La Nueva

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momento en que llegan y escucharlo­s pero también organizamo­s el grupo para que todos podamos hablar porque no importa el tiempo que haya pasado: siempre ocurre algo que remueve todo: un cumpleaños, una fecha especial. Es un dolor latente", explicó.

Juan perdió a su bebé, Silvina, hace 52 años. Ella estaba a días de cumplir 7 meses y la pérdida ocurrió en un accidente de tránsito.

Él tenía 27 años y su es- posa 25. Era la primera hija del matrimonio. En el accidente también perdió a su mamá y a su suegra.

"Quienes pasamos por la pérdida de su ser querido tan íntimo jamás olvidamos el tema. La ultima vez que lloré fue hace una hora ¿Y por qué? Por lo mismo", expresó.

"Sin embargo, Dios me dijo que tenía que quedarme unos años más en la tierra. Estamos acá, transitand­o esta vida que nos tocó y hay que seguir adelante. Y eso lo logramos ayudando a los padres que pasan por el mismo dolor", dijo.

Aseguró que no hay plazos para hablar del tema, ni presiones de ningún tipo. Quienes se incorporan al grupo hablan cuando lo sienten.

"Si quieren hablar el primer día lo hacen y si no, hablan cuando se le abre el deseo de relatar su testimonio. Algunos dicen 'hoy no tengo ganas' pero en cuanto empiezan a hablar te cuentan hasta el minuto en que nacieron los hijos", destacó.

Para Juan una de las cosas que se repite en la mayoría de los casos es la comparació­n.

"Cuando me cruzo con una persona de entre 50 y 52 años, que es la edad que tendría hoy Silvina, y ni hablar si se llama así, soy capaz de abrazarla. No estoy fuera de sí, ni estoy loco. Estoy loco por abrazar a mi hija quien hoy podría ser mamá o abuela. ¿Quién

Renacer no diferencia si la pérdida fue por accidente, por una enfermedad, muerte súbita, suicidio o cualquier otra circunstan­cia. Todas las pérdidas son igualmente válidas.

En el grupo no solo se comparten los dolores, también los avances, las cosas buenas que les va pasando a cada uno. Hay risas, en el contexto oportuno, y se generan amistades.

Otra premisa es el compromiso: quien recibe la ayuda es importante que luego se quede para ofrecérsel­a a otros.

No se dan consejos ni recomendac­iones. Quien quiera apoyarse en una religión o ir al psicólogo puede hacerlo pero no es objeto del grupo integrar profesiona­les de la salud (psicólogos o psiquiatra­s)

Los encontrás en Facebook como Renacer Bahía Blanca. Mail: violetamar­cela53@gmail.com sabe qué podría ser hoy? Esas comparacio­nes las hacemos todos", sostuvo.

La vida le dio a Juan la oportunida­d de tener cuatro hijos más.

"Todos los días me hablan y me dicen que soy un ejemplo. Me dicen cosas hermosas", contó.

Hace casi tres años perdió a su señora, quien también integró Renacer.

Juan alentó a que más padres se acerquen al grupo porque suelen tener mayores resistenci­as que las mujeres.

"Desconozco el motivo, pero están muy ausentes. Algunos han ido una vez y no van más. Hoy somos solamente unos pocos hombres", dijo.

Violeta Franco perdió a su hijo Pablo, de 12 años, por muerte súbita.

"Lo principal es que el dolor vaya mutando en otra cosa. No hay que quedarse atascado en el hecho mas doloroso que es el momento de la partida sino recuperar los recuerdos más lindos y transforma­r todo ese sufrimient­o en algo bueno", expresó.

"Debemos ponerle toda la garra y las ganas para no estancarno­s en el dolor. Volver a vivir por los hijos que quedan y por nosotros mismos. Es un antes y un después. El hecho es que hacemos con eso nosotros a partir de esa crisis de la existencia", dijo.

Asimismo expresó que luego de todos estos años ya no permanece en el duelo.

"El duelo no es eterno. Para eso es el grupo: para que el duelo se transforme en una nostalgia o en un

"Cada quién toma del grupo las armas que le sirven para atravesar su dolor. No hay recetas ni consejos".

aprender a vivir distinto. Es responsabi­lidad de todos hacernos cargo de lo que nos pasa", dijo.

"A pesar de que puedo llegar a lagrimear, trato de recordar lo mejor que me dejó mi hijo y lo recuerdo con amor no con dolor. Eso fue una transición y lo que recupero de él es que doy gracias por haberlo tenido, por el tiempo que me tocó estar con él y puedo decirlo ahora", añadió.

Cuando Pablo partió tenía dos hermanas menores, Evangelina y Magalí, con dos años menos cada una. Y luego llegó la más chica.

"Los amigos que me dejó Pablo es la gente del grupo, una familia. Uno siente ese amor y está en uno hacerlo crecer", dijo Violeta.

Por último subrayó que lo que une a cada miembro es el amor incondicio­nal que tienen sus integrante­s por los hijos que no están.

"Tan incondicio­nal que no hace falta tenerlos para seguir amándolos y recordándo­los. Ese amor puede crecer en nosotros y en el darse", reveló.

Hoy, los tres tienen motivos para continuar y agradecer.

"Siempre su Gabi, su Silvina y mi Pablo van a estar presentes pero hemos aprendido a llevar el dolor con dignidad para que si nos ven en la calle no vean a una persona rendida y acabada, sino a una persona que salió adelante después de una tragedia, a un sobrevivie­nte. Se puede salir a flote", dijo.

Juan está en un coro y toca el acordeón. Y está muy cerca de sus hijos.

Violeta tiene un nieto pequeño, disfruta de sus tres hijas, y viaja seguido a Madryn, donde vive una de ellas.

Graciela aprendió a disfrutar de la ahijada de su hijo, Alma, quien hoy es una nieta del corazón. Al principio sentía que no tenía derecho a estar en contacto con ella (porque era el rol de su hijo) pero con el tiempo logró superarlo.

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ponerse en el lugar del otro y, sobre todo, hablar el mismo idioma son las herramient­as esenciales.
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EL ABRAZO,

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