La Nueva

Julio Chávez encabeza un inquietant­e relato

“Después de nosotros (El hijo de Juan Oribe)”, abre un mundo cuestionad­or y lleno de incertidum­bre.

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l estreno de “Después de nosotros (El hijo de Juan Oribe)”, co-escrito y protagoniz­ado por Julio Chávez, ratificó uno de los modos que el arte teatral ofrece para, partiendo de una atmósfera naturalist­a y de un relato cotidiano, abrir un mundo in- quietante y cuestionad­or.

Para lograr ese efecto tan sutil como espectacul­ar, la pieza también firmada por Camila Mansilla que el fin de semana llegó a la sala Pablo Picasso del porteño Paseo La Plaza amalgama componente­s y sirve un plato conciso y a punto que regala más de una lectura, incómoda y al mismo tiempo celebra los talentos reunidos.

A un Chávez conmovedor se le integran el mágico contrapunt­o que regala Alejandra Flechner y la consagrato­ria irrupción de Matías Recalt en un trío central de alto impacto al que se agrega el encanto de María Rosa Fugazot y el

Eajustado Mariano Musó, todos ellos inmersos en un único ambiente funcional creado Jorge Ferrari y jugados sin artificios bajo la dirección de Daniel Barone.

Dos caras

No hay respiros ni juegos de sombras aunque la crónica permita reconocer nítidament­e sus dos caras y allí también hay un acierto en la aparente simpleza que ofrece el diseño de iluevitand­o minación de Matías Sendón.

A partir de un cuento pequeño en torno a los vínculos entre Juan (Chávez) y Andrea (Flechner), que fueron pareja y fruto de su relación nació Federico (Recalt), un muchacho de 22 años con un retraso madurativo, la obra se desarrolla en la casa del protagonis­ta atravesada por problemas en sus cañerías de agua.

El desajuste doméstico, la sórdida y encarnizad­a disputa con la cuidadora de Federico y algunas cuentas pendientes de la separación y de la nueva vida de Andrea junto a Paola, funcionan como apuntes de un día fatal para Juan pero -en definitiva- son anécdotas que maquillan el conflicto de fondo.

Detrás de la pregunta que vertebra el argumento “¿Quién cuidará a nuestro hijo después de nosotros?”, la trama regala un aceitado engranaje de dudas, miedos y cuestionam­ientos que exceden largamente la anécdota planteada.

Sobre esos dos planos, el de la historia que se está contando y lo que se agita acechante en sus pliegues y que nunca se desbalance­an

El protagonis­mo de Julio Chávez siempre es una atracción para cualquier obra.

así lo moral y lo didáctico, es que “Después de nosotros...” muestra su gran logro trascenden­te.

Sin dejar nunca de quitar el foco de la situación de Federico y lo que ella dispara en sus progenitor­es, la flamante pieza de la dupla Chávez-Mansilla (que antes plasmó “Como quien mata a un perro”, “Suspiros”, “Un rato con él” e

“Inés”) indaga en las abismales estaciones de la existencia y se pregunta sin interrogar­lo abiertamen­te acerca de esas grandes y pesadas preguntas que marcan los pasos humanos.

Hay un texto preciso, ajustado y disfrutabl­e en su angustioso planteo y una tormentosa entrelínea que no queda en el enunciado,

ni en la receta, ni en lo políticame­nte correcto sino que va al hueso y deviene amenaza.

Es en equilibrio entre ambos universos que la figura de Chávez emerge con toda su carga expresiva que le atraviesa las palabras, el cuerpo, el gesto, para hechizar a la platea y transmitir ese torbellino de sensacione­s.

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TÉLAM

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