La Nueva

El resultado más doloroso y di cil de revertir en la historia del deporte de Bahía

La tragedia que se registró en una fiesta de patín en Bahiense del Norte y las secuelas materiales en diferentes clubes.

- Fernando Rodríguez ferodrigue­z@lanueva.com

ábado a la tarde, el sol que había sido tapado por las oscuras nubes que parecían volver a descargar como al mediodía y el calor que aún se hacía sentir. Después de amagar una y otra vez, las primeras gotas “caídas del cielo” calmaron un poco la sofocante temperatur­a.

La fecha del año, como es habitual a esta altura, y el día en particular de la semana, era una combinació­n ideal para reunirse, celebrar y empezar a definir el año, en los diferentes

Sámbitos sociales, culturales y, básicament­e, deportivos.

En este contexto el viento, sin ser invitado, empezó a cobrar protagonis­mo, pasando de fuerte a muy fuerte, hasta tornarse incontenib­le. En mayor o menor medida las ráfagas sostenidas y cercanas a los 200 kilómetros empezaron a generarnos vulnerabil­idad, algunos estando más o menos indefensos, refugiados bajo techo o descubiert­os a cielo abierto.

Bahía Blanca se convirtió, repentinam­ente, en la ciudad de la furia. El viento se transformó en enemigo de todos y blanco de muchos.

El horario favorecía a que el fenómeno dejara su huella.

En medio de los 40 largos e interminab­les minutos de esta combinació­n de viento y lluvia, el recuerdo de aquel 13 de febrero de 1982, cuando la cola de un tornado afectó a un sector de la ciudad y al club Estrella, en el plano estrictame­nte deportivo, derrumband­o su gimnasio.

El grado de similitud con la experienci­a vivida en esa oportunida­d empezaba a generar incertidum­bre, temores y preguntas sin respuestas de las potenciale­s secuelas, más allá de lo que podía certificar y que alcanzaban a ver nuestros ojos.

Cada uno con su historia. Cada uno con la realidad que le tocaba vivir en ese momento. Cada uno resguardán­dose como podía. El viento no discrimina­ba, arrasaba con todo lo que se cruzaba.

El que estaba adentro no podía salir y el que se encontraba a la intemperie buscaba refugiarse.

La luz del día se fue apagando hasta convertirs­e en una tarde oscura, y de un anochecer tormentoso se pasó a una noche de terror.

Las dudas que invadían, la desesperac­ión por saber de los más cercanos y la incomunica­ción generaliza­da empezaba a darle un marco de dramatismo a la situación.

A medida que la furia fue calmando y la persistent­e lluvia bajó la intensidad, alguna que otra señal permitió tomar algo de dimensión de las secuelas en una absolutame­nte oscura y te

Los 13 fallecidos que se registraro­n en las instalacio­nes de Salta 28 significar­on la peor tragedia que vincula a la ciudad con el deporte.

nebrosa Bahía Blanca.

La noticia, devastador­a por cierto, llegó desde Salta 28, epicentro de una verdadera noche de horror y dolor. Costaba asumir que era realidad; imposible creer en qué había terminado el espectácul­o de patín en Bahiense del Norte.

Todos los otros daños en diferentes institucio­nes deportivas y la ciudad en general, si bien eran durísimos por cierto, se trataban de destrozos materiales y hasta pasaron, momentánea­mente, a un segundo plano.

En Bahiense, esas instalacio­nes que durante tantos años albergaron cantidad de chicos disfrutand­o de diferentes actividade­s deportivas, se convirtió repentinam­ente en un escenario cargado de pánico, dramatismo, desesperac­ión y dolor.

Transcurri­da una semana aún cuesta asumir los resultados de uno de los días más tristes en la historia de Bahía Blanca, el cual afectó directamen­te al deporte en general.

Sólo queda el consuelo de saber que pudo ser aún peor la catástrofe si el fenómeno se registraba algunas horas más tarde.

No obstante, es difícil encontrar alivio ante tanto dolor que atraviesa al deporte bahiense y toda la comunidad en general.

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EL CLUB Talleres quedó completame­nte derrumbado.

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