Se fue con el Fiat Regatta, ¿volverá?
El Fiat Regatta azul se bancó los 1.308 Kilómetro de ruta semidesierta entre Bahía Blanca y La Rioja.
En la cortada Vergara, la casa donde siempre se respiró básquetbol, había quedado el nido vacío. Ya no estaba más el pequeño de la familia, mientras los otros dos ya habían abierto las alas tiempo atrás.
El los siguió. Fueron su faro. La obsesión, el compromi- so, la competitividad y el sentido de superación llevaron al zurdito a lograr cada uno de sus objetivos.
Miró cómo sus hermanos jugaban en la Primera de Bahiense y también llegó, aunque sufriendo, paradójicamente, una de las decepciones más grandes de su carrera: el descenso con su club. Y, al mismo tiempo, el sentimiento de culpa. La frustración. El no estar a la altura de ellos.
Haber sido desafectado de una selección bahiense significó otro golpe. Y la contextura física tampoco lo favorecía.
Lógicamente, todo esto motivaba que en la natural comparación con sus hermanos se sintiera condicionado al momento de proyectarse. Nada indicaba que sus sueños pudieran hacerse realidad.
No obstante, el Regatta llegó a La Rioja.
Yuyo y Raquel lo dejaron. No les quedaba otra. Y volvieron.
Él siendo algo más optimista y hasta feliz de que Manu hubiera elegido ese camino.
Ella, en cambio, frustrada porque aún no había terminado la secundaria, pretendía que fuera Contador y, además, consideraba que era muy chiquito; entendía que podían lastimarlo…
Ahí se quedó el nene, con el básquetbol como único común denominador respecto de lo que había dejado en Bahía. El resto, era todo diferente.
Sus padres, conociéndolo a la perfección, igual se sorprendieron. Es que sabían que el básquetbol estaba en el ADN de Manu, pero jamás imaginaron que ese día en el Regatta había sido el viaje de ida del mejor basquetbolista argentino de todos los tiempos.
La exitosa hoja de ruta, ¿incluirá en el tiempo a Bahía como destino? Seguro que sí. Por ahora, al menos, en condición de visita.