Machín: “Ojalá que Mar del Plata vuelva a tener algo más que comedia”
Entre Buenos Aires y Mar del Plata, su verano se divide con un denominador común: el diván y el traje para su magistral interpretación en “La última sesión de Freud”.
n un esquema veraniego con el que podrían identificarse muchos, Luis Machín pasa algunos días de la semana en Mar del Plata y otros en la Ciudad de Buenos Aires, pero la particularidad en el caso del actor es que su agenda no se reparte entre trabajo y turismo, sino que en ambos extremos de la ruta 2 lo aguardan un escenario, un diván y el traje con el que cada noche protagoniza "La última sesión de Freud".
En su primer desembarco en la cartelera marplatense en más de 30 años, Machín (55) revalida su gran presente en la escena nacional de domingo a miércoles, en el teatro Bristol, donde interpreta al padre del psiconálisis en un diálogo desafiante y profundo con C.S. Lewis, autor de "Las crónicas de Narnia", pero sobre todo un exateo convertido al catolicismo, representado por Javier Lorenzo.
La clave de la obra, escrita por el estadounidense Mark St. Germain y dirigida por Daniel Veronese, según explicó Luis Machín en diálogo con Télam, está en el encuentro en sí: "Ni Freud se fue de este mundo pensando
Eque se iba a encontrar con sus seres queridos, ni Lewis que todo es células y materia. Yo pienso mucho en si servirá esto para que alguien piense que escuchar un poco al otro tiene algún valor". "La última sesión...", que recibió cuatro nominaciones para el Premio Estrella de Mar que se entrega esta noche y continúa además sus funciones en la sala porteña Picadero los viernes y sábados, es además para Machín una plataforma que refuerza su deseo de que "la cartelera marplatense vuelva a tener una oferta que no sea solo de comedia"
En un arranque del año atravesado por la incertidumbre que vive el mundo artístico por el proyecto de la ley "´Bases" que amenaza, entre otros, la supervivencia del Instituto Nacional del Teatro, el actor rosarino reconoció que vive tiempos de "pesimismo" y "enojo, con propios y ajenos".
—¿Advertís en este momento de tu carrera que la recomendación pueda ser directamente "andá a ver a Machín?
—Yo lo advierto, y es curioso, porque por un lado, cuando la persona se desvanece y queda por delante lo que compone, me parece sumamente interesante. Siempre me gus- tó la idea de que cuando
“Esto termina mal. No hay sociedad que pueda resistir semejante atropello. Va a hacer todo lo que dijo que no iba a hacer”.
mencionan en la calle, mencionan al personaje. Me doy cuenta de que lo que reconocen es cierta ductilidad. A medida que pasa el tiempo, y como uno persiste en esta actividad, casi no hay forma de escapar a que en algún momento te reconozcan a vos mismo. Yo no voy a decir que no me gusta esto, y que alguien diga "andá a ver a Machín", pero me parece que a lo mejor eso nubla que se vea todo lo otro, el texto, la puesta. Por otro lado, digo "bienvenido sea" si a través de eso, de repente descubre un teatro que se va perdiendo. Es un lindo pirome po, y eso debe tener un doble filo: hay que estar atento a que eso no achanche. Lo que sí me gusta es que la gente ya no sabe exactamente qué es lo que va a ver. Hubo una etapa en que yo era el actor dramático, el villano. Y de repente, aparecía una comedia en tele, y yo