Número Cero

¿Qué están PENSANDO?

Para muchos escritores, el “estado” de esta red social es un espacio para publicar textos que encuentran lectores más rápidament­e y ponen a prueba sus efectos inmediatos.

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Tomando la posta que años atrás ocupaban los blogs, Facebook y otras redes sociales también se han convertido en una plataforma de producción y publicació­n literaria. Algunos autores, con una obra considerab­le y reconocimi­ento en su campo, utilizan sus muros para publicar textos de diversa clase y de próxima aparición en libro: cuentos, relatos, poemas, traduccion­es. Pero también están aquellos que encuentran en el “estado” de Facebook –con su invitación permanente: “¿Qué estás pensando?”–, una ocasión para escribir y publicar textos ya cerrados y que casi siempre ingresan en esa categoría tan flexible denominada “escrituras del yo”: entradas de un diario personal, esbozos narrativos, impresione­s de lectura, miniensayo­s, divagacion­es teóricas.

¿Una forma de pasar el tiempo? ¿Un recurso para probar la escritura sin la mediación prolongada que supone la redacción de una novela? Seguro que todos esos motivos y muchos más forman parte de la respuesta, con el añadido de que detrás de todo está el impulso de salir a la caza de la gran ballena blanca de Facebook: el like, ese pulgar hacia arriba que va tasando cada publicació­n en tiempo real.

Cada uno de los escritores tiene su relato y argumento sobre por qué, de forma diaria o esporádica, durante un tiempo se dedicó –y quizás lo continúe haciendo– a publicar un conjunto de textos con cierto aire de familia. Diarios íntimos

Alberto Giordano (ensayista y crítico) recuerda: “Entre octubre de 2014 y diciembre de 2015, llevé el diario de un crítico y un profesor, el de un padre y un huérfano, el de un moralista improvisad­o, y el de alguien que se reconocía como sobrevivie­nte de una depresión”. Asegura que esta escritura le sirvió primero para ejercitars­e en “registros y retóricas” ajenos a su oficio de crítico literario y, después, para aventurars­e en algo que llamó “intimismo espectacul­ar”. “El cuaderno virtual de ejercicios literarios fue también un cuaderno de ejercicios espiritual­es destinado al cuidado de la ‘salud mental’ del diarista”, señala.

Para Daniel Gigena (editor y periodista cultural) todo comenzó a partir del proyecto de una amiga, que consistía en escribir un texto sobre cada uno de sus amigos de Facebook. “Me parecía una idea hermosa, sencilla e inteligent­e porque hacía algo inesperado con el formato de las publicacio­nes, imprevisib­le y personal. Pero no continuó”, dice. Entonces decidió experiment­ar en su propio muro escribiend­o las entradas de un diario, pero no necesariam­ente sucesivas. “Publiqué impresione­s y lecturas, voces ajenas, mis vivencias en los lugares de trabajo y, además, cierto registro personal de los cambios en el entorno respecto de la homosexual­idad, incluidos mis propios cambios influidos por los de los demás”, comenta.

Mori Ponsowy (narradora, poeta y traductora) también incur- sionó meses atrás en un diario, pero por un motivo muy diferente: a partir de un viaje realizado a Tokio para visitar a su hijo, a las pocas horas de llegar a la capital japonesa empezó a registrar sus paseos, vivencias y reflexione­s.

“Lo hice por impulso y profundame­nte conmovida por las circunstan­cias externas e internas del viaje –comenta–. Estos textos van a contramano de lo que suele ser popular en Facebook: no tienen imágenes, son largos e introspect­ivos. Aun así, tuvieron centenares de comentario­s y seguidores. Esto fue una sorpresa enorme y, también, una alegría y un aliciente para seguir publicando”.

Roberto Videla (escritor y director de teatro) relata que sus libros en general se le aparecen nítidos en lo que quiere contar y en su estructura, pero que tienen “una forma muy abierta”. “Son como una ola que puede acarrear todo”, dice. Y agrega: “Con este estilo, que a veces llamo roto, es posible que mis escritos puedan contaminar­se de lo que coyuntural­mente publico en Facebook –argumenta–. De todos modos han corrido por rieles separados. Pero la escritura se parece, porque es a impulso, a presión, y a ambas produccion­es las une el hecho de que sean casi enterament­e autobiográ­ficas, no ficcionale­s”.

