La Nueva

La cubierta de Estudiante­s soportó el terrible temporal

Construida en 1958, el techo colgante pudo resistir los colosales empujes del viento y dar cuenta de su ingeniería.

- Mario Minervino mminervino@lanueva.com

l fenómeno climático del pasado sábado 16 en Bahía Blanca arrasó con todo lo que estaba a su

Ealcance, generando un paisaje apocalípti­co que todavía hoy despierta asombro.

Cayeron cerca de 10 mil árboles, volaron chapas, carteles y postes.

La lluvia y las ráfagas de más de 140 km/h se encargaron de derribar todo elemento que se interpuso en su camino. En ese contexto, clubes deportivos y depósitos fueron presa repetida del venplo daval, arrastrado­s a veces por muros que cayeron llevando techos.

Hubo una cubierta que, sin embargo, fue capaz de soportar esas condicione­s, a pesar de ser una estructura que incluso con vientos menores sufre una oscilación que siempre genera preocupaci­ón.

La referencia es al techo del estadio Osvaldo Casanova, el considerad­o “Temcon del basquetbol bahiense”, inventaria­do como bien de relevancia patrimonia­l.

A pesar de las fuerzas ejercidas, su estructura salió sana y salva, dando cuenta de una resolución ingenieril de excelencia.

La forma

La cubierta es del tipo colgante o suspendida. Fue construida en el verano de 1958 de acuerdo al diseño y cálculo del arquitecto Pedro Doiny Cabré y de los ingenieros civiles Néstor Distéfano y Ricardo Arrigoni.

Para su armado se colocaron cables de acero, separados 50 centímetro­s entre sí, en el sentido del eje mayor del estadio, anclados a dos arcos de hormigón ubicados en los extremos, definiendo una superficie de doble curvatura,

forma de silla de montar.

Pero además se colocó una segunda malla, en sentido perpendicu­lar a la anterior, con cables de acero separados un metro entre sí, calculada para soportar el efecto de “succión” que genera el viento al lamer la superficie exterior de la cubierta.

Esas partículas de aire son afectadas por la superficie y disminuyen la presión atmosféric­a, con lo cual el aire interior del edificio efectúa una presión abajo hacia arriba.

Este segundo sistema de cables fue proyectado para absorber esa succión, ensayado con ráfagas de 120 km/h.

El club Estudiante­s, se sabe, perdió con la tormenta la cubierta de su cancha Nº 3, construida en 1971.

La del estadio pudo resistir y no colapsar.

El lado bueno de toda historia...

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