Vuelve la perrera municipal
Hace 78 años, en noviembre de 1943, la municipalidad puso en funcionamiento nuevamente el servicio de la perrera, luego de varios años de inactividad.
Tanto tiempo había transcurrido de su salida de operatividad, que este diario mencionó la vuelta de “la vieja perrera, tan impopular sobre todo en los barrios suburbanos”.
Ese era el recuerdo que se tenía de este servicio conformado por un carrito tirado por tres mulitas y sobre el que se ubicaba una jaula de hierro en la cual eran encerrados los perros.
Era habitual que los enlazadores tuvieran muchas veces que reñir verdaderas batallas con dueños irascibles o con la chiquillería que seguía “como un séquito avizor” a la perrera, para liberar a los canes en el menor descuido de los guardianes.
Tan complicada fue la situación que la comuna dispuso que la perrera fuera acompañada por un agente de la gendarmería del escuadrón provincial a caballo.
En regreso de la perrera dejó de lado aquel armatoste y sumó un medio mucho más moderno: una limpia camioneta que actuaba con mayor velocidad e impedía las maniobras de los abrigaban un sentimiento de piedad hacia esos animales “calificados tantas veces, por la literatura barata, de verdaderos amigos del hombre”.
Lo cierto es que en el primer mes de labor, la perrera apresó 174 animales, de los cuales 14 fueron liberados por sus propietarios al abonar las patentes que correspondía hacer efectiva por ordenanza. Para este diario la cantidad de canes apresados resultaba baja, considerando que el número de canes sueltos en las calles era muy considerable. “Y constituyen, como se sabe, un verdadero peligro y una amenaza para la salud de los humanos, especialmente los niños”.
Demás está decir que el destino de los perros capturados era el menos deseado, ya que se los sacrificaba a los pocos días de su captura.