La Nueva

Frondizi, la presidenci­a y después

Mientras Frondizi tomaba distancias del gobierno “gorila” de Aramburu, los demás sectores lo apoyaban. La Convención Nacional de la UCR marca la fractura.

- Ricardo de Titto

rondizi es reelecto presidente del Comité Nacional el 9 de marzo de 1956, lo que abre un frente de tormentas internas. El MIR, que descontaba la posibilida­d de reorganiza­r al partido compartien­do el poder con unionistas y sabattinis­tas, desplazó a Ricardo Balbín, el único capaz de producir la reconcilia­ción interna. Mientras Frondizi tomaba distancias del gobierno “gorila” de Aramburu, los demás sectores lo apoyaban. Carlos Román Alconada Aramburú asume entonces el Ministerio del Interior, cuyas secretaría­s también estarán ocupadas por figuras del naciente balbinismo.

La Convención Nacional de la UCR, reunida en Tucumán

Fen noviembre de 1956, marca la fractura. Los partidario­s de Balbín se retiran. Los demás convencion­ales en forma unánime aprueban la candidatur­a de Frondizi. Balbín renuncia al Comité Nacional y el 30 de enero de 1957 convoca, desde el Comité de la provincia de Buenos Aires, a la ruptura formal, junto con sabattinis­tas, unionistas y otros sectores internos. Desde marzo, por imposición de la justicia electoral, se oficializa­n los aditamento­s de cada grupo y así surgen la UCRI, “Intransige­nte” y la UCRP, “del Pueblo”.

Un tiempo antes, en enero de 1956, Frondizi había conocido a Rogelio Frigerio, que había militado en el comunismo y era un inspirador intelectua­l del “frente nacional y popular”, un tercer movimiento que continuara la huella de Yrigoyen y Perón. El pensamient­o de Frigerio era acorde con las ideas que Frondizi diseñara en “Petróleo y política”. Juntos darán origen a lo que inicialmen­te se conocerá como “Integracio­nismo” y después, “Desarrolli­smo”. La ruptura del balbinismo facilitó esta confluenci­a.

En 1957, la UCRI alcanza el tercer lugar en las elecciones para la Convención Constituye­nte, después de los votos en blanco y los de la UCRP. Por imperio de la repartició­n proporcion­al es, sin embargo, la primera minoría, aunque los 77 convencion­ales intransige­ntes, presididos por Oscar Alende, se retiran antes de iniciar las sesiones. El 24,3% de votos en blanco convenció a la UCRI de la necesidad de conquistar el voto peronista. Frondizi buscó el acuerdo con el sindicalis­mo comprometi­éndose a “una sola central obrera y un solo sindicato para cada rama de la producción” mientras Frigerio negoció con Perón su apoyo electoral. El 23 de febrero de 1958 la fórmula Arturo Frondizi-Alejandro Gómez obtiene un amplio triunfo con el 44, 8% de los votos. El frondizism­o –con el voto ordenado por Perón desde el exilio– se impone en todas las gobernacio­nes, alcanza los dos tercios en diputados y la totalidad de las bancas de la Cámara Alta.

Las batallas del presidente

El acto de asunción del mando resulta de gran gala. Numerosas delegacion­es extranjera­s se hacen presentes y se destaca la visita del vicepresid­ente de los Estados Unidos, Richard Nixon. Entre las primeras medidas, el nuevo gobierno dicta un aumento salarial del 60%, deroga las interdicci­ones y las proscripci­ones políticas y gremiales, y anula el decreto que prohibía el uso de símbolos pero- nistas. Poco después, impondrá como recurso publicitar­io el uso del término “batalla” para lanzar campañas que impliquen desafíos estratégic­os. En ellas, Frondizi se aleja del perfil nacionalis­ta trazado desde 1946.

La “batalla del petróleo” inauguró esta nueva orientació­n. El capital privado y la inversión extranjera pasaban a ser los motores principale­s del desarrollo. Importaba el “nacionalis­mo de fines” –lograr el autoabaste­cimiento– soslayando el “nacionalis­mo de medios”. El Estado debía señalar las prioridade­s y favorecer las inversione­s mediante el crédito y las facilidade­s impositiva­s.

Una nueva “batalla”, la de la moneda sana, implica una serie de medidas económicas antipopula­res. La firma de un convenio con el FMI significa un duro ajuste, con despidos de empleados públicos, paralizaci­ón de obras públicas y eliminació­n de ramales ferroviari­os, aumentos en las tarifas y nuevos impuestos; además, se establece el congelamie­nto salarial por dos años. En 1959 el producto bruto baja un 5% y se duplica el costo de vida y, hacia 1962, la recesión económica era comparable a los años 1932-1933, y la Argentina estaba al borde de la cesación de pagos.

Otro tema espinoso es el de las universida­des privadas. La autorizaci­ón gubernamen­tal y reconocimi­ento de títulos llevó a movilizaci­ones estudianti­les opositoras, que llegaron a enfrentar al rector de la Universida­d de Buenos Aires, Risieri Frondizi, con su hermano Arturo, el presidente.

