Vivero Rayen Piuken: casi tres décadas de constante trabajo
Es un emprendimiento que se inició en 1996, impulsado por la Comisión Municipal del Discapacitado y con el apoyo de la Secretaría de Acción Social.
Especial para La Nueva
Es indudable que son diversos los espacios destinados a contener y, a la vez, a darle una formación laboral a personas con discapacidad y debemos reconocer que muchos de ellos cumplen su misión en forma silenciosa, quizás sea más exacto decir que mantienen un perfil bajo.
Por eso es que queremos resaltar un emprendimiento que se inició en el año 1996, impulsado por la
Comisión Municipal del Discapacitado y con el apoyo de la Secretaría de Acción Social del municipio de Bahía Blanca.
Su nombre es “Rayen Piuken “que significa “Flores del Corazón” ¿qué mejor nombre para un vivero con estas características? Si bien en principio pasó por distintas sedes, desde 2003 ocupa una porción de tierra en el Vivero Municipal de Bahía Blanca.
Fueron muchas las personas que se involucraron durante estos 27 años, pero, sin lugar a dudas, alguien que conoce “por dentro” al Rayen Piuken es la licenciada Marcela Chavero.
Como es de imaginar,
Marcela cuenta con una información precisa de lo que representa para un numeroso grupo de personas con discapacidad ese espacio laboral y, no menos importante, de contención.
Marcela recuerda que perduraron en el tiempo dos proyectos laborales que surgieron de la comisión: uno de ellos es el vivero que se mantiene como Programa Municipal y el otro es el curso de panificación que luego tomó vuelo y se transformó en la Panificadora “Nuevo Sol”.
“Son proyectos que surgieron desde 1993 y en este lapso de 30 años permanecen vigentes a pesar de los cambios de gobiernos, situaciones sociales diversas y las variantes de paradigmas en relación al tema discapacidad”, dice Marcela, quien aclara que la mayoría de los 19 operarios hace años que están tomando el espacio con un gran sentido de pertenencia.
¿Qué capacitación reciben los operarios del vivero? En principio se pretende que adquieran hábitos laborales como el trabajo en grupo, el cumplimiento de horarios, el mantenimiento de la autoestima y todo lo concerniente al desarrollo de un trabajo en el mercado laboral competitivo.
En cuanto a la tarea específica del vivero, el operario aprende a trabajar la tierra, tamizarla, sembrar en almácigos, preparar macetas de distintos tamaños y, no menos importante, aprenden a disfrutar de un resultado que luego, como remate, tienen un momento especial al donar la producción de plantines a instituciones, escuelas, plazas, parques y a aquel espacio que lo requiera.
“Aquí viven una expelas
“El Vivero Rayen Piuken simboliza el trabajo, la constancia y el instalar el tema discapacidad en las políticas públicas”.
riencia cargada de emociones al concurrir al lugar donde crecerá ese plantín y, no sólo lo donan, sino que participan de la plantación definitiva, por supuesto que allí los operarios les explican a los anfitriones todo el proceso de elaboración hasta llegar a ese plantín que están recibiendo para embellecer el lugar”.
Hablar de Rayen Piuken trae a la memoria el trabajo entusiasta de Silvia Ardaiz, una mujer que en forma desinteresada trabajó por años en instituciones como lo hizo en la Comisión Municipal del Discapacitado. Se declaró enamorada de plantas y cuando surgió la idea de crear el Vivero, brindó todo para concretar este proyecto. Sin dudas hizo mucho y partió sabiendo que, con asignaturas pendientes, dejó como legado un trabajo arduo y, no menos importante, la elección del nombre Rayen Piuken.
“El Vivero Rayen Piuken simboliza el trabajo, la constancia y el instalar el tema discapacidad en las políticas públicas”, destacó la licenciada Marcela Chavero a modo de síntesis final.
Un espacio que ya tiene una trayectoria. Un espacio para seguir dándole el apoyo que se merece...