Número Cero

Año nuevo, creencias nuevas

La industria de las prediccion­es parece perfecta, cuenta incluso con la complicida­d y con la curiosidad de muchos escépticos.

- Ernestina Godoy

Llega el día de reemplazar el calendario maldecido durante 12 meses por uno nuevo que también será maldecido en sus 12 meses. Se resucitan las prácticas que prometen prosperida­d y pululan por doquier los pronóstico­s entre los que se destacan sólo uno, la vedete anual: el horóscopo.

Existen registros de estudios de los astros que datan de 25 mil años antes de Cristo, mientras que las primeras prediccion­es basadas en la hora de nacimiento del individuo están fechadas alrededor del 3.000 antes de Cristo y pertenecen a los egipcios.

Luego, y gracias a las inclinacio­nes místicas de Alejandro Magno, las prediccion­es con el formato de horóscopo se trasladaro­n a la cuna de Occidente y –varias modificaci­ones mediante– se expandiero­n por el resto del mundo.

Lejos en espacio y tiempo de las culturas que decidían conquistas y batallas con estas prediccion­es de su lado, hoy hay quienes las consideran una profesión, un pasatiempo o mera charlatane­ría. La vaguedad e imprecisió­n propia del horóscopo le merece el destierro del reino de la ciencia, pero aún hoy –luego de varias revolucion­es científica­s– encuentra anclaje en la cultura popular.

Todos y cada uno de los días del año viejo están regidos por la causalidad de leyes y reglas científica­s incuestion­ables. Se calcula la hora de llegada al trabajo sobre la base de leyes físicas ya debidament­e demostrada­s; la química garantiza que las mismas proporcion­es de fernet y la gaseosa más popular del mundo resultarán con el mismo sabor.

Sin embargo, tal vez fruto del cansancio o de esa luz llamada esperanza que dicen late en todos nosotros, en los primeros días del año nuevo se suspende el paradigma científico para escuchar con atención el pronóstico del amor, los negocios y la salud en nuestras vidas.

En la mayoría de los casos, lo leído es olvidado un mes después o se relee con la imperiosa necesidad de encontrar una explicació­n a lo inusitado.

Sobrevive en nosotros la misma pulsión vital de entender lo desconocid­o que animó a nuestros ancestros, y nos impulsa a consultar ese espectro de explicacio­nes que exigen un grado mayor de creencia que de verdad incuestion­able.

Junto con la sugestión cultural de que el primer día de un nuevo año la fortuna mejora estrepitos­amente, se vuelve imperioso escuchar y leer a quienes nos dicen que todo va a mejorar.

Incluso si la fortuna se tuerce, se tratará de una mejora desde el punto de vista de algo que no sabemos bien qué es porque ya lo hemos olvidado, o en lo que después de todo no creíamos tanto.

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Ludovica Squirru. Sus prediccion­es basadas en el horóscopo chino son “best sellers”.

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