La Nueva

La proeza de Los Andes y el plan de independen­cia continenta­l

El trabajo de espionaje previo desplegado por San Martín fue cuidadoso y le rindió excelentes frutos.

- Ricardo de Titto

nero era “el mes” en el que sí o sí debía concretars­e el cruce los Andes. Por el clima y los clásicos deshielos, en primer lugar, pero también porque los tiempos políticos y los hechos de Europa presionaba­n agilizar el plan combinado por San Martín, Zapiola y O´Higgins en el sur del continente con Bolívar y Sucre, como jefes en el norte.

EEspionaje, preparativ­os y decretos

El trabajo de espionaje desplegado por San Martín fue cuidadoso y le rindió excelentes frutos. No estuvo, como es usual en esta actividad, exento de rasgos humorístic­os. Su primera red de espías es la que estaba en Chile.

El general Mariano Osorio se servía de carteros que le remitían informes desde Mendoza, pero San Martín logró reconocerl­os y capturarlo­s. Uno de los más destacados, el fraile franciscan­o Bernardo García fue descubiert­o incluso antes de partir de Santiago.

Tomado preso en Mendoza fue sentenciad­o a muerte. La amenaza surtió su efecto y el cura entregó las comunicaci­ones que escondía en el forro de su capa. Los cuatro destinatar­ios fueron llamados uno a uno y, aterrados por la posibilida­d de sufrir la pena capital, aceptaron firmar envíos mentirosos a Osorio. Los envíos de los correspons­ales eran llevados a Chile por agentes dobles que traían de vuelta documentos e instruccio­nes esponer pañolas secretas... que iban a parar a la oficina de don José.

El caso de Pedro Vargas merece citarse especialme­nte. Convencido por San Martín se hizo pasar públicamen­te por realista cerril. Fue encarcelad­o, engrillado, condenado a pagar fuertes contribuci­ones y confinado en San Juan y San Luis, simulacion­es tan “veraces” que llegaron a en riesgo su matrimonio. Osorio fue reemplazad­o por Francisco Casimiro Marcó del Pont. El nuevo presidente fue también completame­nte engañado.

Vargas se ganó la confianza de un acaudalado español, Felipe Castillo Albo, un hombre de la absoluta confianza de del Pont. Vargas y Castillo intercambi­aban esquelas y San Martín cortaba cuidadosam­ente las firmas de Castillo. El jefe patriota escribía él mismo informes para Marcó, que acompañaba de esas firmas recortadas. En ellas le aclaraba que las hacía escribir por otros para que no le identifica­ran la letra y que la firma volante era para cuidar su seguridad. Para colmo el servicio le resultaba gratuito dada “su triste situación y la de la señora en cuya casa se alojaba no le permitían gratificar al conductor y rogaba se hiciese en Santiago de Chile”.

Entre muchos datos más o menos ciertos, este sistema convenció al español de que el ataque central sería por el sur porque confirmaba que “destacamen­tos de la cordillera y numerosas cargas de cajones cuyo contenido se ignoraba” iban para ese rumbo. San Martín se permitió el lujo de confirmar al jefe enemigo la fecha en que produciría el cruce... solo que con una pequeña distancia de 300 kilómetros. Los informes decían que la campaña saldría mal, entre otras cosas, por “la desesperac­ión que acompaña a estas gentes y el carácter arrojado de este jefe [que] les hace hacer esfuerzos que no están en las esferas de sus fuerzas”.

José de San Martín se permitió el lujo de confirmar al jefe enemigo la fecha en que produciría el cruce de los Andes.

Fray Luis Beltrán, el todoterren­o

¿Podrían resolverse los innumerabl­es problemas

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FOTOS: ARCHIVO LA NUEVA.

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