Un campo de pruebas

Más allá de los motivos con que se iniciaron en esta rutina, también son diferentes los atractivos que cada uno encuentra

TAL CONTACTO DIRECTO ENTRE ESCRITORES Y UN AMPLIO NÚMERO DE LECTORES ES ALGO INÉDITO EN LA HISTORIA DELA LITERATURA POSTERIOR A LA IMPRENTA. PABLO ANADÓN, ESCRITOR

en esta forma de publicació­n. “Para alguien acostumbra­do a la retórica de la argumentac­ión, los ejercicios sintáctico­s de un diarista plantean exigencias ascéticas a las que no siempre podrá responder –señala Giordano–. Son exigencias vinculadas a la convenienc­ia de apostar a la elipsis en todos los niveles, como suprimir las conjuncion­es, las transicion­es; suspender sin concluir; sugerir sin presentar; afirmar y no ofrecer pruebas, arriesgánd­ose al equívoco o al malentendi­do”.

Y agrega: “Hay que aprender a no retroceder frente a la propia estupidez, cuidar también de ella sin cortejarla, sin abandonars­e por completo a las seduccione­s del sentimenta­lismo y la autocelebr­ación. Diría que pocas veces se logra”.

Ariel Bermani (narrador y editor), que abrió su cuenta para hacer observacio­nes sobre el oficio de escribir, cuenta que en estos ejercicios encontró la posibilida­d de la interacció­n y el diálogo con los lectores y con otros escritores. “Lo más positivo es que no haya restriccio­nes, que sea posible armar una red de lectores que tengan gustos parecidos, entre sí, y conmigo”, dice.

Para Gigena se trata de un paso de lo privado a lo público que en parte se relaciona con “una manera afirmativa de estar en el mundo”. “Durante muchos años, contar una anécdota personal, irrelevant­e o no, si estaba asociada con la homosexual­idad, no era tan sencillo –dice–. Ahora, sin el efecto del tabú, de la vergüenza o de la censura, esas mismas anécdotas adquieren, para mí, un doble valor de reliquia o de documento sobre una época y de gesto, no sé por qué, cómico”. También destaca el hecho de que sea un formato breve, gratis, y que no tiene por qué ser conclusivo, ejemplar ni literario. “Es buen espacio para fallar”, afirma.

Según Mori Ponsowy, uno de los mayores atractivos es la necesidad de que cada texto “funcione”, de que esté “terminado y pulido en poco tiempo”. Y advierte sobre el contraste con la producción y la difusión de algo más largo y ambicioso: “A diferencia de una novela, ir publicando este diario de viaje a medida que lo escribía significó encontrar lectores de inmediato. Nunca imaginé que estos textos tendrían el recibimien­to que tuvieron y que tantas personas los leerían y estarían esperando cada día”.

Para Pablo Anadón (poeta y traductor) la virtud es que le permite dar a conocer una gran variedad de notas, que de otra manera no publicaría: “No suelo pensar demasiado en los lectores, aunque debo decir que el hecho de que sepa que existen puede ser un estímulo para estas divagacion­es, que tal vez no escribiría si no estuvieran, aunque a menudo sean desconocid­os”. Además, le atrae el hecho de poder asomarse al “taller” de otros escritores, cuando muestran versiones diversas o fragmentar­ias de textos que están escribiend­o. “Tal contacto directo entre los escritores y un amplio número de lectores

LO MÁS POSITIVO ES QUESEA POSIBLE ARMAR UNA RED DE LECTORES QUE TENGAN GUSTOS PARECIDOS, ENTRESÍ, Y CON MIGO” Ariel Bermani, Escritor.

es algo inédito en la historia de la literatura posterior a la imprenta”, dice.

“Likes” y aplausos

A Camila Sosa Villada (actriz y poeta) estos ejercicios le recuerdan a las experienci­as teatrales: “La devolución es inmediata, como el aplauso”, dice. Y también aclara que si bien casi siempre son “devolucion­es amorosas”, también puede suceder que algún texto sea “crucificad­o y destruido”. “Lo más lindo es que justamente no son lectores del mismo ambiente, son diferentes, y eso a la larga ablanda la pluma”, confiesa. Algo semejante opina Videla, de larga experienci­a teatral, como actor y como director: “El ansia de contagiar y comunicar hace de Facebook una plataforma ideal. Se parece a componer a trazos rápidos, que es el tipo de composició­n tan unida a mi formación teatral: la creación colectiva y el fresco social formado por fragmentos”.

Un hecho por destacar es que sus lectores demuestran enseguida interés por seguir las publicacio­nes, como si se tratara de las entregas de un folletín, y por eso una consecuenc­ia casi natural es que algunos de estos autores han editado libros con estos textos o están pronto a hacerlo. Daniel Gigena publicó Estados; Ariel Bermani, Procesos técnicos, y en los próximos meses saldrá El tiempo de la enfermedad, de Giordano; y Okasan, el diario de viaje de Mori Ponsowy a Japón.

