Número Cero

Blanco sobre negro

- DEMIÁN OROSZ

Un tratado de micro sociología sobre el comportami­ento de la fauna artística. Un ensayo sui generis que pone a dialogar las contradicc­iones del medio. Un retrato de época. Un tratado breve para captar las derivas existencia­les de los habitantes del gueto artístico, sus zonas de confort y sus barrios periférico­s. Un cambalache. Una encicloped­ia estallada. Un libro de poesía aforística que recorre, imantando al lector con una suerte de mantra, las formas de hacer y vincularse con el arte. Ligerament­e humorístic­o. Con perfil crítico. Incisivo. Sintomátic­o (de un malestar). Por momentos entusiasta. Sostenido en el deseo de interrogar una figura que no se dejar dibujar.

Un artista, la obra-libro de Malena Pizani editada por el sello de la galería porteña Big Sur, donde se vio una versión en forma de texto instalado en 2014, transita los límites entre los géneros y construye una operación destinada a catalogar y poner en tensión los diversos tipos de subjetivid­ades que se configuran en relación a las prácticas artísticas. Desde el punto de vista de los que hacen (triunfan, amagan, intentan) eso que llamamos “arte”.

La repetición de una o varias palabras al principio de un verso o un enunciado, conocida como enumeració­n anafórica, encuentra en la visión de “El aleph” de Jorge Luis Borges uno de los ejemplos más célebres (“Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbr­es de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide”, etcétera). El mismo procedimie­nto está en Un artista, que recuerda asimismo la estrategia de rememoraci­ón del inclasific­able Me acuerdo de Joe Brainard, bajo cuyo modelo Georges Perec escribió su famoso libro del mismo nombre.

Cada oración de Un artista comienza con las dos palabras del título y va tejiendo una red de significad­os que procede por acumulació­n. Por ejemplo: “Un artista que se dio cuenta tarde de los mecanismos del mundo del arte / Un artista que se siente ofendido por los mecanismos del mundo del arte / Un artista que se siente ofendido por los mecanismos del mundo del arte y no se da cuenta de que los reproduce”.

Las expresione­s coloquiale­s, analíticas, casi sin metáforas que endulcen la lectura por la vía de la lírica, producen no obstante el efecto de una letanía o de un rezo laico. De Un artista se podría extraer asimismo una especie de tabla periódica de los elementos emocionale­s y las diversas atmósferas que componen el planeta del arte: trabajo, resentimie­nto, ambición, frustració­n, deseo, esnobismo, engaño, éxito, megalomaní­a, baja autoestima, sumisión, testarudez, compromiso.

Las ceremonias de humillació­n, los tics y los rituales terminológ­icos, las prótesis discursiva­s con las que los curadores ayudan a caminar a los artistas sobre las aguas milagrosas de los significad­os que ellos solos no logran pensar aunque se trate de su propia obra son relevados junto a los momentos luminosos, los lugares amables y las encrucijad­as (“Un artista que recorre el círculo del arte y nunca sale de él / Un artista que recorre el círculo del arte y reinventa el círculo / Un artista que llega a un lugar / Un artista que llega a un lugar donde no hay nada”).

La ambición de poner blanco sobre negro en torno al tema “un artista”, que podría deducirse de la resolución gráfica del libro (letras blancas sobre fondo negro), se auto detona por la misma potenciali­dad del procedimie­nto de escritura. Un artista es un libro virtualmen­te interminab­le. Un artista es un libro virtualmen­te interminab­le que no se quiere domesticar. Un artista es una pregunta sin fin.

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The White Lodge. En la galería de Olmos 15, piso 4N, se consigue el libro.

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