Palabras de Carlos Pellegrini en su sepelio, septiembre de 1888
Ataliva y dio origen a un verbo que inventa Sarmiento y presenta en El Censor, y que asocia el verbo “atalivar” con arreglos espurios, coimas y manejos sucios de recursos, negocios turbios, como sesión de tierras o facilitar la importación o exportación de un producto, porque para eso había que pasar por la oficina de Ataliva que era el que tenía la firma… y cobraba el “diezmo”. Mi madre, que nació en 1923, me comentó que sus padres todavía solían decir “no atalives” para llamar la atención sobre una conducta impropia.
Sarmiento y el radicalismo
La escuela revisionista, sobre todo a partir de Arturo Jauretche a principios de la década de 1960, ha hecho una especie de simbiosis –o más exactamente, una amalgama– para meter en una sola bolsa a Sarmiento, Roca, Mitre, Pellegrini… todos ellos, según esa versión, liberales sirvientes del capital extranjero que adoraban a Europa como modelo social y tenían París por su Meca. Es curioso ese enfoque porque Sarmiento no tuvo especial referencia en el modelo europeo sino en el de los Estados Unidos y, por cierto, esa melange hace poco honor también a Carlos Pellegrini que en sus últimos años realizó una profunda autocrítica que debe considerarse, impulsando
“(…) Todos lo hemos visto, todos lo hemos conocido; era la cumbre más elevada de nuestras eminencias americanas; el Sol coronaba de luz su sien soberbia y había en sus entrañas agitaciones de volcán.
Viviendo en su contacto era difícil medir sus proporciones y recién al caer derruido por el tiempo podemos apreciarlas, al ver sus fragmentos cubrir medio siglo de nuestra historia, en la extensión de medio continente. Cada uno de ellos puede servir para elevar un monumento de faz diversa y materia variada. Hay allí desde el duro granito para levantar un baluarte, hasta el grano finísimo, rival del pentélico famoso, en que el artista puede cincelar su obra más delicada.
Sarmiento nada debe a su época, ni a su escena. Fue el cerebro más podero
En El Censor, en 1885, Domingo Faustino Sarmiento anuncia completamente la crisis que va a estallar en 1890.
lo que se plasmará con su amigo Roque Sáenz Peña con la ley de 1912 de sufragio universal, secreto y obligatorio.
Los hechos desmienten completamente a estos revisionistas. En El Censor, en 1885, Sarmiento anuncia completamente la crisis que va a estallar en 1890 -recuerdo que don Domingo
muere en septiembre de 1888. A propósito, hay quienes sostienen que el radicalismo de Leandro Alem y de Hipólito Yrigoyen y la revolución del ’90 fueron los más genuinos continuadores de las ideas democráticas y propias de las modernas clases medias, urbana y rural de aquellos tiempos, que plasman con sus luchas el pensamiento del sanjuanino imbuido del concepto de “independencia nacional” basada en la democracia popular. Creo que es mirada es correcta. Otra corroboración de esa formidable “incubadora” que fue Sarmiento es el Grito de Alcorta de los pequeños campesinos arrendatarios de 1912 que va a dar origen a la Federación Agraria Argentina.
Fíjense lo que escribe en 1885: “Vamos tranquilamente al abismo, viéndolo unos, a ciegas los más. Se deben 300 millones. ¡Cuestión so que haya producido la América, y en todo tiempo y en todo lugar hubiera tendido sus alas de cóndor y morado en las alturas. (…)
No habrá aldea en la Republica donde no se lea ‘Escuela Sarmiento’, y ya aparece su nombre en varias, como en el cielo sereno aparecen los astros brillantes cuando el sol ha descendido en el horizonte.
En nombre del Senado de la Nación, al cual honró en vida, me inclino ante su féretro y deposito la ofrenda de su admiración y su respeto. Su nombre pertenece ya a la historia, y cuando la República Argentina sea una de las grandes naciones de la tierra y sus hijos vuelvan la mirada hacia la cuna de su grandeza, verán destacarse la sombra de Sarmiento, consagrado desde hoy y para siempre como uno de los Padres de la patria.” de Egipto! Quedaremos por un siglo bajo inspección aduanera de los británicos”. En Egipto, justamente, por tema de contratación de empréstitos, los ingleses tenían derecho a controlar y auditar los movimientos aduaneros del país convirtiéndola de hecho en una semicolonia y Sarmiento alerta sobre este peligro.
“Nuevo gobierno”, dice, refiriéndose a la sucesión presidencial en la que Roca pone su dedo rector favorable a su concuñado el cordobés Miguel Juárez Celman. “Se buscaron nombres para que la Bolsa de Londres copara la nuestra”. Y acuña una cuarteta, transliteración de un texto de Guido y Spano el poeta que era hijo de Tomás Guido, el amigo de San Martín, que se hará famosa:
“Calle Esparta su virtud Sus hazañas, calle Roma. ¡Silencio!, que al mundo asoma,
La gran deudora del Sud.
Poco después de la muerte de Sarmiento en Paraguay, el clima de especulación, venalidad y corrupción motivará la formación de la Unión Cívica y en julio de 1890 la revolución del Parque de Artillería, primer movimiento civil que logra deponer a un presidente constitucional –el corrupto “burrito cordobés” Juárez Celman– que será reemplazado por su vice, Carlos Pellegrini. El vaticinio de Sarmiento se cumplirá entonces plenamente.