La Nueva

El caso de Umma y una justicia siempre en deuda

Es de esperar que la ley tenga esta vez la fuerza suficiente para condenar a todos los asesinos con la misma vara.

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LA IMAGEN de Umma Aguilera sonriendo, con una capucha amarilla y una mirada plena de inocencia, golpea a toda la sociedad.

UMMA TENÍA 9 años. Iba sentada en el asiento trasero del automóvil que su papá sacaba de su vivienda cuando un grupo de delincuent­es armados quiso aprovechar el momento para robarles algo; quizá el auto, quizá un celular, lo que fuera.

EL CONDUCTOR, agente de la policía Federal, advirtiend­o la situación tuvo una reacción inmediata: escapar, acelerando su vehículo.

FUE ENTONCES que los delincuent­es dispararon sobre el vehículo, dos o más tiros. Sin sentido, sin razón, por el simple hecho de dejar en claro que la cuestión es a muerte.

LAS BALAS impactaron en Umma. Inocente, asustada, sin entender qué pasaba, sin saber qué era esa oscuridad que se apropiaba de sus ojos. El padre frenó, los asesinos escaparon, Umma murió,

EN POCAS horas la policía logró dar con los asesinos, que ya están detenidos. Venían de robar otro automóvil y vieron en la salida del papá de Umma la posibilida­d de llevarse algo.

LO OCURRIDO deja en claro que todo delincuent­e armado está dispuesto a disparar, a matar. Es parte de su conducta natural, no les importa la vida de nadie.

POR ESO no se puede cuestionar a veces la reacción de la víctima de un robo que decide actuar en defensa propia, aun cuando el delincuent­e no muestre un arma, bajo el pretexto de a veces haber sido “una defensa desmedida o exagerada”.

NADIE PUEDE especular si el delincuent­e va o no a disparar, pero son varios los hechos que indican que matan por nada, sin dudarlo. Anticipar esa acción nunca es defensa exagerada.

ES DE ESPERAR que la ley tenga la fuerza suficiente para condenar a todos los asesinos de Umma con la misma vara. Si bien es uno el que disparó, son todos cómplices y todos pusieron el dedo en el gatillo. El que se quedó en el auto, el que miraba, el que tenía el arma. La acción de disparar y de matar es única. Como la vida de Umma.

NADA DEVOLVERÁ la vida a Umma ni logrará mitigar el dolor de sus familiares. Tampoco que haya un castigo ejemplar quizá intimide a otros delincuent­es. Pero sin justicia no hay paz y sin penas acordes no hay justicia.

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