Juventud Unida de Alpachiri: cuando el peor termina siendo el mejor
CAJU (La Pampa) todavía no ganó partidos en su temporada debut en el Torneo Federal. Pero en materia de inclusión y desarrollo social, son los mejores del torneo. Alimentación y educación como pilares.
Sorprende ver que un club de una localidad que no supera los 2 mil habitantes, participe en el tercer escalón del básquetbol profesional. También es curioso que todavía no haya ganado algún partido de los 12 que jugó. O que en 9 le hayan convertido 100 o más puntos para un promedio de 104 puntos en contra y 74,5 a favor.
En realidad son estadísticas que poco alarman en el básquetbol de Juventud Unida de Alpachiri (La Pampa), donde afirman (y sienten) que lo que da sentido al proyecto deportivo es la tarea de inclusión, contención y desarrollo social. Y ahí CAJU le gana a todos por goleada.
La dirigencia actual reivindica el legado de los fundadores, un grupo de adolescentes humildes que quisieron formar un equipo de fútbol en 1950.
“Nuestro club es muy distinto en todo. Como resultado de los reclutamientos que llevamos a cabo, surgieron jugadores, la mayoría, con problemas sociales. Sobre todo de estudio y alimentación. Nuestro abordaje de lo social es simultáneo a la formación deporti- va de los jugadores”, explicó Amílcar Arias, presidente de la institución.
El equipo que juega el Torneo Federal tiene un promedio de edad de 22 años. De un plantel de 12 sólo cobran sueldo 3, que son refuerzos contratados especialmente. La mayoría vive en el albergue de la institución, mientras que el resto viaja desde el interior para entrenar y competir.
“Previo a competir en el Torneo Federal era muy difícil conseguir chicos que quilo sieran jugar al básquetbol acá. Que se vieran atraídos por un club de un pueblo de 1.800 habitantes. Imagino que a priori debían preguntarse cuándo podrían llegar a salir de acá para tener una posibilidad de desarrollo superior”, afirmó Arias.
"La mayoría de los chicos que tenemos no son de Alpachiri. Acá el Estado asiste bien. En Alpachiri nos conocemos todos y no hay nadie que tenga problemas y no sea asistido. Pero la mayoría de los pibes vinieron de afuera: Catamarca, Paraguay, Chaco, República
Dominicana", comentó, sobre los integrantes del plantel superior.
La asistencia social cubre toda la pirámide de categorías, pero se pone énfasis en aquellos reclutados que arrastran problemas de alimentación y de escolaridad.
"Tenemos muchos chicos que llegaron sin haber terminado la escuela primaria. Los trajimos y les hicimos terminar primario y secundario. Llegaron provenientes de una realidad económica mala en lo social. Acá tienen un lugar donde formarse", afirmó.
"A un chico que reclutamos y era del norte, le fuimos a averiguar hasta dónde había llegado en su nivel educativo, porque la mamá no sabía muy bien. Llamamos a la escuela que nos indicaron y no tenían registrado el nombre del pibe. Y hoy está terminando de hacer la secundaria. Cuando obtuvimos el certificado de la escuela, me dijeron que pusiera lo que quisiera: que había terminado o que no. Sabíamos que no había terminado y le hicimos completar. También le hicimos pruebas evaluativas, mandamos al secundario y ahora está terminado. Y si podemos, lo vamos a mandar a la universidad. Y si no van a seguir estudiando, les buscamos trabajo dentro o fuera del club y dentro de las posibilidades de la localidad”, indicó.
Al igual que en otras instituciones deportivas, el jugador tiene que cumplir con objetivos de estudio.
“Más allá de su familia de origen, principal responsable, acá el jugador tiene designado una familia tutora que es la que primero se encarga de buscar su boletín, hacer que estudie, estar cerca para controlar alimentación e higiene. No es fácil que estudien, pero ellos van tratando de influenciar y que la cosa camine”, contó.
“También tenemos chicos con discapacidad. Pero son chicos que están contenidos en el club, que participan de sus equipos. Por ejemplo un chiquito que jugó todo el año con U13 y pudo competir. Está contenido. Para nosotros es normal todo lo que hacemos. Nos sale así”, dijo el dirigente de Juventud Unida.
Muchos se preguntarán cuál es el valor e incidencia de la cuota social en el bolsillo de estos deportistas.
“Si no tiene para pagar la cuota, que es irrisoria porque no pasa los 200 pesos, va a seguir en el club. El papá o la mamá nos ayudarán a hacer algunos trabajos. O no, porque tampoco importa mucho. Importa el pibe. Que se sienta bien y cómodo”, agregó.
Porque la económica no es la más importante de las carencias de estos jóvenes basquetbolistas.
“En su momento tenían problemas de alimentación. Te das cuenta cuando los ves alimentarse delante tuyo, porque se ve la necesidad de comer al no saber si podrán alimentarse al día siguiente. En Juventud Unida se acostumbraron a que la comida siempre estará. En ese sentido nos ayuda mucho la municipalidad, que tiene un comedor y nos provee parte de la alimentación de los chicos. Primero estuvieron todos en un albergue municipal y hoy tenemos en el club un pequeño albergue con 10/12 camas, que también sirve para alojar a los que viajan los fines de semana a jugar con el equipo”, dijo.