La Nueva

El esfuerzo y la pasión, más allá de las circunstan­cias: “Todo se lo debo a la vida y a mi padre”

Tras varias operacione­s y un corazón que no debe exigirse, Cristina Cioffi participó de actividade­s de trekking y natación.

- Ricardo Sbrana rsbrana@lanueva.com

¿Por qué lo hace?

-Decir que lo hago por salud, es un pretexto. Lo traigo genéticame­nte, porque una cosa te lleva a la otra. Mi padre me enseñó a nadar a los 5 años. Hay una foto de él haciendo una palomita con el Vesubio de fondo, en el año 47. Él nació en Nápoles y estuvo prisionero cuatro años en Auschwitz… Los domingos lloraba como una criatura… Era un napolitano que bailaba arriba de las mesas con mamá. Todo se lo debo a la vida y a mi padre.

* * * Superar un infarto en 2019 (tras el que le colocaron cuatro setents), seis hernias y 12 operacione­s, no han sido más que obstáculos para Cristina Cioffi. De los que salió fortalecid­a, gracias a la herencia de sangre, sumados el deporte, la docencia y el mar.

Cristina -cumplirá 73 este lunes- viene de transitar un 2023 en el que afrontó una serie de desafíos deportivos tal cual se lo propone año a año. En este caso fueron un trekking de 8 horas en el Parque Nacional Lanín, la Aventura Franca Austral en la reserva natural El Doradillo (Puerto Madryn) con un trekking de 5 kilómetros y un acuatlón en Villa la Angostura en diciembre pasado.

"Siempre participan­do, pero sin correr. Y hay que establecer diferencia­s: entre la indiferenc­ia del competir, del que participa y no te importa hablar con nadie, termina y luego se vas a otro desafío. No es mi caso. Yo me inscribo pero antes pregunto a los organizado­res si puedo participar, dadas mis limitacion­es de salud", contó.

Viajes y estadías, casi todo sale de su bolsillo y de una planificac­ión meticulosa.

"Al menos tres veces al año hago alguna actividad, aunque siempre luego del apto médico. Por eso en cada desafío digo que `participo, no compito´. Debo cuidar mi corazón ya que tuve un infarto en 2019. Me pusieron cuatro stents. Estuve muy grave, pero Dios quiso que saliera de esa. Mis hijos me atendieron muchísimo, toda mi familia. Por eso les debo tanto...", recordó.

Cioffi nació en CABA y se radicó en suelo bahiense en 1986, procedente de Dereaux. Desde la docencia (primaria) y en paralelo a su pasión por el buceo deportivo, realizó numerosos de viajes de estudio y profesiona­les al sur argentino. De ahí la familiarid­ad con lugares como Puerto Madryn y alrededore­s. O las visitas al volcán Copahue durante unos 20 años y las inmersione­s en el mar argentino, ambas en el rol de buzo y documental­ista para Prefectura Naval y la Armada Argentina.

"En esencia mi vida es de

lago Correntoso.

"Estuve yendo todo el invierno pasado a entrenar la parte de agua a la pileta de Olimpo. Me levantaba a las 4 y tomaba el micro a las 6, para entrar al agua 6.30, el horario que más conviene. Cuando se produjo el temporal hice la transición en la playa de Monte Hermoso, supervisad­a por Daiana Farrel y por los chicos de Parador La Escuela", dijo.

"En el acuatlón tuve que realizar prueba de aguas abiertas en el Correntoso. Fui a entrenar 11 días antes, tanto a ese lago como al Espejo. Pero sin pensar que me costaría tantísimo entrar al agua, alrededor de 10 a 15 minutos. Ocurre que llevo una placa de titanio en la espalda, producto de mis hernias, por andar en volcanes, llevando equipos pesados… Cuando el agua me llegaba a esa zona era terrible, me tentaba para salir. Pero decía: `Vengo con la genética de un padre napolitano, que buceaba a orillas del volcán Vesubio… Él me enseñó a nadar (NdR: Ciro Cioffi)´. Entonces me preguntaba: `¿Todo lo que invertí, José María todo lo que me entrenó, las piletas en invierno en Olimpo y ahora no voy a entrar?´. Entraba al lago, me deslizaba, iba y venía. Me dije: `No me voy a ir sin nadar´. Y volví y nadé en un circuito boyado especialme­nte para mí", contó.

Mar y montaña

Cristina Cioffi acredita cincuenta y dos documental­es en veinticinc­o años. Trabajos realizados no sólo para la Armada y Prefectura, también para Gendarmerí­a. Es el caso del material realizado en El Chocón, donde en 1993 hallaron los restos del llamado "Dinosaurio Carolini", el carnívoro más grande del mundo -según se estableció­descubiert­os por el paleontólo­go argentino Rubén Carolini.

Sin embargo, como ya dijo, en el agua desarrolló la mayor parte de su actividad.

"Tengo 72 años y buceo desde los 47, después de haber rendido mal un examen aquí -se ríe- en Bahía Blanca. Tengo flotabilid­ad positiva y tenía que recuperar en pileta mi equipo, lastrarme y todo eso, pero me levantaba la flotabilid­ad antes de equiparme y salí mal. Me había preparado mucho... Entonces, como tengo grandes amigos en Puerto Madryn que supieron que me había ido mal en pileta, me probaron en el mar. Y así empecé. Hice el bautismo y anduve muy bien. Hoy en mi bitácora tengo alrededor de cuarenta bajadas, de las cuales once son a barcos hundidos, entre ellos al Albatros para un documental con Prefectura", dijo.

"El buceo fue una necesidad. Iba mucho a entrenar al gimnasio de la Base Naval. Entonces quise unir dos facetas. A través de cursos de capacitaci­ón del Ministerio de Educación que otorgaban puntaje, propicié que tanto mis alumnas docentes como las que no tenían posibilida­des de salir en sus escuelas, llevaran a sus alumnos a hacer viajes al sur para conocer la parte cultural y de naturaleza de nuestro país. De hecho mientras viví en España, donde me licencié en Psicopedag­ogía a los 60 años, tuve una beca y me recibí de monitora en medio ambiente, diseño de parques naturales y reservas. La naturaleza enseña tanto la disciplina... A observar. ¡Y mantiene a la gente ocupada!", sostuvo.

Tres veces al año hago alguna actividad. Aunque siempre, luego del apto médico. Debo cuidar mi corazón, ya que tuve un infarto en 2019.

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