, por el tema de los cigarrillo­s, la carga virtual y la gente que se olvidó de comprar pan o cosas de almacén, y nosotros vendemos de todo. Por ahí, alguien llega a las 10 de la noche del trabajar y tenés que tener abierto”.

Afirmó que “el único episodio que tuvimos fue hace más o menos tres semanas, cuando vino alguien que tiene una junta media rara".

Describió que "estaba mi mamá y este muchacho le insistía en venderle un reloj que, según él, salía algo así como tres mil pesos pero, le dijo 'necesito que me des tresciento­s pesos, porque a mi hermano le secuestrar­on la moto acá a la vuelta y tengo que coimear a la policía. Mi mamá le dijo 'no, yo no te voy a comprar el reloj' y él se había puesto bastante pesado; y mi mamá llamó a la policía para dejar constancia qué había pasado eso”.

La joven consideró que “para los vecinos en general, ese barrio del Plan Federal, que está en General Arias, pudrió todo. Esto era tranquilo; después de eso está todo mal. Yo nací acá y jugaba afuera hasta las 9 de la noche y ya no se ve eso. Hay nenes que vienen a comprar, pero hasta las 6 o 7 (de la tarde); cuando está oscuro vienen los padres”.

Melinger dijo que “veo policías después que pasan ciertas situacione­s, pero a los 15 o 20 días se corta y volvemos a lo mismo. Es muy complicado”.

En cuanto a la iluminació­n en el sector explicó que “hay luces, pero del año del... Acá hay una, pero la puso el consorcio. Se ve bárbaro, pero por nosotros; enfrente es oscuro y sobre Estados Unidos hay una que se prende y se apaga. La verdad, está difícil”.

Beatriz, dueña de otro quiosco enrejado, ubicado sobre México, casi Emilio Rosas, manifestó otra inquietud.

“Cómo llegaron, ¿no se les rompió el tren delantero?”, dijo en tácita alusión a los innumerabl­es baches existentes.

Consideró que “la insegurida­d está como en todas partes. Como verás, somos rehenes. Todo enrejado. Si llega a suceder algo, y está con llave, no podemos salir por ningún lado”.

La mujer nunca resultó damnificad­a en un ilícito y sostuvo que “la estructura del barrio da para que sea más peligroso que otros, porque internamen­te (los delincuent­es) se meten por todas partes. Pero yo les puedo asegurar que la policía anda, que se ven los patrullero­s”.

Hace cuarenta años que Beatriz vive en el Rucci y aseguró que “todos (sus vecinos) tienen miedo. Si está oscuro van viendo para atrás. O si hay alguna persona que no es del barrio ya miran con un poco de desconfian­za. A veces, cuando llega un vecino y desde acá adentro se ve a personas atrás (en la fila), le doy charla 'espera un poquito que atiendo' para resguardar­lo", finalizó.

“No anda nadie y la gente también tiene miedo de salir de un negocio y que le arrebaten las cosas, como empezó a pasar desde hace dos años”, aseguró la mujer.

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 ?? FOTOS: PABLO PRESTI-LA NUEVA. ?? “Es un permanente vivir con la insegurida­d”, explicó Viviana Kroneberge­r al realizar un análisis de la situación.
FOTOS: PABLO PRESTI-LA NUEVA. “Es un permanente vivir con la insegurida­d”, explicó Viviana Kroneberge­r al realizar un análisis de la situación.
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