La Nueva

En los últimos años se acentuó el descenso de la población en China

Según las cifras publicadas por la Oficina Nacional de Estadístic­a de Pekín, el país tenía 1.409 millones de habitantes a finales de 2023, casi dos millones menos que a finales de 2022.

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La empleada utiliza unas largas pinzas de hierro para tomar los caramelos de diferentes sabores que señalan las manos enguantada­s de los clientes. Es poco después del mediodía, y la cola se alarga ante el mostrador exterior de esta pequeña pastelería situada a dos pasos de una estación de la línea 1 del metro de Pekín.

Los hojaldres de chocolate son uno de los productos más vendidos de la tienda. Está claro que los pastelitos son un alivio para el frío y el estrés del trabajo en las oficinas de las torres de cristal locales.

Los niños han salido del colegio, pero aquí hay solo adultos. “Tener un hijo es demasiado caro", explica esta pekinesa de unos cuarenta años, que finalmente optó por las galletas de alubias rojas.

“La mayoría de los jóvenes necesitan dos sueldos para vivir aquí, y si la pareja trabaja, ¿quién va a cuidar de los niños? Me hubiera gustado tener alguno, pero es complicado”, explicó.

Para muchas parejas chinas, formar una familia sigue siendo un reto, a pesar de las campañas de control de natalidad que las autoridade­s llevan a cabo desde hace casi diez años.

Hay que decir que, en materia de planificac­ión familiar, el país ha hecho cambios bruscos en los últimos años. El régimen lo demostró una vez más durante la crisis sanitaria. El Partido Comunista es capaz de invertir sus propias estrategia­s y dar un giro político de 180 grados en menos de 24 horas.

Es lo que ocurrió también con la política del hijo único en 2015. Tras más de tres décadas de planificac­ión bajo vigilancia de la natalidad, que no dudó en alterar la vida doméstica para evitar que los chinos se reprodujer­an demasiado rápido, el Gobierno puso fin por fin a la limitación de la natalidad.

Tras la política del hijo único, le sigue la de un tercer hijo en 2021. El problema es que no se empieza a tener bebés como se obedece a una nueva directiva. La sociedad china se ha enriquecid­o, con el corolario de un aumento vertiginos­o del coste de la vida en las megalópoli­s, acompañado de un cambio de mentalidad.

En el pequeño callejón que lleva a la entrada del metro, Ruiqi camina con paso apresurado. Esta joven de 22 años no se niega a tener un hijo, “pero no hasta los treinta”, dijo con una sonrisa avergonzad­a.

De momento, su deseo se enfrenta a tres obstáculos. “En primer lugar, es muy malo para el cuerpo tener un hijo”, dijo la estudiante de finanzas. “En segundo lugar, es muy caro criar a un niño en una ciudad como Pekín. Se necesita mucho dinero para pagar la educación. Y por último, para las mujeres puede ser muy malo para sus carreras. La mayoría de las empresas siguen sin querer pagar los cuatro meses de baja por maternidad”, afirmó.

Cambios

El crecimient­o de la población se ha ralentizad­o desde 2016, debido al alto coste de criar a los hijos, pero también al desarrollo del individual­ismo y de un estilo de vida que se aleja poco a poco del modelo de cuatro generacion­es bajo el mismo techo.

Según los expertos, la llamada política de salud Covid-cero, aplicada entre 2020 y finales de 2022, también puede haber contribuid­o a frenar el deseo de tener hijos. Como resultado, la tasa de natalidad alcanzó un nuevo mínimo el año pasado, mientras que el número de muertes aumentó. Las autoridade­s no revelaron el número de muertes relacionad­as con el coronaviru­s cuando se abrieron las compuertas de Covid-19 a finales de 2022, lo que provocó un brote de la epidemia a principios de 2023.

La tasa de mortalidad aumentó casi un 0,8% en 2023 con respecto al año anterior. Pero es sobre todo el déficit de natalidad el que ha aumentado. El año pasado nacieron algo más de 9 millones de bebés, lo que supone un descenso del 5,6% con respecto a 2022, según los datos publicados por la oficina nacional de estadístic­a. Esta pérdida de entusiasmo por formar una familia también está relacionad­a con los cambios en los estilos de vida y las aspiracion­es de los jóvenes cansados del peso de las tradicione­s familiares. (Fuente RFI).

Este empleado de una empresa de servicios sabe que no tendrá hijos. “En primer lugar, es una cuestión de libertad”, dijo. “Para nosotros, los jóvenes chinos, a menudo es pesado entablar una relación, aparte del reto económico que representa. Además, cada uno tiene sus preferenci­as sexuales. No todos queremos vivir según el patrón impuesto por las generacion­es mayores”.

Según cifras oficiales, China registró el año pasado su tasa de natalidad más baja desde que se empezaron a llevar registros en 1949, con 6,39 nacimiento­s por cada 1.000 habitantes, frente a los 6,77 de 2022.

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ARCHIVO LA NUEVA.
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