Este partido no me lo contó nadie
Polo de Lizaso iba camino a la despedida de Lito, su compañero de mil batallas. En el trayecto preguntó dónde estaba Beto, con quien Fruet, ahora, curiosamente descansa en el mismo sector.
“Paso para saludarlo”, dijo.
Me tocó, durante unos metros, acompañar al único de esos tres grandes que queda entre nosotros: el Negro. El hombre que, a pesar de sus 72 años, aún intimida con su presencia.
Se detuvo frente a la tumba del Mago y clavó la mirada unos segundos. Ese instante, tan íntimo como fuerte a la vez, me ayudó a recrear todo lo que siempre escuché y leí de ellos.
Por unos segundos me transporté a través del tiempo. Esta vez nadie me lo contó.
Fui testigo del reencuentro, en una cancha imaginaria, llena de gente, con Lito y sus elegidos: “El mejor quinteto que integré fue con Cabrera, De Lizaso, Cortondo y Monachesi”, enumeraba Fruet cada vez que tocaba el tema.
Fueron unos segundos hasta que, de repente, sonó la bocina. Se terminó el partido. Y Polo siguió caminando, con paso cansino, y la mirada fija en la verde gramilla.
Había llegado el momento de despedirse de su amigo y, peor aún, de asumir esta derrota, un resultado casi desconocido para una generación altamente combativa, competitiva y que no nunca se dio por vencida. Que no sabía perder. Inclusive, en los peores momentos, como hoy, que no se resigna.
Porque ellos, juntos o separados, acá en la tierra o en el cielo, serán eternos ganadores… ¡Ah! Y con Lito, por siempre, como gran capitán…
Momentos