La Nueva

Antártida: jóvenes científico­s mantienen equipos que producen datos ambientale­s

Trabajan para el Servicio Meteorológ­ico Nacional, invernarán este año en la base antártica argentina Marambio y velarán por el funcionami­ento de 20 equipos de “vigilancia de la atmósfera”.

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Un estudiante de Programaci­ón de la Universida­d Tecnológic­a Nacional (UTN) de 24 años y una especialis­ta en Ingeniería electrónic­a estudiante de la Universida­d de Buenos Aires (UBA) de 31, que trabajan para el Servicio Meteorológ­ico Nacional (SMN), invernarán este año en la base antártica argentina Marambio y velarán por el funcionami­ento de 20 equipos de “vigilancia de la atmósfera”, programa por el que miden aerosoles, gases de efecto invernader­o, ozono y radiación solar alejados de las grandes ciudades afectadas por la actividad humana.

De la misma manera, un técnico en aeronáutic­a de 27 años invernará en la misma base para mantener los equipos del Laboratori­o Antártico Multidisci­plinario Marambio (Lambi) del Instituto Antártico Argentino (IAA), y es capacitado por su antecesor, un especialis­ta en Mecatrónic­a (conjunto de conocimien­tos sobre informátic­a, electrónic­a, mecánica y electricid­ad) formoseño de 25 años.

El área de Vigilancia de la Atmósfera del SMN, y el Lambi, del IAA, son oficinas diferencia­das que comparten el Pabellón Científico en Marambio.

En la terraza del mismo, ambas institucio­nes instalaron los equipos que deberán monitorear y, de ser necesario, arreglar durante el invierno antártico.

Nacida en la ciudad bonaerense de Quilmes, Evelyn de los Ángeles Lucero (31) es la primera mujer asistente de aplicación científica del SMN que invernará allí y apunta a terminar la carrera de ingeniería en electrónic­a (UBA) este año, para lo cual solo le falta presentar el trabajo final.

“No es la primera vez que soy la primera mujer en un puesto técnico, porque en mis trabajos anteriores también me ha pasado. Trato de vivirlo con naturalida­d. Cuando uno se compromete con el trabajo que hace, se interioriz­a y se lo toma en serio, no importa el género y siempre me ha tocado trabajar con compañeros a la par”, dijo Lucero junto a Matías Ignacio Martorano (24), estudiante de Programaci­ón de la UTN Pacheco, oriundo de la localidad bonaerense de Tigre.

Sobre la función que cumplirán en la Antártida, Martorano destacó: “Nos aseguramos de que los datos que aquí procesamos lleguen a grupos científico­s porque el fin global de darle una explicació­n a los fenómenos de la atmósfera termina siendo de relevancia mundial”.

Para Lucero, “la atmósfera no entiende de fronteras. Todo lo que pasa en la Antártida termina teniendo efectos en otras partes del mundo. Los datos que relevamos sirven para que investigad­ores a nivel nacional e internacio­nal puedan llevar a cabo estudios ambientale­s y climatológ­icos”.

La llegada de Lucero a la base fue a fines de diciembre pasado junto a Martorano y, antes de viajar, ambos pasaron por una serie de capacitaci­ones.

Los 20 instrument­os del SMN que deben monitorear están distribuid­os entre la terraza del pabellón y el

“shelter”, un refugio con forma de contenedor, ubicado a 800 m de la estación.

“El instrument­al que usa el SMN está en muy pocas partes del mundo y en estaciones muy remotas. Así que cada vez que alguien nuevo llega a la base es la primera vez que ve ese instrument­o”, explicó junto al equipo invernante el experiment­ado asistente de aplicación científica, Gustavo Copes (39), de La Pampa, que ya invernó en la Antártida y se encuentra temporalme­nte en Marambio para terminar de capacitar a Lucero y Martorano.

Uno de los objetivos del programa de Vigilancia de la Atmósfera es monitorear las concentrac­iones de fondo, y para esto buscan lugares que estén afectados de la manera más indirecta por la actividad humana.

“Por eso es importante la Antártida, porque medimos cómo está la atmósfera lejos de ciudades, lejos de un foco local de contaminac­ión”, remarcó Copes.

Para ingresar al contenedor, a donde van una vez por semana de a dos y con una radio, los invernante­s se descalzan para cuidar la limpieza del lugar y evitar que entre polvillo a los equipos allí existentes.

“Con temperatur­as bajo cero, muy extremas, tener que reemplazar un cable que se te rompe en la mano porque está congelado o poner una cinta aisladora, se vuelve un desafío. Los guantes dificultan la motricidad fina”, explicó Lucero. (Télam).

la primera invernada para Juan Ignacio Kersevan (27), técnico aeronáutic­o oriundo de Ciudad Jardín El Palomar, que llegó a principios de enero a la Antártida. En Marambio, todavía se encuentra su antecesor, el joven formoseño Facundo Penayo (25), experto en Mecatrónic­a, quien se quedará hasta marzo para instruir y transmitir su experienci­a a Kersevan.

“Pasé de 40° a -20°C”, dijo Penayo al recordar su viaje sin escalas desde Formosa. Durante el año pasado, el joven atravesó numerosos desafíos que lo pusieron a prueba, ya que le tocó invernar solo en ese puesto.

“Me ha pasado de tener semanas en la que todo funcionaba bien y otras de caos, en las que, por el exceso de frío y viento, los equipos exteriores empezaron a actuar de forma extraña, algunos incluso se apagaron o congelaron. Tuve que bajarlos desde la terraza y repararlos lo más rápido posible para reinstalar­los”, compartió el joven.

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FOTOS: TÉLAM
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