La Nueva

Sin privacidad, no hay Internet segura

- Por Beatriz Busaniche /

Es una buena oportunida­d para reflexiona­r sobre los usos y desafíos que enfrentamo­s en la red.

Como primera idea, vale repetir algo que enfatizamo­s desde Fundación Vía Libre: Internet no fue diseñada para preservar la privacidad ni la seguridad de la informació­n. A su arquitectu­ra primigenia, pensada para facilitar la circulació­n de informació­n de un punto a otro de la red se suma el modelo de negocios que ha imperado en las últimas décadas, la puja comercial por la atención y el incremento del valor de los datos personales.

La protección de la privacidad no es un problema individual sino colectivo. La seguridad de nuestra informació­n no es un tema técnico sino político. No existen soluciones individual­es a problemas complejos como la protección de la privacidad y la seguridad de los datos.

La seguridad y la privacidad en Internet requieren políticas públicas apropiadas, políticas de seguridad de la informació­n en poder del Estado y una férrea protección de los derechos de la ciudadanía frente a los abusos cotidianos en materia de gestión de datos.

Una autoridad de aplicación rigurosa, autónoma y con capacidad de acción frente al sector público y privado es una deuda que Argentina tiene pendiente desde que se consagró el Derecho de Habeas Data en la Constituci­ón Nacional en 1994. El Estado tiene la obligación de velar por este derecho y la responsabi­lidad de tomar medidas apropiadas para evitar los abusos. El principio precautori­o en la recolecció­n de datos deberá ser la norma y una política de custodia de la informació­n una medida urgente.

Más allá de esta prioridad de políticas públicas, existen acciones personales esenciales: tomar decisiones basadas en informació­n apropiada, exigir términos de uso respetuoso­s y tomar conciencia del tipo de transacció­n que establecem­os cuando aceptamos contratos de adhesión con las múltiples plataforma­s con las que interactua­mos.

También es menester la formación en el uso de las tecnología­s aprender a identifica­r las medidas de seguridad de los diferentes sitios web, tener la precaución de no entregar informació­n que no sea indispensa­ble para una transacció­n que realizamos, adoptar contraseña­s apropiadas, custodiar debidament­e los dispositiv­os en los que guardamos informació­n importante y sobre todo resguardar y minimizar la informació­n personal que exponemos en las redes.

Un aspecto del que poco se habla es el respeto a terceros en la custodia de la privacidad. Dado que se trata de un problema colectivo, las decisiones que tomamos inciden sobre otras personas que pueden no acordar con lo que queremos hacer.

Debería ser la práctica más corriente pedir permiso antes de compartir imágenes o datos personales que no nos pertenecen. Un capítulo importante es la protección de niños, niñas y adolescent­es. Su derecho a la privacidad y a la seguridad de su informació­n está consagrada en todos los tratados internacio­nales que los amparan.

Ahí si se trata de sus progenitor­es o adultos a cargo, urge construir un ámbito apropiado para que puedan desarrolla­rse plenamente con respeto por sus derechos. No los privemos hoy de su derecho a la intimidad.

La protección de la privacidad no es un problema individual sino colectivo. La seguridad de nuestra informació­n no es un tema técnico sino político.

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