La Nueva

Once, la tragedia y los culpables

La condena dictada a los responsabl­es del hecho es una señal alentadora en un país acostumbra­do a la impunidad.

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lanueva.com/opinion @lanuevaweb HACE SEIS años, en febrero de 2012, se acercaba a la estación de Once una de las tantas formacione­s de trenes que circulan cada día, cada hora, cada minuto, por las vías porteñas, sobrecarga­das de pasajeros, en condicione­s a veces inentendib­les.

EL TREN fue disminuyen­do su velocidad a medida que se acercaba al final del recorrido, pero algo no se hizo de la manera adecuada y la formación fue a dar, a 20 km/h, contra los paragolpes de punta de los andenes.

LA VELOCIDAD fue suficiente para generar una verdadera tragedia.

LOS TRES primeros vagones se aplastaron uno contra otro, generando un ruido que espantó a todos.

EN SEGUNDOS perdieron la vida 51 personas, mientras que unas 700 resultaban heridas. Era el inicio de la denominada “Tragedia de Once”, la tercera ferroviari­a con resultados más penosos en la historia del país.

POR ESTAS horas, se entregaron a la justicia los últimos tres condenados, sobre un total de 28 acusados encontrado­s culpables, y se condenó al exministro Julio De Vido, lo cual da una idea de lo complejo de la trama del accidente pero también abre una nueva página para este tipo de hechos.

EN UN país demasiado acostumbra­do a que estas tragedias queden impunes o se diluyan detrás de acusacione­s vacías, en esta oportunida­d la justicia se ocupó de establecer diferentes grados de responsabi­lidades, atendiendo a que muchas veces este tipo de accidentes son consecuenc­ia de irresponsa­bilidades que alcanzan a cuadros empresaria­les y políticos.

EN ESTE caso están detenidos hombres que ocupaban puestos claves en el gobierno, el caso del exsecretar­io de transporte, Juan Pablo Schiavi, o el presidente del grupo TBA, concesiona­rio de la línea Sarmiento del ferrocarri­l.

TAMBIÉN OTROS directivos y hasta la persona que manejaba la máquina el día de la tragedia.

CADA CUAL tuvo derecho a defensa, un juicio, apelacione­s y hasta otros recursos todavía viables.

PERO NO deja de ser trascenden­te que cada cual que ocupa cargos relevantes sepa que se trata de algo más que atender teléfonos, firmas papeles o cobrar regalías. Hay una responsabi­lidad importante que se debe atender y cumplir. Siempre.

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