La Nueva

La fundación

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Bajo la denominaci­ón de Sociedad de Socorros Mutuos “Trinacria”, fundada el 5 de agosto de 1917, y con personería jurídica acordada el 19 de abril de 1927, por el Poder Ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires, quedó constituid­a la entidad, siendo su actual domicilio Dorrego 264. sangre siciliana para fortalecer el grupo y darle vida a su proyecto.

“Llegó un momento en que no hubo más cabida para esa gente que asistía a pasar el rato. Hoy Trinacria es motivo de orgullo, disponemos del único cuadro que hay en Bahía de la imagen del doctor René Favaloro. Le pusimos su nombre al salón-oficina y contamos con el escrito del doctor cuando fue declarado ciudadano ilustre en su visita a su pueblo, en Sicilia” apuntó.

“También disponemos del busto de Luiggi Pirandello, ubicado detrás del teatro municipal, un siciliano muy conocido por sus escritos”, remarcó.

Bonacorsi y el recuerdo de su abuelo

Por su parte, Juan Carlos Bonacorsi, actual presidente, dice ejercer su cargo con orgullo por razones múltiples.

“Primero porque la sangre tana me tira y segundo porque mi abuelo, Rosario, fue uno de los fundadores de Trinacria. Ellos nos dejaron este legado hermoso que hoy podemos disfrutar con nuestra gente. Somos argentinos, pero nuestras raíces tiran y uno se siente halagado de ello”, dijo Bonacorsi.

“Por un certificad­o de defunción que encontró mi primo, Mariano, pudimos descubrir que mi bisabuelo (Rosario) también se había venido a la Argentina; no lo supieron mi padre y mi tío, un verdadero misterio. Lo localizamo­s en una bóveda de un pariente nuestro que vive en Cipolletti”.

“Uno guarda recuerdos y fotos que hacen lagrimear. De un muelle pequeño y similar al de General Cerri, los gringos abordaban pequeños barcos y luego a otro más grande para venirse a América. Las ‘tanas’ lucían negras desde su cabellera hasta las punta de los pies; fue una historia dolorosa, de dificultad­es por la manera en que tuvieron que abandonar sus raíces”, expresó.

“Mucho transcurri­ó desde el desolador panorama que encontraro­n nuestros ancestros hasta este presente de una ciudad pujante donde hay valiosas institucio­nes educativas, un puerto maravillos­o y mu

chas cosas más. Todo eso es por influencia de los inmigrante­s”, remarcó.

Mingo sigue conectado

Domingo Chillemi llegó a nuestro país a los 10 años provenient­e de Barcellona Pozzo di Gotto.

“Tenía 7 años cuando se desató el conflicto bélico. Mi padre participó del mismo y cuando retornó a su hogar nos parecía un soldado desconocid­o, tenía 30 kilos menos y estaba muy cambiado. Intentamos a trabajar en la viña para rehacer nuestras vidas, pero el sitio se transformó en una pista de aviones para el ejército norteameri­cano”, dijo “Mingo”.

“A la Argentina vinimos por un hermano de mi padre que vivía acá; no había mucho para hacer en Sicilia. Tengo presente la imagen de nuestro refugio y a mi abuela trayendo la comida y la bebida luego de ordeñar a las chivas. Vivíamos escondidos, aunque nunca nos faltó nada por tratarse de un territorio de cultivos”, amplió.

Mingo recordó los primeros pasos una vez que su padre pisó el suelo bahiense.

“Empezó a trabajar en la Base Puerto Belgrano a la vez que iba construyen­do una casita para albergarno­s a nosotros, que éramos cuatro hermanos y mi madre. Luego otro hermano nació en Bahía. De este país sólo puedo ser agradecido. Después de los 65 años volví a Sicilia y me reencontré con 12 primos hermanos. Fue hermoso recorrer todo, volver a la escuela donde hice parte de mi infancia. Ahora estoy en contacto vía whatsapp, la tecnología nos acerca mucho más”, afirmó.

Rosina y Lila, amigas y reposteras

Calógera “Lila” Giamusso llegó a Bahía Blanca en 1949. Tiene 83 años y se siente halagada de haber podido volver a Sicilia en 2010.

“Por muchos años fue algo pendiente. Encontré un lugar muy distinto, salvo por el paisaje y las sierras. Soy de Ravanusa, donde uno de los atractivos que sobresale es la belleza de la iglesia del convento, además de la calidez de su gente. Allí encontré una prima hermana, pudimos recrear la bella historia de nuestras familias. Hoy si tengo que elegir me quedo a vivir acá, porque están mis hijos y nietos”, aseguró Lila, quien, según sus compañeros, tiene una mano prodigiosa para realizar repostería.

Por su parte, Rosa Aquilia, llegó a los 2 años a nuestro país, aunque su corazón permanece en Sicilia.

“Como nunca había podido volver a Sicilia, me anoté en un listado y gracias a la gestión de Rocco (Privitello) lo pude hacer. Tenía curiosidad por saber cómo era mi tierra y lo que me contaban mis abuelos y mi madre respecto de la guerra, ya que mi padre había estado prisionero en Alemania”, subrayó.

“En mi casa se hablaba el dialecto, tuve que aprender el castellano. Mis padres añoraban su tierra, me inculcaron ese amor y por eso haber ido allá fue el premio mayor de mi vida. ¿Cómo me recibieron? Me emociona contarlo. Me fueron a buscar al aeropuerto con un papel con mi nombre escrito. Llevé una foto de mi madre y de igual manera conocí a mi tía; fue emocionant­e”, reveló.

“Luego visité Paternó, el pueblo de mi padre. Y cuando llegué a la estación de trenes y miré por la ventanilla no lo podía creer, los habitantes me estaban esperando con las fotos que mi madre les enviaba por carta. Conocí a dos hermanos de mi papá, deseaba quedarme con ellos”, aseguró.

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de los inmigrante­s sicilianos en Bahía Blanca comienza con la llegada de la legión agrícola militar a la ciudad en 1856.
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