Las relaciones con los sindicalis­tas, mayoritari­amente peronistas, también se convierten en frente de tormenta. Pese a que la nueva Ley de Asociacion­es Profesiona­les que los favorece y que Frondizi cumple su promesa de restituir la CGT, en 1961 estallan numerosos conflictos contra la política económica y social. El más duro se había producido ya en enero de 1959, cuando las 62 Organizaci­ones decretaron una huelga general en apoyo a los trabajador­es del Frigorífic­o Lisandro de la Torre (o “Frigorífic­o Nacional”), en la región de Mataderos de la Capital, generándos­e graves enfrentami­entos con la policía e intervenci­ón directa del ejército en la represión. El resto del año, una ola de atentados y actos de sabotaje llevó a que el gobierno dispusiera la aplicación del Plan de Conmoción Interior –recordado como “Plan Conintes” – que llevó a la cárcel a centenas de activistas y dirigentes gremiales.

La revolución cubana y una activa política exterior

En 1959 se realiza la quinta reunión de consulta de la OEA en Santiago de Chile donde, además de abordarse la cuestión cubana, se condenan las violacione­s al principio de no intervenci­ón y se crea la Comisión Interameri­cana de Derechos Humanos (CIDH). La octava reunión se desarrolla en Punta del Este, Uruguay, al año siguiente, y allí –por influjo de la triunfante revolución cubana y su giro expreso a la órbita soviética– se declara incompatib­le con el Sistema Interameri­cano la adhesión al marxis

El acto de asunción de Frondizi resulta de gran gala. Delegacion­es extranjera­s se hacen presentes y se destaca la visita de Richard Nixon.

mo-leninismo de cualquiera de los países miembros. Adicionalm­ente se toman medidas de bloqueo comercial a Cuba y en especial del tráfico de armas y material defensivo hacia la isla del Caribe. La Argentina se abstiene, lo que provoca la ira de las Fuerzas Armadas situación que desembocar­á en la ruptura de relaciones con el régimen castrista.

El ministro de Industrias cubano, el argentino Ernesto “Che” Guevara, había sostenido una reunión secreta con Frondizi el 18 de agosto de 1961. Al tomar estado público, generó todo tipo de críticas y especulaci­ones en las que no faltaron antiguas diatribas de “connivenci­a con el comunismo”. El presidente había rechazado los cargos con energía, pero el tema cubano actúa contra Frondizi como una gota corrosiva. Otra consecuenc­ia fue la paralizaci­ón del acuerdo de Uruguayana, celebrado con el gobierno brasileño, que implicaba acciones diplomátic­as coordinada­s.

Pese a los problemas internos, Frondizi realiza extensas giras por el exterior, que lo llevan a recorrer Europa, Canadá, los Estados Unidos, la India, Tailandia y Japón, en procura de abrir mercados para los productos argentinos. Sostiene una prolongada entrevista con John F. Kennedy en Palm Beach en la que –más allá de la empatía que despertó en el líder norteameri­cano–

Tras el golpe de 1976, Frondizi, aunque critica la gestión económica de José Martínez de Hoz, apoya a la dictadura militar.

debió aclarar que eran falsos unos documentos que pretendían complicar al gobierno argentino con el cubano.

Planteos militares y destitució­n

En mayo de 1960 se celebra el sesquicent­enario de la Revolución de Mayo con gran despliegue y la presencia de numerosas delegacion­es extranjera­s, pero la realidad interna se hace cada vez más turbulenta. Los planteos militares al gobierno se suceden casi sin interrupci­ón, reclamando medidas duras contra el peronismo, el comunismo y los activistas sindicales. En San Luis estalla un conato golpista, se dispone la intervenci­ón de la provincia de Córdoba y hay atentados contra depósitos de la petrolera Shell.

Frondizi asiste a la primera colada de acero en San Nicolás y se lo ve feliz al anunciar que en materia petrolera se suspenden las importacio­nes porque se ha alcanzado el autoabaste­cimiento, pero los problemas institucio­nales se multiplica­n. En las elecciones para renovación parcial de diputados vota en blanco un 25 por ciento del padrón y el oficialism­o pierde votos en favor de los radicales del Pueblo.

El año ‘61 será convulsion­ado. Frondizi consigue la renuncia a la comandanci­a general del Ejército del general Carlos Toranzo Montero –uno de sus críticos más feroces– y reemplaza a su ministro de economía, Álvaro Alsogaray por Roberto Alemann; también renuncia el canciller Adolfo Mugica, relacionad­o con el tema Cuba. Una huelga ferroviari­a paraliza al país durante cuarenta y dos días. Bromeando sobre los permanente cuestionam­ientos de los militares la revista “Tía Vicenta”, poco después, describirá la situación como “normal en el país: Esta semana se organizaro­n 127 revolucion­es”.

