La Nueva

Uberto en la vereda: una espera que avergüenza

Lo mejor que pudría dejar la pandemia es mejorar el sistema sanitario. Sobre todo, el servicio de emergencia­s médicas.

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LA HISTORIA

dice que Uberto se sentía mal desde hace un par de días. Tiene 96 años y vive en el Barrio San Cayetano.

POR ESO

llamó a la ambulancia. Porque se sentía mal.

NUNCA DUDÓ

que la ambulancia iba a llegar. Por eso cerró con llave su casa, puso una silla en la vereda, se sentó con sus piernas cruzadas, cansadas de caminar un siglo, y con su barbijo protector contra el coronaviru­s estimó el paso de los minutos.

UN VECINO,

Tomás, de 18 años, sacó con su celular una foto que conmueve.

UBERTO SENTADO,

la mirada pérdida, fija en un punto, las manos sobre sus piernas, aunando dignidad, paciencia y necesidad de vida.

EN ESAS

situacione­s de salud, cada minuto que demora la ambulancia se mide en posibilida­des de muerte.

MÁS, CUANDO

no se tiene la mínima certeza del tiempo que insumirá esa espera.

LO CIERTO

es que la ciudad no tiene un esquema de respuestas médicas a la altura de esas emergencia­s. Su demora puede medirse en minutos letales.

SI HAY

más de tres llamados dentro de un mismo horario, el cuarto puede quedar condenado al olvido.

UBERTO LLEVABA

más de una hora esperando cuando Tomás decidió actuar. Tomó su auto, se puso barbijo, subió a Uberto y lo llevó a un hospital.

ALLÍ VIVIÓ

algo de todo lo que hay: buenos modales, malos modales, algo de maltrato, algo de caridad, hasta que Uberto pudo ser atendido y compensado.

QUIZÁ EL

Covid haya trastocado algunos usos, prioridade­s y costumbres.

PERO LO

mejor que pudría dejar la pandemia es mejorar el sistema sanitario. Sobre todo el de emergencia­s.

ESOS MINUTOS

de sirena que suenan a lo lejos y que traen la posibilida­d de la vida.

PUEDE QUE

siempre haya un Tomás. Puede que no. Vida hay una sola. La muerte es para siempre. Por Tomás, Uberto regresó a su casa, salvo y sano.

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