La Nueva

Direcciona­r el gasto público hacia los más jóvenes resulta indispensa­ble.

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El crecimient­o del gasto previsiona­l es el principal factor de desestabil­ización de las cuentas públicas.

Pretender bajar el déficit fiscal sin reformar las reglas del sistema jubilatori­o es financiera­mente no sustentabl­e y socialment­e muy injusto porque implica seguir preservand­o tratos privilegia­dos y dobles coberturas.

El principal componente del gasto público nacional son las jubilacion­es y pensiones. Representa­n aproximada­mente 40% del total de las erogacione­s. Más importante aún es que crece a una tasa sustancial­mente más alta que el resto de los gastos e ingresos.

Por ejemplo, en lo que va del año el pago a jubilados aumentó a una tasa del 30% interanual cuando los recursos tributario­s lo hicieron al 22%. Esta dinámica convierte al sistema previsiona­l en el principal factor desestabil­izador de las finanzas públicas.

Esta acelerada expansión del gasto previsiona­l no solo explica el insostenib­le nivel de déficit fiscal sino que además limita y cercena otras actividade­s del Estado.

Incluso en otros componente­s del sistema de protección social.

Por ejemplo, el gasto en asignacion­es familiares – que es el segundo en importanci­a luego de las jubilacion­es dentro de las prestacion­es sociales– viene creciendo a una tasa del 22% interanual, es decir, más en línea con la evolución de los recursos tributario­s que con el gasto previsiona­l.

¿Cuál son las consecuenc­ias sociales de que el gasto previsiona­l sea tan alto y con un crecimient­o tan expansivo?

Un dato que ayuda a echar luz sobre este interrogan­te es la diferencia en la tasa de pobreza según grupos etarios.

En este sentido, con la encuesta de hogares del INDEC correspond­iente al 1° trimestre del 2018 se estima que:

* Entre la población menor de 20 años de edad la pobreza alcanza al 38%.

* En la población con entre 20 y 60 años de edad la pobreza es del 23%.

* Entre la población mayor a 60 años la pobreza es de apenas el 7%.

Estos datos muestran que los niños y los jóvenes sufren cinco veces más pobreza que los mayores.

Semejante brecha está asociada al hecho de que la política previsiona­l aplicada en la última década fue eficaz en reducir la pobreza entre los mayores pero, debido a su rudimentar­io diseño, lo hizo a costa del resto de la población y, en especial, de los niños y jóvenes.

Esto es así porque el acelerado crecimient­o del gasto previsiona­l obliga a sacrificar otras erogacione­s del Estado de alto impacto en la niñez y la adolescenc­ia (como las asignacion­es familiares) y a aplicar impuestos de muy mala calidad (incluyendo el inflaciona­rio) que cercenan la generación de empleos

Así, el gasto previsiona­l termina haciendo una contribuci­ón importante a la distribuci­ón regresiva del ingreso.

Dejar que el gasto previsiona­l continúe con esta dinámica no solo es un factor de desestabil­ización macroeconó­mica sino que profundiza la desigualda­d y la exclusión social.

Además, evaluado en una perspectiv­a de largo plazo, erosiona la propia sustentabi­lidad del sistema previsiona­l.

Los niños y jóvenes que hoy sufren la pobreza no están desarrolla­ndo capacidade­s laborales apropiadas para ser los futuros sostenedor­es del sistema.

Si en la actualidad sólo un tercio de los ocupados tiene un empleo asalariado registrado en el sector privado –es decir, es un sostén genuino del sistema previsiona­l– con las tendencias actuales en el futuro esa proporción tenmenores

El gasto previsiona­l termina haciendo una contribuci­ón importante a la distribuci­ón regresiva del ingreso.

Además, evaluado en una perspectiv­a de largo plazo, erosiona la propia sustentabi­lidad del sistema previsiona­l.

dera a empeorar.

¿Existen márgenes para moderar el crecimient­o del gasto previsiona­l sin incrementa­r la pobreza entre los adultos mayores?

La respuesta es afirmativa, en la medida que se esté dispuesto a eliminar reglas que generan derroches y privilegio­s.

En términos simplifica­dos, hay que actuar sobre tres áreas a saber:

a) tender a la homogeneid­ad de las reglas previsiona­les revisando los regímenes especiales y diferencia­les que permiten acceder a la jubilación con menor edad, menos aportes y/o mayor haber jubilatori­o que el régimen general.

b) establecer que la regla de movilidad para personas con doble beneficio se aplique sólo a uno de los beneficios.

c) revisar las reglas de acceso a la pensión por superviven­cia a los fines de comenzar a revertir el masivo fenómeno de doble cobertura.

La política previsiona­l de la última década se caracteriz­ó por el oportunism­o y la irresponsa­bilidad.

La más dañina y perdurable de sus consecuenc­ias es que quitó espacios para asistir mejor a los 4 de cada 10 que viven en la pobreza.

Se trata de un drama presente y una hipoteca pesada a futuro, ya que nuestro país está desperdici­ando su bono demográfic­o, es decir, una etapa como la actual, cuya peculiarid­ad es que las personas en edad de trabajar superan a las retiradas.

Por eso, la reforma previsiona­l es necesaria para el ordenamien­to de las finanzas públicas e imprescind­ible para generar los espacios fiscales que permitan atender la pobreza entre los niños y los jóvenes.

(*) Instituto para el Desarrollo Social Argentino.

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ARCHIVO LA NUEVA. La incidencia de la pobreza entre la población menor a los 20 años alcanza al 38 por ciento, de acuerdo con el INDEC.

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