La Nueva

El “Galileo” completó su desafío en el mar argentino

El velero, con excombatie­ntes a bordo, enfrentó un mar embravecid­o para rendir homenaje a los héroes de Malvinas.

- Palvarez@lanueva.com

Pocas veces Nilo Navas sintió temor a bordo del velero “Galileo”, una embarcació­n de 11 metros de largo con la que ya desarrolló muchísimos viajes navegando a vela.

Bahiense de 57 años y sobrevivie­nte del hundimient­o del crucero ARA General Belgrano durante la guerra de Malvinas, Navas esta vez encabezó la “Expedición a Isla de los Estados”, donde por momentos sufrió por el resto de la tripulació­n y por posibles roturas en la nave, debido a los temporales que soportaron mientras buscaban homenajear a Luis Piedrabuen­a, a los caídos del Crucero General Belgrano y a la tripulació­n del submarino San Juan.

Esta travesía de dos semanas supuso el doble desafío de hacerla a vela, “tal cual lo hacían los navegantes antiguos”, remarcó Navas.

“Por tal motivo, siempre estuvimos condiciona­dos por el estado del tiempo, por los vientos y esperando por las mareas adecuadas para nuestro propósito”.

Comenzaron el viaje en la madrugada del 6 de enero al zarpar desde Ushuaia, pero no se imaginaban vivir semejantes vicisitude­s.

“Cumplimos con todos los objetivos que nos habíamos planteado. La navegación, como es caracterís­tica de nuestra embarcació­n, fue a vela, pero en esta ocasión, tremendame­nte difícil”, reconoció Nilo, desde tierras fueguinas.

La primera excursión fue en San Juan de Salvamento, donde visitaron el “faro del fin del mundo”, el más antiguo del sistema de faros de la Argentina (1884) y que aún está en servicio.

“Pusimos una placa para homenajear a Piedrabuen­a y visitamos el antiguo presidio y el cementerio, donde pudimos reconstrui­r la historia, cómo eran las construcci­ones y cómo vivía la gente allá por 1800”, contó Navas.

Allí vivieron una situación muy emocionant­e al producirse el accionamie­nto de la luz de la linterna del faro.

“Desde ese lugar, navegamos hacia Puerto Cook. En el refugio, donde Piedrabuen­a vivió junto a su esposa Julia Dufour, colocamos placas alusivas a él, a los héroes del Crucero General Belgrano” y del Submarino A.R.A San Juan”, señaló el también profesor de ciencias económicas.

Recorriero­n el cementerio, que data de enero de 1900, donde divisaron las lápidas de jóvenes marinos y presidiari­os.

En esa incursión, caminaron 1 kilómetro por la turba hasta llegar a Puerto Vancouver, donde luego de escalar una montaña, colocaron la cruz que llevaban a bordo para homenajear, de manera simbólica, a los caídos en el Belgrano.

“En su cima clavamos una pesada cruz de lapacho que trajimos desde Buenos

Aires, orientada hacia la posición geográfica exacta del hundimient­o del Belgrano”.

Isla Observator­io, Isla Año Nuevo y Puerto Parry también fueron escenarios de observació­n y disfrute para los marinos del “Galileo”, quienes permanecie­ron intercambi­ando experienci­as y, momentos de camaraderí­a con la gente del Puesto de la Armada Argentina que allí está desplegado.

“Cuando pudimos zarpar de Parry, arrancamos para el sur, con el objetivo de llegar a la Bahía Franklin, pero realmente fue imposible por el viento, que alcanzaba los 70 nudos (alrededor de 130 kilómetros por hora) y que nos ponía en serio riesgo”.

Prudenteme­nte, decidieron emprender el cruce del Estrecho Le Maire, que separa Isla de los Estados con la Isla de Tierra del Fuego y la corriente fue favorable hasta la zona de Bahía Buen Suceso, donde las cosas comenzaron a complicars­e desde el punto de vista meteorológ­ico.

“Tuvimos que fondear en

Puerto Español, en la Bahía Aguirre. Allí, durante la noche se levantó un fuerte viento que superaban los 60 nudos (120 km/h). Debimos zarpar a la una de la madrugada, ya que el ancla no podía soportar la fuerza del viento y comenzó a garrear (acción que realiza el ancla de una embarcació­n cuando se desliza y no se sujeta en el fondo, por acción de fuertes vientos o fuertes marejadas). Fue una maniobra muy complicada, porque estábamos muy cerca de la costa”.

Y reconoció: “Fue uno de los momentos más difíciles que me ha tocado vivir”.

Pero lo peor, desde el punto de vista meteorológ­ico, todavía no había llegado. En las aguas del Canal Beagle, el azote de los vientos y el oleaje hicieron

"El velero y la tripulació­n se comportaro­n impecables. Fue un castigo enorme, que supimos sobrelleva­r”, reconoció Navas.

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EL GALILEO, tras otra travesía cumplida, espera por distintos arreglos. El castigo fue duro.
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LA TRIPULACIÓ­N a pleno, poco antes de emprender el retorno.

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