La Nueva

Las memorias de un pionero de Hilario Ascasubi

Jorge Raúl Alegría abrió una farmacia en este pueblo de Villarino en los 50, cuando no había médicos ni enfermeros.

- Anahí González Pau agonzalez@lanueva.com

Jorge Raúl Alegría, quien partió hace ya un año –el 26 de febrero de 2020- rodeado del cariño de su esposa y de sus hijas, fue más que un pionero de Hilario Ascasubi. Es recordado como un sanador ya que con su título de Auxiliar Nacional de Farmacia se convirtió en una de las figuras esenciales de un pueblo en el que en la década del 50 aún no había médicos ni enfermeros.

Tal como dejó escrito en su libro Mis Vivencias, esta época estuvo marcada por avances y retrocesos, por luchas cotidianas de personajes anónimos que buscaban formar una identidad local y mejorar la calidad de vida de los habitantes.

“Pensar que cuando llegué en la década del 50, no había luz eléctrica. Por las noches viejas lámparas a mecha y kerosene alumbraban con luz mortecina.

Luego llegaron los faroles. Las calles eran de tierra, sin cordón cuneta. No había médicos ni enfermero, solamente algún curandero que con sus yerbas y tradicione­s llevaba alivio a los enfermos animados por la fe”, expresó en su libro.

Eran años en que no existía el gas natural ni el tendido eléctrico, por lo que los vecinos se iluminaban con lámparas a keros ene. Tampoco había agua corriente y las calles eran de tierra sin cordón cuneta. Salvo el viejo Chevrolet del señor Tomasi, que Alegría menciona en sus relatos, el resto de los vehículos eran de tracción a sangre.

Las distancias a recorrer eran grandes para quienes necesitaba­n ver a un médi- co, por eso, muchas veces, los vecinos lo consultaba­n con desesperac­ión. Él, siempre presto, intentaba aliviar dolores o atender urgencias.

“Recuerdo la hospitalid­ad de la familia Cuarteros. Sin duda había muchas falencias, pero también se contaba con una invalorabl­e ventaja: un grupo humano que amaba su tierra, la trabajaba, la regaba con su sudor y ésta respondía a su entrega produciend­o cosechas admirables”, señaló en su obra.

Alegría recordó y compartió como era aquel pueblo cuando él llegó, resaltando los nombres de quienes con entusiasmo y esfuerzo fueron el motor de los cambios.

“En las cuatro manzanas de tierra, los hermanos Lezcano, el 'Chueco' Álvarez, Constantín, piloteaban negocios de Ramos Generales. La familia Timi con su negocio y su surtidor en la gran esquina, complement­aba los servicios de la estación de servicio de Payela. Caminos atendía el correo. En frente, en la otra gran esquina: la panadería, dominios de Farré, uno de los primeros habitantes, quien había construido un local de farmacia, al lado, para su hija”, recordó.

“Con el tiempo, a mi llegada, la reemplacé en ese mismo lugar. Don Mayer con su bar alojamient­o y Payarol, Don Baba el carnicero. Neubauer con la parada de colectivos y casa de comidas. Burgos con su verdulería, Bucowsky, Moreno jefe de la estación de ferrocarri­l y tantos otros!”, escribió.

Así, Jorge Alegría relataba en su libro su llegada y las vivencias que fueron fluyendo alrededor de 1958, cuando decidió instalar su farmacia en la incipiente localidad de Hilario Ascasubi.

Desde allí, previa formación en La Universida­d Nacional de la Plata, supo asistir a una población que mancomunad­a, trabajaba en una época de siembra, cuando sin duda la vida era más simple.

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ARCHIVO LA NUEVA.

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