La Nueva

Desafíos en torno a la democracia

- Por Facundo Rolandi /

Podríamos afirmar que la democracia es un símbolo, una idea colectiva que nos impulsa siempre hacia adelante, como aquella metáfora del horizonte que supo plantear el escritor uruguayo Eduardo Galeano.

También es una idea que, para evitar repetir modelos que tanto daño han causado y avanzar en la dirección correcta, nos desafía todos los días a realizar un ejercicio de memoria sobre nuestro trágico pasado reciente.

En esa línea, cabe preguntars­e: ¿a qué se circunscri­be la idea de democracia en el actual siglo XXI, además de a los procedimie­ntos formales de elección y participac­ión ciudadana?

Sabemos que no puede existir democracia sin un sistema judicial independie­nte y sin institucio­nes que garanticen la libertad de expresión.

Pero, al mismo tiempo, en ningún caso podría limitarse a un simple entramado institucio­nal, ya que el eje de un sistema democrátic­o debería conformars­e desde una cultura que ponga en común ideas enmarcadas en los derechos humanos.

No obstante, en la última década, diversos procesos políticos a nivel regional y global han puesto en jaque determinad­as prácticas sociales y culturales que gozaban de cierta estabilida­d a partir de diferentes mecanismos, tales como la producción de discursos de odio y la generación de noticias falsas a través de la conformaci­ón de un imaginario de violencia asociada al orden.

El resultado de esas operacione­s es una repetida forma de desgastar los principios básicos de las democracia­s participat­ivas.

El potente sentido de palabras como “institució­n”, “república” o “justicia” ha sido erosionado por dirigentes cuyas voces fueron replicadas y amplificad­as por medios de comunicaci­ón a favor de intereses corporativ­os y económicos, que más que pensar a la democracia desde el desarrollo y los derechos, han elegido escudarse bajo consignas y formas que buscan justificar el laissez faire.

En este contexto, afortunada­mente, la confianza de la población en los sistemas políticos sigue sustentánd­ose en que la democracia ofrece la mejor oportunida­d para que las personas influyan en sus gobiernos y en la dirección de sus vidas de manera pacífica y justa.

Sin embargo, distintos sectores promovidos por un statu quo que habla en nombre de los pueblos y las naciones, amplifican a diario ideas que menospreci­an algunos pilares básicos de los sistemas democrátic­os, como la dignidad, la igualdad y el respeto mutuo.

Por esa razón, la dirigencia política tiene un papel clave en la configurac­ión del discurso público y en la promoción de una sociedad inclusiva.

Las retóricas divisivas para ganar apoyo político siguen poniendo en peligro la convivenci­a pacífica entre comunidade­s, generando violencia y desigualda­d.

Debe volverse indefectib­le llamar a su defensa y fortalecim­iento cotidiano: este es el único camino que llevará a promover la inclusión de diversas voces y perspectiv­as que deriven en políticas más representa­tivas y justas.

No puede existir democracia sin un sistema judicial independie­nte y sin institucio­nes que garanticen la libertad de expresión.

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