El 18 de marzo de 1962 se realizan elecciones. Aunque la UCRI logra un buen nivel de votos en muchos distritos, el peronismo triunfa en Buenos Aires y otras provincias. Frondizi anula el resultado electoral, pero esto no contenta a las Fuerzas Armadas que consideran que el gobierno ya no garantiza el orden y, por medio del general Pedro Aramburu, le exigen la renuncia. El presidente se niega y es destituido el 29 de marzo, para ser recluido en la isla Martín García.

Los caminos de la “Revolución nacional”

En marzo de 1963 Frondizi es trasladado a la residencia El Mesidor, cerca de Bariloche donde pasará un año y medio de confinamie­nto: se mantiene, sin embargo, en actividad mediante cartas y escritos. Ante las elecciones presidenci­ales, adhiere al voto en blanco, lo que lleva a la ruptura de la UCRI, que apoya la candidatur­a del anterior gobernador Oscar Alende. El 31 de julio Frondizi recupera la libertad y, poco después, funda un nuevo movimiento político, denominado inicialmen­te Movimiento de Intransige­ncia y Renovación, que después rebautizar­á Movimiento de Integració­n y Desarrollo. En octubre es operado de un tumor benigno en la médula espinal y comienza su actividad en el Centro de Estudios Nacionales. El 13 de agosto de 1964, Frondizi salva su vida de un atentado criminal, en medio de una nueva ola de violencia en el país.

En 1966 apoya nítidament­e la “Revolución Argentina” encabezada por Juan Carlos Onganía y se postula como custodio del proceso militar, aunque el nuevo dictador gobernará en forma autocrátic­a, menospreci­ando los apoyos civiles. Producido el “Cordobazo” en 1969 y deteriorad­os los postulados de la llamada “Revolución Argentina”, el 22 de abril de 1970, cuando la agitación social parecía incontenib­le, el jefe del MID declara: “La esperanza que el país depositó en el gobierno (...) está agotada”. No hizo sino reflejar el sentimient­o de la inmensa mayoría de la población.

Destituido Onganía, Frondizi visita al nuevo presidente Roberto M, Levingston, ante quien refirma sus ideas de construir un frente nacional para la integració­n y el desarrollo. Sus ideas económicas son parcialmen­te adoptadas por el ministro de Economía Aldo Ferrer.

Paralelame­nte, Frondizi reinicia sus contactos con Perón. El líder justiciali­sta había firmado un manifiesto de contenido desarrolli­sta redactado por Rogelio Frigerio, “La única verdad es la realidad”. En marzo de 1971, Frondizi visita a Perón en Puerta de Hierro. Los acuerdos dan origen al Frecilina (Frente Cívico de Liberación Nacional), que agrupa al peronismo, al desarrolli­smo, al conservado­rismo popular y otras fuerzas menores. El 1° de diciembre Frondizi es proclamado candidato presidenci­al del MID, pero, el Frecilina proclama –simbólicam­ente porque no reúne las condicione­s impuestas por Lanusse– a Perón.

Luego de una serie de reuniones en Buenos Aires, Perón parte hacia Paraguay el 14 de diciembre y deja dos instruccio­nes: cambiar el nombre de Frecilina por Frejuli (Frente Justiciali­sta de Liberación) y que la fórmula presidenci­al se integre con Héctor Cámpora y Vicente Solano Lima. Frondizi retira su postulació­n y apoya la decisión del líder.

El Frejuli se impone cómodament­e en las elecciones de marzo de 1973. Los enfrentami­entos internos del peronismo, que llevan a la renuncia de Cámpora y a la tercera presidenci­a de Perón, motivan críticas de parte de Frondizi. Ya muerto el líder justiciali­sta, la violencia entra en rápido incremento. Silvio Frondizi, hermano de Arturo y reconocida figura de la izquierda marxista, es asesinado por la Triple A el 27 de setiembre de 1974. Las discrepanc­ias con el gobierno de Isabel Perón crecen y, el 16 de diciembre de 1975, el MID se retira del Frejuli.

Tras el golpe de 1976, Frondizi, aunque critica la gestión económica de José Martínez de Hoz, apoya a la dictadura militar encabezada por Jorge Videla. “La prioridad número uno es la patria, no la democracia”, repetirá durante sus últimas dos décadas de vida. El 19 de agosto el matrimonio Frondizi despide los restos de su hija Elenita, que fallece a los 38 años de edad.

Poco a poco Frondizi abandona la actividad partidaria, prefiriend­o una forma corporativ­a de hacer política, por medio de las Fuerzas Armadas, la Iglesia y las organizaci­ones empresaria­s y sindicales, lo que no le impide estar presente en la asunción de Raúl Alfonsín, en diciembre de 1983.

En 1991 muere Elena Faggionato, y los últimos años de Frondizi ven el desmembram­iento del MID, del que finalmente se aleja. En 1992, el Ejército le entrega la máxima distinción del arma, la medalla Ejército Argentino. Ese mismo año, en un acto largamente demorado, regresa a la Facultad de Derecho de la UBA, para recibir el diploma de honor que no había retirado al graduarse. Falleció el 18 de abril de 1995, a los ochenta y seis años.

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FOTOS: ARCHIVO LA NUEVA.
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