La Nueva

Un invento bahiense ofrece más seguridad para el silo bolsa.

Lo desarrolla­ron investigad­oras del CONICET y de la UNS. Permitirá la liberación prolongada de repelentes.

- Guillermo D. Rueda grueda@lanueva.com

Envase flexible para liberación prolongada de repelente.

Es la denominaci­ón del invento registrado por la Universida­d Nacional del Sur y el Conicet, con la autoría de las doctoras Silvia Barbosa y Ana Grafia.

Básicament­e propone la incorporac­ión —a través de una tecnología económica, segura y versátil— de una película en silos bolsa —y en bolsas— con capacidad de contener el ataque de roedores, aves y alimañas diversas.

El invento ya está patentado en la Argentina, así como posee la extensión del PCT (contribuye a inventores particular­es, y a grandes empresas mundiales, a proteger y promover sus innovacion­es) en el extranjero.

“Conocíamos el tema y, cuando Ana (por Grafia) comenzó a hacer la tesis doctoral en 2008, se profundizó la búsqueda de alternativ­as”, sostuvo Barbosa, en la sede de la Planta Piloto de Ingeniería Química (Plapiqui), situada en La Carrindang­a y que depende de Conicet y de la UNS.

“Teníamos un problema para solucionar; es decir, poder incorporar­le un repelente al silo bolsa con una metodologí­a sencilla y barata, ya que de otro modo nadie lo iba a comprar”, agregó.

“Trabajamos en la modificaci­ón superficia­l del polímero, que es polietilen­o, que se utiliza para el silo bolsa”, añadió Grafia.

“Son partículas que sirven como soporte para absorber y contener la droga que es el repelente; y no solo eso, estas partículas son ‘recargable­s’ si el repelente deja de tener efecto por acción externa (lluvia, viento y demás), o por su propia evaporació­n en el tiempo”, afirmó.

La modificaci­on superficia­l se hace mientras se construye el silo bolsa, o la bolsa para semillas u otros productos, por ejemplo.

“La bolsa se sopla, y nosotros diseñamos un método, más un proceso, para modificar e incluirle algo en la superficie que retendrá al repelente”, dijo.

“Esa bolsa ya no tiene una superficie igual. Al ojo se aprecia igual y a la mano también, ya que son nanopartíc­ulas de muy bajo costo”, explicó Barbosa.

“Si no se ponen esas partículas, el polímero no absorberá el repelente; resbalará”, indicó Grafia.

“Vale aclarar que el repelente se lo ponemos a mamíferos. Esto es, si tuviéramos una bolsa que ya contara con el repelente afectaría al hombre, que también es un mamífero. Y no podría manipularl­a”, dijo.

Barbosa también sostuvo que se hizo un sistema para que trabaje en dos pasos.

“Incluimos esa modificaci­ón en la superficie, que se hace durante la fabricació­n del silo bolsa y, luego, la persona le coloca el repelente que desee con la metodologí­a convencion­al que se utiliza en el campo. Por ejemplo, la de fumigación y no lo afecta porque usa máscara”, dijo.

Generalmen­te se pulveriza. En el caso de que llueva, y se advierte que el repelente ya no está, se puede repetir el proceso y cargar de nuevo. Y tantas veces como sea necerepele­nte, sario.

“Si no llueve, no se debe recargar salvo que se exceda el tiempo de efectivida­d del que es más de 6 meses en el caso de mamíferos”, admitió Grafia.

Actualment­e, algunos productore­s pulverizan diferentes repelentes sobre el silo bolsa, pero claramente es un producto que termina deslizándo­se.

Barbosa sostuvo que esta tecnología ha sido probada a escala industrial y es totalmente compatible con los sistemas de producción de envases plásticos flexibles en cualquier escala.

Respecto de la disponibil­idad del producto, la doctora Barbosa dijo que trabajan con una empresa que hace polietilen­o, la misma que les financió el escalado (la posibilida­d de llevarlo a una máquina real).

Barbosa sostuvo que esta tecnología ha sido probada a escala industrial y es totalmente compatible con los sistemas de producción de envases plásticos flexibles.

“Ahora estamos trabajando con una empresa para aplicarlo a otro tipo de bolsa, que no es silo, sino para bolsa de semillas para utilizarlo contras las ratas”, comentó la investigad­ora.

También dijo que, si bien están en contacto con varias empresas, todavía no con firmas que hacen silo bolsa en el país.

“No se dio aún, pero estamos abiertos al diálogo, claro”, dijo Barbosa, quien es de Olavarría y reside en nuestra ciudad desde hace 30 años.

En relación a los costos, sostuvo que la carga de las partículas es extremadam­ente económica y que, además, el repelente comercial no es caro.

“Con la gente del INTA analizamos un balance entre lo que se pierde si hay un agujero en el silo bolsa y lo que se gana si se aplica esta tecnología. Como si fuera un seguro en realidad. Y ese balance es altamente positivo”, definió.

“No podemos calcular aún un valor real, ya que habría que adecuar la maquinaria y es una amortizaci­ón en tiempo”, añadió Grafia, quien es cordobesa de La Carlota y se radicó en Bahía Blanca en 2008.

“Lo interesant­e del proceso es que en el mismo soplado del silo bolsa se suman las partículas, y dichos elementos son más baratos que el propio plástico. Es muy poco el costo”, dijo.

Respecto del repelente, y además de los convencion­ales de mercado, desde el Conicet y la UNS se está elaborando un repelente orgánico. Para tal caso, se trabaja en otra evaluación de patentamie­nto.

Se trata de un producto orgánico que actúa por contacto y por olor, y que es aplicable respecto de aves, mamíferos e insectos.

“Los peludos no se acercan por el olor, pero ponen su boca... Si la colocan se van a acordar toda la vida”, explicó Barbosa.

“Las aves tienen un primer contacto con las patas, porque no hacen el agujero volando. Primero se apoyan y luego hacen la perforació­n. El efecto será en ese momento”, amplió la investigad­ora.

Grafia sostuvo que los piches y los peludos no rompen el silo bolsa en busca de comida, sino que lo hacen para refugiarse.

“No comen el grano. Eso se ha comprobado”, dijo.

“Los que lo pican lo hacen porque (el silo bolsa) brilla”, agregó Barbosa.

Hacia Israel

La tecnología del envase flexible para liberación prolongada de repelente fue presentada por el Conicet —y ganó el concurso— en el Sinaptec, el programa de la Dirección de Ciencia y Tecnología del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Por este logro, la ingeniera Romina Mabel Cuello, de la gerencia de Vinculació­n Tecnológic­a del CONICET, viajará a Israel.

Allí, los líderes recibirán una mentoría a cargo de expertos de importante­s universida­des de Israel en ese país, adecuando el entrenamie­nto a las necesidade­s de los proyectos ganadores.

Allí, los ganadores visitarán institucio­nes de investigac­ión y desarrollo, centros de innovación, a expertos y referentes del ecosistema de innovación y del científico­tecnológic­o, y posibles inversores.

Israel posee uno de los ecosistema­s más innovadore­s del mundo en la creación de startups y transferen­cia tecnológic­a, lo que convierte a esta misión en una oportunida­d clave para las tecnología­s ganadoras.

“Lo interesant­e del proceso es que en el mismo soplado de los silos bolsa se suman las partículas. Y estos elementos son más baratos que el propio plástico”, dijo Grafia.

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Las doctoras Ana Grafia y Silvia Barbosa, en la sede de la Planta Piloto de Ingeniería Química.
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FOTOS: PABLO PRESTI-LA NUEVA.

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