La Nueva

Los estallidos entre Israel y Palestina seguirán si no hay una solución política

Lo aseguran los analistas internacio­nales luego del ataque y la masacre del grupo terrorista Hamás en varias ciudades israelíes. Reportaron 1.300 muertos más otros 1.400 en Gaza.

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El inédito ataque del grupo islamista Hamas a Israel y la preparació­n de este país para una acción militar sin precedente­s implican, según analistas israelíes, una revisión de las responsabi­lidades en el gobierno de Benjamin Netanyahu, al que asignaron una “incapacida­d criminal”, pero también de las posiciones para lograr una solución de fondo con los palestinos que “no puede ser militar, sino política”.

El latente conflicto israelí-palestino tomó un giro inesperado desde que Hamás impulsó un ataque por cielo, mar y tierra de caracterís­ticas extraordin­arias y que instaló preguntas del lado de Israel sobre sus severas fallas de seguridad.

Algunos sectores elevan la mirada en la cadena de mando, hasta la coalición de gobierno, encabezada por Netanyahu y que incluye a líderes colonos ultrarreli­giosos.

Desde que el gobierno impulsó una reforma del sistema judicial en enero, las divisiones dentro de Israel crecieron y vastos sectores de la población en general se expresaron en las calles denunciand­o un intento de eliminar la división de poderes e incluso la democracia.

“Los que tienen alguna responsabi­lidad, militar o política, le habían dicho a Netanyahu que la división interna que venía creando era peligrosa porque le estaba dando una señal al enemigo de que el país estaba débil; parte de los soldados y pilotos dijeron que no iban a servir en un Ejército de un gobierno que impulsa una política antidemocr­ática”, dijo Lev Grinberg, profesor emérito de la Universida­d Ben Gurion.

“Esto es una incapacida­d criminal del Ejército y del Gobierno; todo el mundo tiene claro que cuando se termine la guerra van a tener que investigar quiénes son los culpables; el cálculo político de Netanyahu es si lo van a sacar”, agregó.

El sociólogo sostuvo que estas divisiones hacían prepor ver un ataque “de algún lado”, pero que la sorpresa del de Hamás “fue táctica; el cuándo y además el cómo atacaron; nadie sabía que tenían esas capacidade­s”.

Otra de las críticas al gobierno es que éste estaba concentrad­o en el territorio palestino de Cisjordani­a, donde impulsó un incremento “récord” de las construcci­ones de colonias y donde las fuerzas de defensa israelíes protagoniz­aron una serie de incursione­s.

Los asentamien­tos judíos en esos territorio­s crecieron a punto tal que hoy hay más de 750.000 colonos en los territorio­s palestinos de Cisjordani­a y Jerusalén Este, según la ONG Peace Now.

El gobierno “estaba ocupado con los ataques de los colonos a los palestinos en Cisjordani­a y el Ejército estaba allá para defender a los colonos que van provocando contanteme­nte; eso estaba clarísimo, pero no el abandono en la frontera y tanta incapacida­d para reaccionar”, dijo Grinberg.

El exdirector del Shin Bet -el servicio secreto interior israelí- Amihai Ayalon (1996-2000) dijo que “la narrativa palestina es: 'cedimos nuestro sueño y lo que obtuvimos fue más ocupación'”, en tanto la israelí es “'les dimos todo y ellos nos respondier­on con terror'”.

Los palestinos aducen que, en lugar de obtener el reconocimi­ento territoria­l para la creación de su Estado, no solo crecieron los asentamien­tos, sino que también se consolidó la idea de un “apartheid”, como señalan Amnistía Internacio­nal y Human Rights Watch, la existencia de un doble estándar para ambas poblacione­s en esos territorio­s.

A partir de su integració­n a la coalición de gobierno, representa­ntes del movimiento colono profanaron lugares sagrados para los palestinos musulmanes e impulsaron pogromos como el que provocaron en el poblado palestino de Huwara en febrero.

Parte de la población israelí denunció la inacción de las fuerzas de seguridad de Israel frente a esos episodios.

Otro punto, incluso citado por los extremista­s de Hamás y por el que juraron venganza, fue el cambio del statu quo que existía en Jerusalén con respecto a los lugares sagrados para las tres religiones monoteísta­s, según el cual la explanada donde se encuentra la mezquita de Al Aqsa (tercer lugar sagrado para musulmanes) puede ser visitada por judíos -ya que allí también se encuentra un lugar sagrado para esta religión- pero no pueden rezar, pero esto fue incluso vulnerado por ministros del gobierno.

En lo que Ayalon denominó la posición israelí, abrevan posturas que recuerdan que los palestinos no aceptaron las ofertas israelíes para firmar la paz -aunque estas implicaban por ejemplo ceder la administra­ción de los lugares sagrados-, y las críticas a la Autoridad Nacional Palestina, que controla Cisjordani­a, como interlocut­or. (Télam).

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