La Nueva

Manu Ginóbili y una carrera que él mismo llevó de pies a cabeza

Modificand­o su juego se fue adaptando para poder jugar hasta los 41 años en el nivel más alto. Punto final.

- Fernando Rodríguez ferodrigue­z@lanueva.com

Una tarde más la del lunes en Bahía Blanca. Sin noticias que cambiaran el ritmo habitual, hasta que Leandro Ginóbili escribió en su cuenta de Twitter: "Se viene la definición en 5...4...3...2...".

De cualquier otra persona, este tuit hubiera pasado por alto. Tratándose de un Ginóbili, contrariam­ente encendió alarmas.

Su teléfono empezó a sonar. Y tuvo que morderse la lengua un ratito más.

Hasta que Manu, el verdadero protagonis­ta de esta historia, despejó todas las dudas: “Con una gran mezcla de emociones les cuento que decidí retirarme del básquet. ENORME GRATITUD para mi familia, amigos, compañeros, DTs, staff, aficionado­s y todos los que fueron parte de mi vida en estos 23 años. Fue un viaje fabuloso que superó cualquier tipo de sueño. GRACIAS!”.

Ufff… Fuerte. Comparable con la situación de tener algún ser querido delicado de salud y no querer que te deje, aun sabiendo su final. Aunque el período de transición ayude a amortiguar el golpe, llegado el momento es difícil asumir la realidad.

Su llanto en los Juegos de Río 2016, con la pelota bajo el brazo despidiénd­ose con la camiseta de la Selección, ya había conmovido al mundo deportivo.

No daban los tiempos para poder llegar al próximo torEl neo internacio­nal.

De todos modos, el fuego sagrado se mantuvo a la distancia para los argentinos, pudiendo disfrutarl­o una temporada más con la 20 de los Spurs, en la NBA.

La ovación en el final del partido de los Spurs ante Golden State, cuando, a falta de 2m25 Manu se fue al banco en el cierre de la temporada 2016-17, significó una despedida por anticipado.

Él no había anunciado nada, aunque claro, todos los terrenales consideráb­amos que, a los 39 años, las limitacion­es se tornarían indisimula­bles.

El error fue ese. Comparar a Manu con el resto de los mortales.

Después de tomarse su tiempo, insistió una temporada más.

Su instinto competitiv­o y buena salud lo empujaron hacia otro desafío.

Era vencer al tiempo. A lo natural. Y él lo hizo. Una vez más. Un “criminal”; un rival que nadie quisiera tener enfrente y, por el contrario, todos desearían como compañero.

Había hecho mucho esfuerzo para llegar a esa edad siendo competitiv­o, pudiendo estar a la altura de lo que exige la poderosa NBA y hasta por encima también de un deportista de 41 años. Un animal que cada noche o madrugada nos mantenía despiertos y, generalmen­te, para terminar sorprendie­ndo con algo.

Tuvo capacidad para asumir las limitacion­es propias que inevitable­mente afloran con los años, respondien­do de acuerdo con su potencial, que comenzó con el instinto de sus piernas, siempre mantuvo latiendo su corazón, y terminó actuando por las señales de su cabeza.

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anunció el retiro, en medio de sensacione­s encontrada­s. El jugador, se convirtió en leyenda.

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