La final del mundo, sin comienzo
La violencia y los desmanes en los partidos de fútbol son moneda corriente en nuestro país desde hace décadas.
PORQUE LA
es que nadie puede realmente mostrarse sorprendido por lo ocurrido en los hechos que derivaron en la suspensión postergación del segundo partido final de la Copa Libertadores entre River Plate y Boca Juniors.
violencia y los desmanes en los juegos son moneda corriente en nuestro país desde hace décadas. Nada que no se conozca o se sepa. Hay ciento de historias de peleas, quemas, roturas, barrabravas, juicios. Los estadios vacíos, sin público visitante, más peleas.
LA AGRESIÓN
al ómnibus que transportaba a los jugadores xeneizes es además producto de una pésima organización en materia de seguridad, donde una impresionante cantidad de hinchas de River esperaba en la última curva que recorría el coche, para agredirlo de todas las maneras pensadas.
TAMPOCO ES
novedad la falta de profesionalismo y sentido común en todos y cada uno de los diferentes esquemas de seguridad de las fuerzas policiales. Con miles de agentes asignados y una falta de organización y coordinación que, a esta altura, tampoco sorprenden.
LO SORPRENDENTE
(forzado a usar la misma palabra) es que un juego de estas características se hubiese desarrollado sin problemas, sin desmanes, sin corridas, sin quejas. Lo llamativo hubiese sido tener un orden, un cierre adecuado, un control coherente.
OCURRIÓ ADEMÁS
en un clásico reconocido a nivel mundial. Una exageración llamarlo “la final del siglo”, o un encuentro que “conmueve al mundo”. Pero esas formas son también propias de nuestra idiosincrasia.
PERO SÍ
es cierto que la final atrajo a la prensa del mundo. Que los medios de todo el planeta siguieron las alternativas del encuentro y que ahora tratan de explicar porqué pasó lo que pasó, cómo se dejó liberado al micro a su suerte, cómo se pretendió jugar igual el encuentro.
NADIE PUEDE
a esta altura decir que esto va a cambiar. Porque la realidad es que con el paso del tiempo las cosas parecen cada vez salirse más de su cauce o, lo que es peor, ni la peor de las tragedias termina sirviendo par corregir cosas o evitar que se repitan.
JORGE LUIS
Borges mencionó que los peronistas no eran “ni buenos ni malos”, sino que eran incorregibles. Es simple aceptar que ese concepto puede extenderse a todos nosotros, en distinto grado de responsabilidad, es cierto, pero sin excepciones, quizá.