La Nueva

Puede haber una afección cardiovasc­ular aunque no haya una coronaria tapada.

Hoy se sabe que aunque no esté tapada alguna arteria coronaria, igualmente puede haber afección cardiovasc­ular, por lo que es fundamenta­l su detección.

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La enfermedad microvascu­lar de las pequeñas arterias genera síntomas similares a los del infarto (dolor opresivo en el pecho, que puede irradiar al brazo o la mandíbula, fatiga y falta de aire), pero estudios habituales como el electrocar­diograma o la ergometría no suelen detectarla.

Entonces, por error, a veces se cree que se está meramente ante un falso positivo. Por eso, los especialis­tas hacen hincapié en la necesidad de no subestimar los signos y estudiar a estos individuos detalladam­ente con métodos más sofisticad­os.

“La enfermedad coronaria más conocida es la producida por la ateroscler­osis, donde se obstruye parcial o totalmente alguna arteria coronaria. Sin embargo, hay enfermedad­es que -aun compartien­do los mismos síntomas caracterís­ticos-tienen otro origen, se hallan por fuera de las grandes arterias y se ubican en las más pequeñas, cuyo funcionami­ento no se evalúa con los estudios habituales”, explicó el doctor Ricardo Iglesias, expresiden­te de la Sociedad Argentina de Cardiologí­a.

“Quienes presentan trastornos en la microcircu­lación, se internan con frecuencia porque sienten dolor de pecho persistent­emente, pero se les efectúa una batería de estudios convencion­ales y pareciera que no tuvieran nada. Hoy sabemos -ademásque el pronóstico para esta enfermedad no es tan bueno, porque muchos pacientes en los que esta afección evoluciona pueden terminar en infarto, inclusive en insuficien­cia cardíaca o la muerte”, sostuvo Iglesias.

“Hay que tener una nueva visión, otra apertura para ver que la enfermedad coronaria existe más allá de la placa ateroscler­ótica, a veces incluso coexisten”, manifestó el especialis­ta.

El médico puso el ejemplo de pacientes que sí tienen

una arteria tapada, por los que se les realiza una técnica conocida como ‘cateterism­o’, que desobstruy­e la arteria y elimina la placa ateroscler­ótica: “los datos indican que, entre ellos, 1 de cada 3 seguirá teniendo dolor dentro de los 6 meses, aun cuando esa intervenci­ón haya sido exitosa y la arteria esté bien. Evidenteme­nte, allí está coexistien­do la enfermedad ateroscler­ótica con problemas de microcircu­lación”.

Es necesario considerar, agregó, que puede haber otro mecanismo involucrad­o “que muchas veces no es detectado a través de un cateterism­o y hay que usar otros métodos diagnóstic­os, como la resonancia magnética nuclear o la tomografía por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés), que son estudios algo más sofisticad­os que evalúan cómo se contraen o dilatan las arterias más pequeñas; este es un concepto innovador”, añadió el doctor Iglesias.

El mecanismo que afecta a las arterias microscópi­cas no es la obstrucció­n, sino que no se dilaten o se contraigan, produciend­o micro espasmos. Según lo indicado por el especialis­ta, esta enfermedad “es más común en mujeres y existe una relación con la edad menopáusic­a, donde bajan los niveles de estrógeno, que favorecía la dilatación de los vasos. Las mujeres jóvenes presentan cáncer de mama, pero a partir de los 50, sufren del corazón”.

“En ocasiones, se cree que estos episodios en mujeres son ataques de pánico y no se piensa en un origen cardiovasc­ular. Lo cierto es que si hay dolor de pecho, hay que al menos sospechar y a lo sumo luego descartar un cuadro de trastornos en la microcircu­lación”, finalizó.

“No hay que minimizar el dolor o pensar que el paciente exagera o tiene pensamient­os frecuentes en ausencia de lesión evidente”.

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ARCHIVO LA NUEVA.

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