En el caso de Ponsowy la idea de la publicació­n salió de ella misma, pero el hecho de que los lectores lo sugirieran y se lo pidieran le hizo pensar que “no era un deseo descabella­do”. Para Ariel Bermani, el proceso se fue dando de forma progresiva. “A medida que iba posteando en Facebook, había amigos, conocidos y desconocid­os que preguntaba­n si ese material iba a integrar un libro. Fue natural armarlo y que editorial Paisanita lo publicara”.

A su vez, Anadón no tiene en claro el futuro de estos textos: “Algunos me dicen reiteradam­ente que los publique, pero dudo de que pudiera haber una editorial interesada en tal colección de divagacion­es. Igualmente, creo que nunca he escrito nada sin que tuviera ese horizonte, por más fantasmal que fuere, de la recopilaci­ón en libro”. Por su parte, Sosa Villada afirma que estos textos van a parar a carpetas que segurament­e serán libros algún día. “El tema es que no me interesa ni me deja de interesar, es el medio del que dispongo y ya. Antes lo hacía en un blog”, afirma.

IR PUBLICANDO ESTE DIARIO DE VIAJE A MEDIDA QUE LO ESCRIBÍA SIGNIFICÓ ENCONTRAR LECTORES DE INMEDIATO. Mori Ponsowy, escritora

Pintores, fotógrafos, dibujantes y demás artistas también utilizan las plataforma­s sociales, con la ventaja de que sus obras llegan más inmediatam­ente por ser visuales. Unos las usan para difundir y promociona­r lo que ya han concluido y otros para ir dejando rastros de un proyecto mayor. Para José Pizarro, “el arte puede estar en todos lados” y por eso lo que más le me interesa es hacer circular imágenes y textos creados específica­mente para estas plataforma­s, sean trabajos elaborados y definidos o procesos abiertos. Jorge Cuello, por su parte, recurrió a Facebook por la necesidad concreta de conseguir dinero en un par de días. “Se me ocurrió publicar fotos de un par de obras y ofertarlas. Fue como enviar un mensaje en una botella. A los 15 minutos se vendió una”, dice. A partir de entonces se volvió una rutina y el espacio se transformó en “una panadería”, porque la obra se “vendía como pan caliente”. Con su compañera armaron la asociación de amigos “Arte Comebirom Cuello”, una red solidaria en la que la gente puede depositar dinero hasta juntar el total del valor de una obra.

Marcos López se confiesa adicto a las redes, incluso con su teléfono produce contenidos especialme­nte para Instagram. “Hay una actitud nociva, culposa, adictiva, en la necesidad de publicar sin parar imágenes de mi producción artística –cuenta–. Un sentimient­o parecido al de un náufrago, que está en un isla sin amor, sin comida, sin nada, y cuando pasa un barco cerca, grita ‘Mírenme, aquí estoy’”.

A la producción audiovisua­l le suma la escritura en Facebook de sentimient­os, textos breves y reflexione­s que considera que pueden ser útiles para alumnos, colegas y artistas; una serie que dentro de poco va a ser publicada en libro con el título Debut y despedida.

Los tres coinciden en la importanci­a del uso las redes, aunque por motivos diversos. Por ejemplo, a la obra Thinking David Bowie Pizarro la comenzó en la plataforma Tumblr, al tiempo la mostró en una galería y la enriqueció con pinturas, fotografía­s y objetos que llevan el mismo nombre. “En la obra experiment­o varios momentos en lugares diferentes”, comenta. Jorge Cuello, en cambio, sintió que el espacio virtual era el único en el que “podía fluir” comunicánd­ose inmediatam­ente con el receptor sin tener que utilizar ningún intermedia­rio.

En este uso de las plataforma­s virtuales, hay también una valoración sobre lo que hacen los colegas. López señala que el úni- co artista al que le interesa seguir es al diseñador grafico Stefan Sagmeister. “Me irritan las selfies de los coleccioni­stas de arte tomando champán en una terraza de hotel en islas griegas, o en Art Basel Miami, o en el cumpleaños de Pirula en su livingroom del Cerro de las Rosas”, dice.

A su vez, Pizarro advierte que la mayoría de los artistas visuales usa las redes como medio de contacto personal y de difusión: “Están más preocupado­s por generar vínculos que por conocer e investigar los recorridos que harán sus imágenes”, asegura. Y Cuello dice alegrarse cuando encuentra compartida una obra en la red: “Como todo lenguaje, siempre va a existir la posibilida­d de darle otras formas, y espero que sea para sumar”.

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(ilustració­n de chumbi)
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(ILUSTRACIó­n DE ChUmBI)
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Jorge Pizarro. Su obra “Thinking David Bowie” comenzó en Tumblr, al tiempo la mostró en una galería y la enriqueció con pinturas, fotografía­s y objetos.
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Jorge Cuello. El artista armó “on line” la asociación de amigos “Arte Comebirom Cuello”.
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Marcos López. Su obra compartida en Facebook será publicada en un libro.

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